Productividad, rentabilidad, competitividad, calidad, satisfacción del consumidor son varios de los conceptos vertidos en las columnas de Arturo Vierheller (h) y Martín García Fernández en sus artículos publicados en este suplemento en días pasados.
Nadie discute la importancia que ha tenido la genética para el desarrollo de los agronegocios y alimentos a nivel global. De hecho, un investigador norteamericano ha sido laureado con el premio Nobel de la paz por sus investigaciones en el ámbito de la genética agrícola y por su contribución a la "revolución verde".
La Argentina tiene amplia historia en la producción ganadera y cárnica. En la época de la colonia la carne vacuna fue clave para la alimentación de colonos e indios.
Ya para mediados del siglo XIX la Argentina ingresa en las "grandes ligas" de la ganadería con la inclusión de nuevos materiales genéticos: los toros Virtuoso (Aberdeen Angus), Niágara (Hereford) y Tarquino (Shorthorn) -a los que una marca de whisky inmortalizó-, y posteriormente la exportación de carne a través del buque Le Frigorifique en 1876 permitió transformar a nuestro país en una de las potencias en la industria de la carne vacuna.
Actualmente, los rodeos bovinos tienen todavía esa herencia genética. La genética bovina puede mejorar, entre otras cosas, la precocidad de las hembras para realizar entores de 15 meses, puede aumentar la producción de leche, puede contribuir a mejorar la tipificación de las reses y puede mejorar el nivel de marmoleado (nivel de engrasamiento) de la carne. Estos dos últimos puntos tienen relación directa con la calidad de la carne, y consiguientemente el ganadero argentino es un artífice clave para mejorar la satisfacción del consumidor final.
Ante este postulado surgen dos cuestiones:
a) ¿Qué es calidad en carne vacuna?, ¿cuáles son las características de la carne que satisfacen al consumidor?, ¿qué atributos son importantes para doña Rosa (o el Sr. Hans en Alemania) a la hora de ir a comprar carne?,
b) ¿Qué incentivos -o ambiente de negocio- deben haber para que el productor se vuelque a invertir en genética?, el sistema de ganados y carne vacuna en la Argentina ¿ofrece una coordinación alineada a la inversión en este tipo de activo (específico)?
A partir de varios estudios realizados por el IPCVA en el mercado local se observa que el consumidor argentino valora la carne tierna, el tipo de corte y presentación, y el precio. Calidad de carne significa terneza, cortes fáciles de preparar, pero sobre todo una buena relación precio/calidad. Y su referente número uno para la toma de decisiones es el carnicero: es él quien le asegura la calidad del producto o bien asesora para que el consumidor tenga satisfacción por comprar en dicha carnicería, y no hay una relación con la genética o raza del bovino para la toma de decisión.
Por lo tanto, en el mercado interno cualquier inversión que pueda realizar el productor en genética no es reconocida directamente como atributo de calidad por parte del consumidor final. Toda inversión en genética no tiene relación con el resto de la cadena bovina, no sólo porque "no llega" esa información al consumidor sino también porque la estructura frigorífica, de distribución y comercialización de carne para el consumo interno va en contra de cualquier inversión en genética que pueda hacerse en los establecimientos.
Y como para completar el cartón, el marco institucional formal e informal (reglas de juego) del sistema de ganados y carne vacuna en la Argentina es turbulento, incierto y no ofrece garantías ante la inversión en activos (fijos, específicos, etc.).
El consumidor global
A la saga de Douglass North, premio Nobel de Economía 1991, "? con inseguridad en el derecho de propiedad, pobre aplicación de las leyes, barreras al ingreso y restricciones monopólicas, las empresas tenderán a tener pequeña escala, bajos activos fijos y horizontes de corto plazo".
El desarrollo de nuestro sistema bovino debe entonces re-pensarse; tal como decía Héctor Ordóñez: establecer un sistema competitivo, con bajos costos de transacción, reglas de juego estables y confianza en las transacciones entre los actores; esto permitirá contar con inversiones en genética, instalaciones, industria frigorífica, cámaras de frío, transporte, en estudios de mercado, etc.
De esta forma se podrá garantizar calidad y seguridad a un consumidor global y contar con un sistema agregador de valor.donde todos ganan.
Hernán Palau