La suba de las retenciones. Contra la lógica del progreso
Mientras el Gobierno dilata cualquier solución del conflicto con el campo, en varios países de la región ya piensan cómo poder aprovechar la difícil coyuntura local
Lo único que estamos haciendo es no hacer nada irracional", dice Carlos Foderé, presidente de Fadisol, una empresa uruguaya con más de 30 años en el comercio de granos, y en esas palabras parece guardarse un secreto. O una fórmula para sustentar, más allá de cualquier dificultad, la relación entre el Gobierno y el campo en la otra orilla del Río de la Plata. Algo que no sucede precisamente en este lado de ese río. Espectadores de la crisis desatada en la Argentina por la suba de las retenciones agrícolas y las continuas reprimendas del Gobierno contra el campo, productores, técnicos y especialistas de Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y los Estados Unidos consultados por LA NACION no pueden entender cómo un país que tiene todo para potenciar su desarrollo a partir del campo ha comenzado a transitar el camino contrario por la vía de sacarle rentabilidad a la soja, el trigo, la carne y la leche, por ejemplo. Pero tampoco pueden comprender que no haya un acuerdo con el sector. "Los productores brasileños solamente se quedan impresionados con estas determinaciones del gobierno argentino", cuenta Luis Müller, asesor de productores en Mato Grosso do Sul, Río Grande do Sul y Paraná. "En Brasil, el gobierno sabe que si interfiere en la producción después habrá problemas en los precios de los alimentos", afirmó Ricardo Arioli Silva, vicepresidente de la Asociación de Productores de Soja (Aprosoja) de Mato Grosso.
Como Müller y Arioli Silva, en otros países también creen que la Argentina está perdiendo oportunidades y regalándoselas a sus competidores. Algunos de los países vecinos ya están sacando provecho, como Uruguay, donde la carne es la estrella de la exportación, y la soja, producida ya en un 60% por argentinos (superó las 850.000 toneladas esta campaña), sigue atrayendo a productores de la pampa húmeda que se instalan en esa tierra donde no hay retenciones. "Los argentinos vienen recalientes", dijo Foderé, para graficar el ánimo. "Cansados de la falta de reglas claras", agregó Jorge Francomano, un técnico argentino que trabaja en ese país.
"Se trata de aprovechar los buenos vientos que soplan en el sector", subrayó Foderé después de decir que en Uruguay la política es "no hacer nada irracional y permitir el libre comercio". Allí han captado US$ 150 millones el ultimo año de tamberos neozelandeces.
Brasil ha hecho otro tanto en los útlimos años con la carne, sacando ventajas, pese a que ahora tiene restricciones para vender a la Unión Europea. En materia agrícola allí hay potencial para poner en producción con soja 80 millones de hectáreas, extras a los 21 millones que hoy se implantan con el cultivo. Igual que en Uruguay, pero con menor intensidad, en Brasil también hay argentinos tratando de llevar el modelo de productores contratistas o de arrendatarios de campos. Y no son sólo grandes empresas como El Tejar, Los Grobo y Adecoagro.
"Muchos analistas concluyen que la Argentina está perdiendo una oportunidad única no sólo para generar inversiones actuales que van a brindar riqueza en las próximas décadas, sino también de generar capital humano en las cadenas de valor en la que realmente posee una ventaja competitiva", expresó Matías Nardi, un ingeniero agrónomo y master en economía agraria argentino que hoy está trabajando como investigador de Doctorado en Política Agraria en Clemson University, en los Estados Unidos. "El incremento de las retenciones a las exportaciones, la fijación de precios máximos domésticos y la clausura del registro a las exportaciones limitan los saldos exportables argentinos al mundo e incrementan los precios a nivel global", añadió Nardi a LA NACION. En rigor, en el mundo no ha pasado inadvertido el conflicto. De hecho, según Nardi, en los Estados Unidos tanto el Departamento de Agricultura (USDA, en sus siglas en inglés) como varias universidades y el mismo Banco Mundial están tratando de "comprender" la coyuntura local. En el fondo está bajo análisis una forma de encarar la suba generalizada de los commodities con una intervención oficial en su máxima expresión.
Todos miran para acá
Eric Rund, un productor de unas 350 hectáreas en Illinois, cree que la crisis en la Argentina podría derivar en una baja en la producción de soja local, algo que beneficiaría a los Estados Unidos. "Cuando la Argentina tiene problemas con la exportación, los compradores vienen a los Estados Unidos. Los precios bajos en la Argentina reducirán la producción de soja, lo que será a la larga una ventaja tanto para nosotros como para Brasil", indicó. En los Estados Unidos no hay impuestos a la exportación de soja y maíz, pero sí una carga impositiva sobre la renta neta (3% al estado de Illinois, en este caso, y 47% al gobierno federal), además del pago de 70 dólares por hectárea sobre la tierra. "Eso es usado principalmente para nuestras escuelas locales, carreteras, bibliotecas y gobierno local", precisó Rund.
