En más de 20 sitios experimentales hemos realizado, junto con entidades del sector, ensayos que demostraron una diferencia de hasta 400 kg/ha al realizar una inoculación/biofertilización combinada (bacteria más micorrizas), más conocida como coinoculación, en lugar de hacerlo en forma tradicional (bacterias únicamente).
Se evaluó el efecto de la coinoculación en la campaña 2010/11 en un suelo con historia sojera, demostrándose que, para igualar el rendimiento de la soja coinoculada, se deberían adicionar 110 kg/ha de urea, equivalente, a 70 dólares.
Las micorrizas son hongos que, en simbiosis con la raíz, brindan un mayor desarrollo radicular, lo
que, entre otros beneficios, le permite una mejor y mayor exploración del suelo y translocación de nutrientes, fundamentalmente del fósforo, por parte del vegetal.
En un suelo con baja disponibilidad de fósforo asimilable, o cuando por restricción de costos la fertilización fosfatada tenga que reducirse, las micorrizas, junto a otros componentes, interactuarán para sulubilizar el fósforo del suelo y, de esta manera, y asegure a la planta su nutrición fosfórica.
La multiplicación del hongo micorrizas en el laboratorio, y la incorporación del hongo combinado con una bacteria en un inoculante/biofertilizante de uso comercial es un avance biotecnológico mundial.
Por otro lado, el avance tecnológico tiene que darse dentro de un contexto de uso racional de los recursos para que sea sustentable en el tiempo.
El uso de la coinoculación es sencillo y contundente para la productividad en el cultivo de la soja. Se traduce en aumento significativo de los rendimientos, se logra con un insumo de bajo costo (aproximadamente 6 dólares por hectáreas) y es de fácil aplicación, lo que en definitiva redunda en un importante aumento en la rentabilidad del productor.