Opinión. Carnes: no hay que repetir errores
Por Angel Girardi Para LA NACION
Afortunadamente parece que se empieza a descomprimir la situación no deseada en el mercado de ganados y carnes, con la liberación parcial de las exportaciones de todos los cortes de carne vacuna y total de las de menudencias y subproductos. Es fundamental "darse cuenta" de los errores cometidos y no insistir en algo común entre los hombres: repetirlos.
Acá no hay ganadores. Perdimos todos. Empecemos por nosotros, productores que vimos derrumbarse nuestra hacienda en más de un 30 % de su valor y, cuando íbamos a las góndolas, no apreciábamos reflejada esa baja, puesto que no hay que olvidar que también somos consumidores.
Las más perjudicadas fueron las dos puntas de la cadena. Los que la generan y los que la consumen. Tampoco nos podemos olvidar de los trabajadores de la industria frigorífica calificada, que vieron peligrar sus puestos de trabajo por medidas anacrónicas como la suspensión de las exportaciones desde marzo pasado.
Las intervenciones y regulaciones de mercado nunca fueron exitosas. Esto no es privativo sólo de este Gobierno, sino también lo tuvo (José Ber) Gelbard con el mismo signo político o (Juan Vital) Sourrouille, de otro partido político, australes mediante. Como sabemos, todas estas experiencias no fueron conducentes.
La Argentina, teniendo la mejor carne bovina de la tierra, con estas marchas y contramarchas se convirtió en un proveedor no confiable.
Repárese que tuvimos demorados contenedores con el producto listo y lo único que logramos fue descrédito internacional y acelerar el vencimiento de los mismos.
Costó mucho esfuerzo conquistar mercados. Por ello creemos que debemos actuar y trabajar con estrategias a mediano y largo plazo. No con impulsos. Es hora de incentivar y promover la producción bovina en todas sus facetas.
El Estado Nacional tiene el deber indelegable de abrir puertas para respaldar a la producción y no cerrarlas. Debería existir una comunicación fluida con la producción y bajarse una misma línea desde la conducción, puesto que los cortocircuitos los pagamos todos.
Seguimos insistiendo en la creación de un ministerio fuerte del campo, hoy increíblemente ausente.
La receptividad de los campos hay que aumentarla y terminar con la expulsión de los productores de los predios.
Evidentemente, esto no hay que confundirlo sólo con un sentimiento, sino que hay que permitir que sea rentable para todos.
Estamos ilusionados que termine el antagonismo contra el campo. El partido de la confrontación no lo conocemos ni lo propiciamos. Este clima enrarecido no lo creamos nosotros. No queremos señalar verdugos. Las víctimas fuimos todos.
El mentado Plan Ganadero será viable siempre y cuando se acepte la ley universal del mercado, que no es otra que respetar la oferta y la demanda.
Hoy todos sabemos que esto no ocurre. Pero no por ello vamos a dejar de querer tener un plan, donde es fundamental comprender que si la faena anual es de aproximadamente 14.000.000 de cabezas y los nacimientos no son mayores a 13.100.000, cada año tenemos un déficit de inventario de casi un millón de vacunos.
Reglas de juego claras
Esto se revierte con consenso, reglas de juego claras y perdurables, planes sanitarios integrales y abarcativos, exportaciones liberadas sin condicionamientos; con seguridad, educación y obras de infraestructura elementales como caminos, acueductos, etcétera.
Los episodios aftósicos ocurridos se deben aclarar en profundidad. La trazabilidad debe ser un elemento de utilidad, agregando valor, y no una carga más.
El gran cambio que esperamos es contar con un Estado "facilitador" de las realidades que alienten la producción. Estados provinciales que sepan claramente cuáles son los puntos y regiones a desarrollar.
Un Estado que cuente con técnicos conocedores y llegada al medio. Vale decir, un Estado facilitador que esté en el campo, abriendo escuelas rurales, tendiendo electricidad, alentando el desarrollo de las regiones y haciendo posible mejorar su productividad.
Llegó el momento de actuar sobre los procesos productivos y la gran herramienta son nuestros técnicos y un Estado facilitador que reconozca la labor de los productores y potencie su producción.
Terminada la etapa de amenazas y aprietes, es hora de comenzar a andar el camino, mucho ya se ha perdido, pero no por ello debemos resignar las posibilidades que tenemos.
El campo, nuestro país, requiere propuestas. La usina de rumores e intrigas debe cerrarse para siempre.
Finalmente, recordemos que el secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer siempre lo que se hace.
El autor es ingeniero agrónomo y productor agropecuario. Presidente de la Asociación Productores de Carne Bovina Argentina (Aprocaboa).
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