Sin contar un alquiler de US$ 680, en campo propio en Illinois una hectárea de soja de 3600 kilos deja un resultado final de US$ 742 por hectárea (se achica a 62 dólares con el arrendamiento). En términos comparativos, hoy el resultado final de una hectárea de soja con ese rinde es de unos 583 dólares en el estado brasileño de Río Grande do Sul (por las distancias a puerto en Mato Grosso el resultado es de algo más de US$ 100, según Arioli Silva).
Contra lo que pregona el Gobierno, para la Argentina la cuesta es todavía peor que en Río Grande do Sul: hoy en campo propio el resultado final por hectárea ronda entre los 250 y los 350 dólares por hectárea en la zona núcleo, con retenciones e impuestos a las ganancias incluidas. "Ellos (por los productores norteamericanos y brasileños) tienen más costos, pero tienen los ingresos liberados y ahí está la diferencia", recordó un técnico. "Acá el agricultor recibe el 100% del precio de la soja", dicen en Brasil. Con todo, desde Bolivia y Paraguay también muestran solidaridad con los productores locales. "La mayor carga impositiva les resta competitividad a los productores de soja argentinos", comentó Rolando Zabala Moreno, gerente general de la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo de Bolivia.
En ese país, que produce 1,6 millones de toneladas de soja y tiene una oferta exportable de US$ 470 millones con la oleaginosa y girasol, dicen que "Bolivia no ha hecho mucho por aprovechar el conflicto" en la Argentina. En Bolivia pagan impuestos a la propiedad agraria (municipal), al valor agregado (13%), por transacciones (3%) y utilidades (25%).
Claudia Ruser, presidenta de la Asociación de Productores de Soja de Paraguay (allí proyectan una campaña con 6 millones de toneladas del cultivo), agregó otra visión sobre el conflicto. Concretamente, teme un efecto contagio en su país por las medidas oficiales. "Lo que ocurre en la Argentina repercute negativamente. El gobierno anterior trató de crear algunas retenciones y, ahora, con el nuevo podría ocurrir lo mismo", advirtió Ruser. El tiempo dirá si la Argentina también exporta la receta de enfrentar al campo para frenar la suba de los alimentos.
Estrategias ante la suba de los precios
Según comentó Matías Nardi, un argentino que se encuentra trabajando como investigador de Doctorado en Política Agraria en Clemson University, en los Estados Unidos, hoy en el mundo se está observando claramente una polarización en las políticas que llevan adelante los diferentes países frente a la suba de las commodities agrícolas.
"Por un lado, hay países exportadores netos de alimentos, entre ellos la Argentina, que han formulado e implementado políticas (como el incremento de las retenciones a las exportaciones) con un efecto perjudicial contra países en vías de desarrollo, los cuales suelen ser importadores de alimentos. Por su parte, los países importadores de alimentos en su mayoría han formulado e implementado políticas opuestas, entre ellas la disminución de los aranceles a la importación de alimentos, subsidios a la producción, reducción en los costos de transporte de granos y carnes", comentó Nardi.
Para el especialista, en el último tiempo han sido pocos los países que se mantuvieron al margen de tomar medidas políticas ante la suba de las commodities. "Sin embargo, Brasil y los Estados Unidos son dos ejemplos", subrayó.
Según Nardi, las políticas puestas en marcha en la Argentina "afectan el desarrollo, ya que cae el nivel de inversiones". "Al mismo tiempo, los gobiernos de los países competidores en los mercados mundiales, como Brasil y los Estados Unidos, permiten que la generación de esta renta económica extraordinaria por los precios actuales sea utilizada por las diferentes cadenas de valor para invertir y expandir su producción de alimentos, tanto para sus respectivos mercados domésticos como de exportación", explicó Nardi.
"En los Estados Unidos es anticonstitucional gravar con impuestos las exportaciones de cualquier tipo, aunque las exportaciones puedan ser cerradas temporalmente por causas mayores. A nivel impuestos sobre los productores no hay impuestos a los ingresos brutos como en la Argentina", comentó a LA NACION el especialista de la Clemson University.
250-350 dólares
Es el resultado final que ofrece una hectárea de soja en campo propio en la zona núcleo de la Argentina
742 dólares
Es el resultado final que deja una hectárea de soja en campo propio en los Estados Unidos; se achica a US$ 62 con alquiler.
60 por ciento
De la soja de Uruguay es realizada por productores argentinos atraídos porque no hay retenciones
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