Advierten por los sesgos que tiene la cumbre sobre los sistemas alimentarios que organiza Naciones Unidas
Mientras los países más desarrollados están saliendo paulatinamente de la pandemia del Covid, los temas preexistentes como el cambio climático o la transformación tecnológica global vuelven a escena. Para muchos especialistas, el colapso sanitario, precisamente, los aceleró.
La producción agropecuaria no es ajena a ese escenario, guste o no que se hable de cambio climático o de digitalización de la vida cotidiana. El interrogante que se abre es cómo se insertan países como la Argentina, con una realidad tan contrastante. Por un lado, tiene una cadena de producción que está en el nivel de los países más avanzados, y en algunos casos los supera, pero, por el otro, atraviesa una crisis económica permanente con elevados índices de pobreza, desarreglos macroeconómicos y un Gobierno que en vez de apoyarlo se dedica a ponerle palos en la rueda.
Con esas contradicciones, el país debe insertarse en un escenario global que los expertos dicen que tendrá una “salida verde” en referencia a que la producción de bienes y servicios deberá cumplir con estándares mínimos de respeto y cuidado al ambiente. Por supuesto, aunque se declame en foros y conferencias que la sustentabilidad es el camino, cada país o factor de poder lleva adelante sus políticas de acuerdo con sus intereses. Aunque el color sea el mismo, “lo verde” no se ve de igual manera .
De estos temas se hablaron en el 8vo. Simposio Del Sur al Mundo, organizado esta semana por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (Fauba), la Fundación Cedef y el Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola (IICA). El foco estuvo puesto en la cumbre sobre sistemas alimentarios que las Naciones Unidas organizan para septiembre próximo.
Esta cumbre, explicó Fernando Vilella, director del programa de Bioeconomía de la FAUBA, “puede tener impactos importantes”, pero recordó que “nuestros países no suelen ser escuchados desde la producción”. En otras palabras, lo que advirtieron varios de los especialistas, desde funcionarios de la Cancillería hasta académicos, es que este foro global, puede derivar en la fijación de políticas restrictivas para países en desarrollo, como la Argentina, exportadores netos de alimentos. Todo con la excusa de la preocupación de los consumidores, del cambio climático y otras demandas sociales
“No respaldamos la visión de que los sistemas alimentarios son fallidos y deben ser cambiados en su totalidad”, dijo Manuel Otero, director general del IICA. “Estos sistemas lograron aumentar los niveles de productividad de la agricultura con incrementos de más del 70% de la producción. Para los países de América Latina y el Caribe son motor del crecimiento económico con la generación de exportaciones por más de 140 mil millones de dólares en 2019”, destacó Otero, quien remarcó: “Debemos seguir transformando las cosas que estamos haciendo bien y corregir aquellas que no”.
En tanto, María del Carmen Squeff, embajadora argentina para las Naciones Unidas, advirtió que en los preparativos de la cumbre se está poniendo “un sesgo negativo a todos los sistemas alimentarios”. Explicó que nos cinco puntos principales de debate de los llamados “tracks” de acción no están incluidos los temas del comercio mundial de alimentos y que tienen preponderancia las ONG en la dirección de las comisiones. Otro diplomático, Carlos Bernardo Cherniak, embajador de la argentina frente a los organismos de la ONU con sede en Roma, es decir la FAO, explicó que hay una fuerte presión de la Unión Europea para “alinear todo en clave medio ambiental, vinculando la nutrición y la sostenibilidad sin rigor científico”.
Los funcionarios y especialistas coincidieron en que es necesario respaldar una visión favorable con el ambiente, pero destacaron que la sostenibilidad también tiene un factor económico que debe ser considerado.
Santiago Nocelli Pac, consultor argentino que está trabajando en Corea del Sur, recordó que los países del Cono Sur de América Latina proveen el 40% de los servicios ecosistémicos del planeta. “Deben ser empoderados”, destacó. “Si hay un número para calcularlos, ¿por qué no está monetizado? Hay ciencia y herramientas para hacerlo, no existe la voluntad suficiente para aplicarlas”, remarcó en referencia a los países desarrollados.
En definitiva, se coincidió en que la Argentina puede exhibir su forma de producción diversa, desde la siembra directa hasta la agricultura familiar. Al menos, en este tema, tanto el Ministerio de Agricultura como la Cancillería vienen trabajando y dialogando con el sector privado.
Si bien hay muchos aspectos por corregir, la Argentina hace tiempo que comenzó a explorar el camino de la sustentabilidad. Lo bueno es que lo puede mostrar.
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