La dignidad es el respeto que una persona tiene de sí misma y merece que se lo tengan las demás, ésta es la definición del diccionario español en su acepción corriente. Ahora quienes tuvieron la oportunidad de ver el programa Telenoche, el martes, pudieron ver allí el significado práctico de la palabra.
Allí se vio a una señora grande de edad y de valores, en la meseta central de Chubut, esposa de un productor ovino, en medio de la ceniza, con todo perdido, quizá también las ultimas esperanzas, emocionada hasta las lagrimas mirando al periodista, diciendo: "Estoy haciendo un papelón, porque no puedo contener las lágrimas".
Tapada por la ceniza, con una sequía que consume, con el sonido de un cordero recién nacido al que su madre no puede dar de mamar porque no tiene con qué, esa mujer pedía disculpas por llorar frente a las cámaras. No hay entereza mayor, no hay dignidad que pueda superar lo que esa mujer nos enseñó.
Me pregunto si como Nación, como sociedad, estamos actuando con la misma integridad que la mujer de Chubut, si realmente estamos haciendo lo posible, lo necesario, lo urgente, lo útil para que la gente que allí padece deje de llorar y pueda sentirse al menos acompañada en el desastre ecológico productivo más grande de los últimos años.
Cómo puede ser que la Patagonia central, a la que todas las voces declaran propia y hacen apologías sobre sus sentimientos de incorporación a la Nación toda, tenga ahora, cuando las palabras deben ser cambiadas por los hechos, tamaña sensación de vacío de falta de respuestas integrales, concretas, amplias, generosas, efectivas, que modifiquen a su gente el dramático cuadro de situación por el que transitan sin esperanza.
La mujer que lloraba y pedía disculpas no reclamaba otra cosa que la posibilidad de seguir siendo productores, de continuar viviendo en su tierra y de seguir haciendo lo que saben.
¿No puede el Estado disponer de respuesta política y recursos concretos, efectivos para mitigar la situación?, no cabe duda de que sí, sólo que el problema no ocupa la mirada de quienes tienen el poder de decisión y sólo tangencialmente se incorporan el compendio de noticias diarias que alimentan la información pública cotidiana.
El 4 de junio, el volcán Puyehue empezó la erupción, que hasta ahora no ha concluido, con mejores y peores días, con acumulación de cenizas y sin lluvias, prolongando la sequía de más de cinco años. Claro que esto no es culpa de nadie, pero también es cierto que el problema debe ser responsabilidad de todos. Los aportes que se hicieron hasta aquí son tan loables como escasos.
No es usted señora la que tiene que pedir disculpas, somos nosotros los que no estamos a la altura que la hora exige. Como siempre, los patagónicos nos sentimos solos y ahora lo corroboramos. Entonces intentemos dejar de hablar de la Patagonia y pasemos a resolver sus problemas, para que nadie tenga que pedir perdón por llorar porque se ha quedado sin nada.
Juan Carlos Goya
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