El historiador César García Belsunce, recientemente desaparecido, autor de numerosas trabajos, entre ellos una Historia de los Argentinos en coautoría con el doctor Carlos A. Floria, se dedicó con preferencia al estudio de la población. Para ello, creó y dirigió un grupo de investigación hace muchos años, plasmado en la Academia Nacional de la Historia, en el que con la inestimable colaboración de Susana Frías lograron valiosos e inéditos aportes en todo el país, pero especialmente en la provincia de Buenos Aires, los que dieron a conocer no pocas publicaciones.
La última de ellas, En dicho día, publicada por el Archivo General de la Nación y la mencionada Academia, presentada en abril de este año, es un estudio de los pobladores rurales en los padrones porteños de 1726 y 1744 de los pagos de Areco, Arrecifes, Cañada de la Cruz, Cañada Honda, Las Conchas, Los Arroyos, Luján, Magdalena, La Matanza y San Isidro.
Como bien señala García Belsunce, el resultado es la identificación de más de 5500 pobladores, con sus nombres completos, a los que hay que agregar algo más de 3000 cuyos gentilicios nombres de pila se desconocen. Corresponde señalar que la suma de unos y otros nos da apenas una cifra mínima de la población que existió en aquellos tiempos, dada la imperfección de los registros mencionados.
Muchos de estos nombres o sus hijos son los pioneros de vida rural, aquellos que anónimos o no aparecen en el relato de los viajeros o en el Diario y Derrotero de los viajes del franciscano recoleto fray Pedro José de Parras, en el que encontramos a Antonio Lagos. Estanciero en la Cañada de la Cruz, anota el fraile: "Aquí fue la primera vez que vi una cosa muy extraña, y es esta: acababa de nacer un pollino y en la misma noche había parido una yegua; quitaron el cuero al potrillo y dentro de él envolvieron, o como por acá dicen, retobaron al jumentillo. Hecha esta diligencia, lo aplicaron a la yegua, quien con solo el olor del cuero de su cría admitió al borrico, le dio leche y le cuidaba como a su propio hijo. Criado en esta forma ya el borrico, no se junta con los de su especie, sino que siempre anda con las yeguas, de las que usa para la generación y procreo de mulas, no siendo posible que esto se consiguiese con el cuidado y diligencia que en España se practican para ese efecto, por haber por acá hombres que tienen dieciséis, dieciocho y veinte mil yeguas, entre las cuales andan diversas manadas de jumentos criados en la forma dicha". Otras estancias, como las del maestre de campo general don Juan de San Martín, situada "a cinco leguas de la Cañada Honda sobre el río Arrecifes, el cual se vadea por este paraje y llámanle el Paso de las Piedras".
Sin duda En dicho día, titulado así porque de ese modo empiezan muchos de los documentos consultados, es una obra de especial interés para los interesados en la población de esas zonas rurales, fue dirigida por César García Belsunce, en su último y fecundo aporte al frente de este grupo, y coordinada por Susana Frías y María Inés Monserrat, con la colaboración de María Eugenia Martese y de Adela M. Salas.
Pero quizá lo más importante de este estudio sean sus conclusiones novedosas. García Belsunce encontró cinco, pero sin duda podemos compartir sus palabras sobre la primera: "Una de ellas llamó mi atención, la que afirma que la expansión de la población rural comienza en el siglo XVII y se afianza en la primera mitad del siglo XVIII y no, como se ha dicho reiteradamente, en su segunda mitad o a partir de la creación del Virreinato del Río de la Plata".
Vayan estas líneas de homenaje al historiador, director del Archivo General de la Nación, presidente de la Academia Nacional de la Historia y generoso amigo, que estudió nuestro campo y también conoció los avatares de la vida rural, ya que supo en su establecimiento las desdichas de las inundaciones y de las sequías, pero también los placeres y la paz que brinda la naturaleza.
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