La carne argentina sigue gozando de una percepción entre los consumidores extranjeros como la mejor del mundo. Los que lograron imponer este altísimo concepto allá por los años 30/40 del siglo pasado hicieron una magnífica tarea de marketing, cuyos frutos seguimos disfrutando hoy, tal vez inexplicablemente, porque muchos fueron los gobiernos que se esforzaron por romper este encantamiento.
La apertura de mercados que se está logrando, más allá de que la modalidad del comercio actual implique negocios de ida y vuelta, es un avance importante para todas las producciones, incluidas las carnes. En particular, la carne vacuna está recuperando volúmenes de exportación a los que habíamos llegado 20 años atrás y que paulatinamente fuimos perdiendo, principalmente por la falta de atención de los gobiernos.
La carne es una commodity, y como tal su comercialización ha sido siempre un mejor negocio para la intermediación que para la producción. Elevar la escala en la producción implica grandes inversiones y, en general, las explotaciones en vez de crecer, con el tiempo se reducen, y aunque las ventajas comparativas persisten, las competitivas desaparecen. En este punto surgen las alternativas, y la más común es salir del negocio, pero si se rompiesen algunas resistencias que tenemos los ganaderos hacia el asociativismo o a la integración a los eslabones superiores de la cadena, se lograrían excelentes resultados.
La oportunidad que ofrece el contexto global para el comercio, que nos muestra las tendencias y preferencias de todo el mundo, nos permitiría dejar de vender carne como materia prima a un valor diez veces menor que el que es posible obtener por productos terminados. Se trata de aprovechar la ventaja de tener la producción localmente y elaborar productos con materia prima propia y mano de obra local. Los capitales que hacen falta para desarrollar en serio la industria cárnica son importantes, pero no imposibles de conseguir para un buen negocio.
La oportunidad está más allá de los frigoríficos, esto está varios pasos adelante, ya que es posible elaborar carne para envasar en todas las modalidades o elaborar porciones controladas como platos listos congelados. La tecnología de los alimentos hoy ofrece soluciones de todo tipo para llegar en excelentes condiciones a las góndolas.
De alguna manera nos hemos perdido en el esfuerzo por exportar carnes y hoy es necesario replantearnos el negocio para los productores y para el país en su conjunto, ya que se generaría una mayor cantidad de divisas y de trabajo. A veces buscamos las soluciones donde no se encuentran, pero en este caso solo hay que coordinar los esfuerzos porque todo está al alcance de la mano y los gobiernos tienen que promocionar el uso inteligente de los recursos propios. Las 500.000 toneladas de carne que aspiramos a vender en los países de destino van a generar valor por el equivalente a cinco millones. Cambiar esta realidad no se logra por decreto ni en poco tiempo, pero es necesario que comencemos a identificar las oportunidades precisamente cuando se están dando las condiciones para poder realizarlas.
El autor es productor agropecuario
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