Parecería que en boca de Bernard Vallat, presidente de la Oficina Internacional de Epizootias (OIE), el organismo técnico encargado de la sanidad animal a nivel mundial, todas las palabras son oficiales, aún los comentarios que pueda deslizar en un desayuno con un reducido grupo de productores y empresarios de la carne. Pero las medialunas y esa forma de ser tan argentina que consiste en hacer sentir a cualquier extranjero como en su propia casa aflojaron a Bernard al punto de entrar casi en confidencias.
Pocos días atrás había dado un fuerte respaldo a las estrategias propuestas por la Argentina para erradicar la fiebre aftosa de la región, utilizando la vacunación y rechazando enfáticamente el sacrificio masivo de animales. Había afirmado nada menos que "la condena comercial a las exportaciones de carnes de países cuyo ganado está libre de aftosa con vacunación, como la Argentina, no tiene base científica y debe ser revisada". Las reflexiones de quien por varios años fue presidente del "Senasa francés" y que aspira a postularse para un nuevo período al frente de la OIE trascendieron al sector de la carne vacuna y tuvieron el valor de poner las cuestiones técnicas, comerciales y sanitarias de los alimentos en una perspectiva global. En su opinión, la suerte de la Argentina alimentaria está ligada a dos premisas que el mundo impone cada vez con mayores exigencias: confiabilidad y calidad. No cumplir significaría producir sin precios y sin mercados. Mal o bien que nos pese, la trazabilidad, la información de los productos y las garantías de origen van a jugar de ahora en más un papel excluyente en el comercio internacional de alimentos. Todo esto significa costos que se deberán afrontar a futuro. Además consignó un detalle que a veces se escapa en las discusiones sobre la trazabilidad: si por falta de cumplimiento no se tiene previsto castigos no hay sistema que pueda funcionar. El Estado debe estar presente.
Observó, además, que el consumo de los europeos de alimentos seguros y naturales no es una moda sino una preocupación genunina que se incrementa día tras día, al punto de cuestionar severamente los métodos de crianza y producción. Para Vallat, la UE, al atender estas exigencias, se verá obligada a incrementar sus importaciones de alimentos y al mismo tiempo exigirá mayores condiciones. Ya no es cuestión de producir sino de demostrar cómo se produce.