NECOCHEA.- Todo está allí, flotando a merced de cualquier capricho de la naturaleza. Miles de hectáreas con el trigo en etapa de llenado de grano, pequeños plantines de girasol y maíz. Todo. El atípico exceso de agua en la zona costera de la provincia de Buenos Aires amenaza los resultados de una cosecha que auguraba rendimientos espectaculares. "Los campos que están mejor son como portaaviones en medio del océano", graficó al respecto el productor de Necochea, Gastón Fernández Palma.
Hasta ahora, esta región, una de las más ricas del país en el rubro agrícola, se había mantenido libre de las inundaciones que azotan buena parte del resto de la provincia. "El agua llegó al sudeste para quedarse, de eso no hay duda", consideró Fernández Palma al tiempo que agregó: "A estas alturas vemos cómo el agua no drena y permanece en el campo".
Se estima extraoficialmente que un 50 por ciento de los sembradíos corre serios riesgos de perderse. Una porción de entre el 40 y el 50% del trigo no llegó a sembrarse y los trabajos para la gruesa resultan una verdadera incógnita. "Nos hemos transformado en gente rica -dice Fernández Palma-, con los silos llenos de granos, pero no lo podemos sacar y encima estamos preocupados porque se nos pueden inundar".
Lo curioso del caso es que la franja costera que comprende las localidades de Las Copetonas, Lin Calel, San Francisco de Bellocq,
San Cayetano, Orense, Energía y hasta Necochea, está ubicada a escasos kilómetros de una salida obvia. "Estos suelos están saturados de agua y no hay forma de que escurra. Nos diferencia de las otras zonas que nosotros estamos al lado del mar", explicó indignado Fernández Palma.
La opinión generalizada es que de haberse realizado las obras básicas para que los excesos lleguen al océano esto no hubiera ocurrido. Por ello, un grupo de productores de Necochea decidió "tomar el toro por las guampas" y formar la cooperativa de servicios rurales hídricos-viales, Angel Ignacio Murga. Mediante esta figura, que aún está en proceso de concreción por trabas legales, piensan autogestionar sus propias obras, pero bajo la supervisión de los técnicos hídricos de la provincia. "Nosotros somos realistas, sabemos que ir a reclamarle al gobierno que haga algo no lleva a nada", consignó el presidente de la Cooperativa, Enrique Elizalde y agregó: "Yo no quiero que el Estado me ayude, sólo quiero que no me estorbe".
El problema de la iniciativa es que muchos productores aún son reticentes a financiarla porque se supone que ya tributan al municipio y a la provincia impuestos para que se inicien las obras. "Hace meses que empezamos con esto, pero la mayoría se entera sólo ahora porque tienen el agua al cuello", dijo Elizalde.
Este tipo de proyectos, en forma de consorcios o cooperativas, ya se aplican en otras zonas como Tandil, con resultados exitosos.
"Hemos llegado a un nivel de anestesia muy grande por parte de los productores que quieren que se hagan las obras sin poner nada", se quejó Fernández Palma.
Recorrida acuática
Orense, provincia de Buenos Aires. El día se presentó el lunes pasado limpio y bastante cálido -el martes y el miércoles estas condiciones volvieron a cambiar-. Las intensas precipitaciones de las semanas precedentes y la gran maza de agua que baja por los canales desde el noroeste de bonaerense colocó a los agricultores entre la espada y la pared. Tal vez, esta localidad sea el epicentro del nuevo fenómeno de inundaciones que azota al sudeste de la región agropecuaria más rica del país.
"Veníamos para tener un veranito económico que se habría notado mucho en todos estos pueblos que dependen de la producción agropecuaria, nos faltaba poco para llegar a la meta", expresó con cierta resignación el productor César Ambrosius.
Su familia llegó de Dinamarca hace 86 años a cultivar estas tierras y hoy la situación de estos descendientes de colonos es delicada. "En cuanto todo tendría que ir mejor, va todo peor", deslizó José, uno de los hijos de César, que trabaja codo a codo con su padre.
