El desarrollo de los sectores agroindustriales de los países tiene implícito un sinnúmero de aspectos complejos. El mejor indicador de éxito es el posicionamiento de sus productos. Así encontramos países como los Estados Unidos, Brasil, Suiza u Holanda, que, sin importar el tamaño de su territorio, están entre los primeros en colocar productos del sector agropecuario en otros mercados del mundo.
Existe un aspecto común en los países que son capaces de aprovechar las oportunidades y superar las amenazas que ocurren en los mercados de cada uno de los productos. Las oportunidades y amenazas pueden venir de la mano de los cambios de hábitos de consumo, la economía, el comercio mundial, la tecnología, etcétera. Cada uno de éstos puede significar acceder a un nuevo mercado o por el contrario perder un lugar que se tenía. En cada caso está implícito el crecimiento o la desaparición de empresas, marcas, inversiones, empleos y otros elementos que nos afectan directamente.
Este elemento que tienen en común es la capacidad de coordinar una cadena de valor detrás de cada producto o servicio que ofrecen en su mercado interno o externo, de manera que éste mantenga la ventaja que lo hace competitivo frente a sus competidores y, por lo tanto, sus clientes lo sigan eligiendo.
La disciplina que nos ayuda a estudiar y a planificar cómo lograr que un determinado producto sea el preferido de los clientes y que éstos perciban que los satisface, tanto dentro de las fronteras del país como el exterior es la estrategia. En la complejidad de las relaciones del mundo actual, el éxito de un producto en un mercado no depende sólo de quien hace la venta final, por lo tanto es indispensable que todos los eslabones anteriores de esa cadena tengan un compromiso con el destino final de ese producto y comprendan la razón por la cual ese cliente final ha elegido el producto.
Los integrantes de la cadena deben desarrollar sus actividades de investigación, producción, desarrollo de insumos o tecnologías intermedias, comercialización, transporte, etcétera, de manera que ese bien siga siendo elegido por el cliente actual y por otros nuevos.
Un aspecto clave de la estrategia es conocer los clientes y el mercado de nuestros productos. Existen muchos aspectos que surgen a primera vista como volumen del mercado, el crecimiento anual, las barreras sanitarias, los aranceles o impuestos, los competidores, entre otros.
Existen, sin embargo, algunos aspectos del funcionamiento de los mercados agropecuarios o agroindustriales que no son tan bien comprendidos y que al no ser tenidos en cuenta implican que lo que para algunos es una oportunidad, se transforma en una amenaza con graves consecuencias para otros. Hoy quisiéramos poner el foco en uno de éstos, nos referimos a la relación entre el consumo mundial de un producto y su comercio mundial.
En algunos de los productos agropecuarios, como las carnes (porcina, aviar y vacuna) y el maíz, la relación entre la producción mundial y el comercio mundial nos muestra que la producción mundial es 10 o 20 veces mayor que el comercio mundial. Esto trae como consecuencia que ante pequeños aumentos o caídas en la producción mundial la sobreoferta o sobredemanda que ocurre en el mercado mundial genere caídas o subas de precio exageradas.
Al hacer un análisis de las cadenas de valor que están detrás de los productos de exportación de nuestros países competidores nos damos cuenta de que la estrategia de la cadena les permite transformar las importaciones y las exportaciones en fortalezas que apuntalan su crecimiento, sin poner en riesgo la existencia de un eslabón de la cadena.
En estos países el productor no está amenazado por las importaciones de productos que son coyunturalmente baratos, tampoco el circuito comercial o el cliente del mercado interno están en riesgo de ser desabastecidos por las exportaciones.
En Maizar entendemos que la comprensión de los aspectos estructurales y coyunturales de los mercados de todos los productos de la cadena de maíz y sorgo argentino (desde los tecnológicos y los granos hasta las carnes, lácteos y otros productos de alto valor) deben ser la base de la estrategia público-privada para nuestro crecimiento y desarrollo.
A. Morelli y M. Fraguio