Opina Benito Legeren
En un mundo que cuestiona los valores, donde la fuerza de la violencia aún puede más que la de la razón, es dado que se traten temas con escepticismo. En esto incurren quienes desconocen la labor y el esfuerzo que desarrollaron por décadas nuestros dirigentes agropecuarios.
Este es el planteo que algunos hacen en distintos ámbitos, propios y ajenos a la actividad rural, respecto de las virtudes o defectos que marca la realidad de sus instituciones. Es necesario rever qué pasó y dónde vamos.
No debemos reflejar los últimos años de decadencia social y económica en un juicio de valor sobre nuestras instituciones y dirigentes agropecuarios. Es necesario recordar nuestros orígenes y, fundamentalmente, proyectar al futuro.
Provengo de una familia de productores comprometidos con la política agropecuaria y estoy orgulloso de serlo. Hemos cumplido nuestras responsabilidades empresariales y dirigenciales tranqueras dentro y fuera durante años.
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Conozco las fallas y virtudes de nuestras instituciones, generadas por nosotros, sus dirigentes. Sé que sin dejar de lado nuestras tradiciones debemos revisar las estructuras de CRA y adecuarla a los requerimientos de estos tiempos.
El mantener las estructuras originales retrasa la evolución y facilita los argumentos a quienes pretenden mostrar a la dirigencia rural dividida o sin propuestas. Genera también el surgimiento de varias entidades específicas, con quienes convivimos a fin de potenciar la defensa de nuestro sector, para evitar su desmembramiento y actuar con un fin común. A esto apuntamos y damos los primeros pasos en la cadena agroindustrial.
Sabemos lo que falta por hacer, pero también lo que se hizo. No nos quedamos en piezas literarias para que las concreten otros, hemos puesto el hombro, actuamos y también, nos equivocamos. Somos productores, como nuestros representados, y enfrentamos las dificultades que apareja ganar presencia fuera de nuestra actividad en el campo y, más aún, en el ámbito político, donde no supimos, quisimos o pudimos participar como representantes del agro así como otros sectores de nuestra economía influyen con su poder económico y de lobby sobre ámbitos de decisión para obtener réditos de todo tipo.
La falta de aportes económicos a nuestras entidades fue siempre una limitante para expandir nuestra capacidad de acción. A pesar de ello no nos faltaron fuerzas para frenar un proyecto inconveniente para el sector en el Congreso o ante cualquier área del Poder Ejecutivo, exigiendo la modificación de alguna norma perjudicial para el productor o también acercando propuestas que avizoran el crecimiento del país junto con el del campo.
Cuando el agro es rentable, el pueblo es dinámico. El dinamismo de los pueblos es la base de un país viable.
¿Cómo imaginamos al dirigente gremial de este nuevo siglo? Los primeros lineamientos sobre CRA del futuro están orientados a que los hombres y mujeres del movimiento confederado rural puedan asumir las máximas responsabilidades, eficientemente, sin inútiles sacrificios personales, apuntando a una entidad de gestión profesional, cuya dirección esté en manos de productores, para así mantener su auténtica legitimidad de representación.
Hace años que se habla de esto y también de la unión de las cuatro entidades nacionales. Estamos avanzando en ello.
Las gestiones, que son muchas, nos reúnen a los presidentes varias veces en la semana y en contadas oportunidades no tenemos coincidencias, pues si bien transitamos caminos diferentes, tenemos un mismo objetivo: la defensa del productor.
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Se tiene que promover un fluido diálogo generacional para mantener vigente la continuidad de las instituciones bajo los lineamientos de los ideales que le dieron vida. Estamos trabajando para que los ateneos juveniles tengan más participación activa en la institución y para que nuestros dirigentes más experimentados vuelquen sus vivencias y conocimientos. A partir de esa experiencia esperamos que se cimenten las nuevas bases de nuestras instituciones.
Esta es la idea: unir al sector y profesionalizar CRA. Pero necesitamos una mayor participación de los productores y por ello los convoco a acercarse a las entidades base. Y si por alguna razón no pueden asumir esta responsabilidad, es preciso que confíen en quienes sí dedican su tiempo en representarlos y que confíen también en sus instituciones.
El desafío está planteado, la huella se hace al andar.
El autor es presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)