En Tandil, en el establecimiento La Rinconada, desde 2016 Cristián Bonadeo y su mujer, Dolores Bravo, llevan adelante un emprendimiento de peonías que exportan a Europa
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Con las sierras de Tandil que asoman a lo lejos, a orillas del río Tandileofú, el perfume de las 20.000 peonías sembradas envuelve todo alrededor. Es tiempo de cosecha de flores en el establecimiento La Rinconada, en el paraje El Gallo. Por eso desde temprano, Cristián Bonadeo y su mujer, Dolores Bravo, “Lola”, están trabajando en medio del lote, cortando minuciosamente uno por uno los tallos.
No hace mucho que los Bonadeo están con este emprendimiento de floricultura. Fue en 2016, cuando el productor agropecuario y contratista rural, luego de tres fuertes accidentes en la ruta, decidió poner el freno de mano, dar un giro de 180º y recomenzar a los 45 años.
“Si bien me crie en un campo agrícola y toda mi vida estuvo relacionada a la agricultura y a los fierros, siempre soñé con hacer algún cultivo intensivo”, cuenta a LA NACION Bonadeo, mientras se toma un breve descanso al finalizar una hilera de plantas.
Y esos eternos y alocados viajes, para cumplir con los servicios de siembra y cosecha y los “fieros” vuelcos en la ruta, fueron la mejor excusa para cambiar su estilo de vida. Primero se mudó con su familia de General Villegas a Tandil y alquiló una quinta para guardar su maquinaria agrícola. Allí pensó que era momento de cumplir ese deseo de convertirse en floricultor.
“Siempre me encantaron los jardines y las flores, pero veía medio imposible vivir de esto. Un buen día me dije que no tenía que pensarlo más y emprender. Tenía mil ideas, primero pensé en tulipanes, pero un día me encontré con un gran conocedor de flores, Marcelo Sasaki, que vino al campo y no dudó en decirme que tenía que hacer peonías. Yo las conocía muy poco y me convenció cuando me aseguró que esta flor, cuando uno planta el rizoma, te da el tiempo suficiente para aprender, porque hay que esperar al menos dos años para comenzar a cosechar”, relata.
Así, en 2016 con las primeras 5000 plantas de cinco variedades compradas en Trevelin, en media hectárea, con su mujer y su entonces socio arrancaron y fueron aprendiendo, a la par: “Eran días de prueba y error, pero estaba feliz de haber empezado un proyecto así, había encontrado lo que me gustaba”.
En 2019 realizó su primera cosecha y exportación: 12.000 flores fueron a Europa, a Holanda, en particular. También sus peonías tuvieron un gran espaldarazo cuando fueron parte del G20 con ramos que entregaron a las mujeres en ese evento internacional. Luego llegaron pedidos de diseñadores de moda y de famosas que buscaban que ese producto emblemático sea parte de sus ramos de novias. Y por las redes se vivió un furor de la gente que escribía para comprar o ir a conocer ese campo que por un mes y medio estaba tapizado de flores de diferentes matices.
Después llegó la pandemia, año perdido en ventas, y luego la separación de su socio. Con sus ahorros pudo comprar un pedazo de campo y allí decidió llevar las 2500 plantas de la división societaria. Era volver a empezar de cero. Dividió los 2500 rizomas para tener nuevamente 5000 y era otra vez esperar dos años para que esa producción se pueda volver a cosechar. “Me moría por ganas de seguir, pero era mucho esfuerzo de nuevo para Lola y para mi. Sacamos energía de ese amor a las peonías y volvimos a meterle para adelante”, describe.
Con el nombre de Flowery Hills, el floricultor dio ese nuevo paso. Pasó el tiempo y el año pasado las cosas volvieron a tomar otro color: la gente de Holanda se volvió a contactar para hacer una especie de convenio de provisión de peonías anual. Para esto trajo variedades de 10.000 plantas de allí. Y, en breve, el 12 de noviembre, saldrá una nueva exportación de 20.000 flores hacia ese mercado.
Por eso sabe que el tiempo lo apremia, que la carrera es contra reloj. Con un enorme trabajo manual, el matrimonio, codo a codo corta cada vara que está a punto: “Si se abre ya no sirve, hay que cortarla cerrada. Y el calor es uno de los factores que influyen a que esto ocurra”.
“En invierno queda pelado el lote, solo está el rizoma bajo tierra. En ese tiempo, aprovechamos para hacer aplicaciones con herbicidas para mantener limpio. La planta comienza a brotar el 10 septiembre ya con las varas que va a dar y en 40 días ya se puede empezar a cortar. La flor se forma en el rizoma. El primer año cada planta te da una o dos flores, en general. El segundo año puede tener hasta cinco y ya el tercer año te puede dar hasta 15 varas. Nosotros este año tenemos plantas con 30 varas”, detalla.
Para conservarlas, este año logró tener la cámara de frío: “Con la cámara de frío a 1º, las peonías detienen su apertura, se deshidratan y se ponen grises, pero luego puestas en agua por 20 minutos retoman toda la frescura”.
Ya encaminado el emprendimiento, los Bonadeo fueron por más y crearon una línea de cosmética con perfume a peonía. Además tienen visitas turísticas frecuentes con diversos programas que desarrollan en el lugar. Para lo que viene, la idea es ampliar ese parque de flores, sumando tulipanes, marimonias y otras especies para que la gente pueda disfrutar del paisaje por un periodo de tiempo más largo de tiempo.
“Conozco de dónde vino y cómo creció cada planta que tenemos. Me llena el alma lo que hago, pese a poner el cuerpo todos los días. El golpe de timón que hice fue lo mejor que pude haber hecho en la vida. No importa la edad que uno tenga; si uno tiene un sueño, nunca es tarde y siempre se puede recomenzar”, finaliza.
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