La escena resulta paradójica. El campo de los Ambrosius quedó aislado por la caída de un pequeño puente que sortea una alcantarilla. Hoy ese lecho se ha transformado en un correntoso arroyo y, por fuerza, tuvieron que abrir un camino desde la ruta para sacar la leche del campo por unos de únicos lotes de trigo a salvo del agua. "Pensábamos tirar la leche, pero decidimos sacarla por el trigo porque el tema de desperdiciarla hoy es un pecado y es muy fuerte para nuestra sicología", sostuvo Ambrosius.
El ingeniero agrónomo y asesor de la Cooperativa Agrícola de Orense, Patricio Laura señaló que hay un 40% de daño en los trigos. "El maíz deberá resembrarse en un 50% con costos de implantación mínimos de 140 dólares", explicó, aunque los tiempos para la operación se acortan y el tiempo no parecería acompañar.
"Esta foto -comenta mientras señala algunos lotes- tiende a deteriorarse. Hay cultivos que tienen mucha agua acumulada y comenzó a notarse la falta de oxígeno que anticipa la mortandad. En los próximos días van a notarse verdaderas pérdidas".
No en vano los productores reclaman obras, que hasta ahora nunca siquiera tendieron a empezar. "Es una cosa de locos lo que está pasando porque la sensación es que se está en manos de la naturaleza y las pocos trabajos que se hacen son individuales con lo cual en la práctica no rinden y hasta perjudican a los vecinos", se quejó el ingeniero Laura que asesora unas 15.000 hectáreas en la zona. En particular, los pobladores de Orense reclaman la limpieza o dragado del canal Cristiano Muerto, totalmente obturado por juncos y basura.
Inversión fallida
En mejores tiempos los rendimientos del alcanzan los 3700 kilos por hectárea. Pero la inversión es muy grande y difícilmente el daño producido por agua pueda compensarse.
Saúl Etcheto es un productor mixto de 1600 hectáreas. "En el girasol tenemos un 50% de pérdida y estamos expectantes por el otro 50%, porque no sabemos cómo evolucionará", consideró Etcheto. El productor relata a LA NACION que los caminos están intransitables y que las inundaciones significarán un duro golpe a la economía de los pueblos.
A su lado, otro productor, Ernesto Fhurer, agregó que los cálculos ya no cierran. "Acá hay agua donde nunca hubo, es totalmente atípico. Algo ha fallado", señaló y añadió: "Ahora nos queda esperar para ver cuál es el nivel de daño, pero en el mejor de los casos podría salirse apenas hecho".
Etcheto sostiene, a su vez, que "aunque baje el agua será un año malo", porque para salvar los gastos generales de implantación había estimado un rendimiento promedio de 2800 kilos de trigo por hectárea. "La gente de hidráulica de la provincia vino un algunas veces pero no nos dan bolilla, hay una máquina parada que no se usa", graficó el panorama de indefección Etcheto.
La visión es dantesca. Un tractor transita por el medio de un río, que alguna vez fue un camino de acceso a la ruta. Al volante, con 70 años, el productor Héctor Lay intenta maniobrar la máquina hacia la calzada. "Está muy bravo, habíamos sembrado girasol y maíz y está todo perdido", dijo Lay al tiempo que agregó: "Prometieron canalizar en 1984 y no se hizo nada, pero es verdad que tampoco insistimos mucho y eso no está bien".
Un fenómeno que se repite
La producción se resiste al agua
El paisaje rural de la zona costera bonaerense cambió radicalmente con las inundaciones. Aunque los productores no bajan los brazos, la economía de los pueblos corre serios riesgos, porque la próxima cosecha tendrá magros resultados. El exceso hídrico por las lluvias y el desagote desde el Norte propinaron un duro golpe.
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