Julián Debeus y la importancia de agregar valor a la materia prima regional
PARANA.- En cuatro hectáreas ubicadas al sur de Villaguay, en el corazón de Entre Ríos, Julián Debeus está cerrando el circuito completo para agregar valor a la materia prima regional. El eje de la empresa, con cinco años de actividad, es el matadero bovino La Mulita con capacidad para faenar 3000 cabezas por mes, y que está trabajando a media máquina. "Fabricamos para el mercado interno mientras tengamos esta moneda, que nos impide exportar", dijo a La Nación . "El alimento para mascotas nos cuesta 1,50 pesos sin ganancia, sin fletes, y en Europa está a 1 peso al público, es impensable salir con esta relación cambiaria", se lamentó.
Este año desarrolló una planta de enlatados para sus conservas Juliana. "No es ninguna novedad para una provincia como la nuestra, con la experiencia formada en los frigoríficos Vizental y Santa Elena", comentó en referencia a las principales plantas exportadores del litoral, clausuradas en los «90, que aportaban el 60 % de las exportaciones locales. Hoy este rubro no alcanza al 0,5 % de las ventas al exterior, porque si bien se conservan y engordan más de 4 millones de cabezas, la midad de las faenas se realizan afuera.
"Integramos los conocimientos de profesionales, técnicos, químicos, idóneos, y probamos diversas ideas", indicó el empresario que en la última exposición rural realizada en Concordia exhibió el aprovechamiento de un animal entero y el valor incorporado. "Primero mostramos nuestros cortes nobles, caros, envasasos al vacío, enfriados o congelados, después el alimento para mascotas Moopy, que habilitó el Senasa este año, y que realizamos con una mezcla de menudencias, maíz y arroz", explicó.
Otras partes de la res se destinan a la preparación del locro enlatado listo para calentar y servir, con maíz y porotos. El envase es similar al utilizado para los duraznos al natural, de 900 gramos. Otra salida es la carne picada saborizada, apropiada "para acompañar un plato de fideos, de arroz, o como relleno".
Los deshechos sólidos se destinan al consumo de las lombrices, que fabrican el humus necesario para una quinta orgánica, a 50 metros de la planta, cuyos frutos se destinan por ahora al consumo de los trabajadores y los vecinos.
A esta altura ya no queda nada del animal, pero están desperdiciando 150.000 litros de agua por día. Entonces el empresario convocó a José Roberto da Silva, un ingeniero agrónomo especialista en acuicultura, y Nelson da Rosa, productor de alevines (peces pichones), ambos de Río Grande do Sul, Brasil, para que lo asesoraran en la producción en cautiverio.
Tratar el agua y almacenarla les permitirá engordar peces, particularmente las carpas tipo capín, húngara y plateada, similares a la boga, que se alimentan una en la superficie, otra en el medio y la tercera en el fondo de la laguna, de manera que no compiten entre sí. Consultado por La Nación , Da Silva resaltó las bondades de la acuicultura.
"Los peces en cautiverio utilizan áreas desaprovechadas como el tajamar, y cuando el ganado le da 200 kilos de carne por año, usted con los pescados obtiene 5.000 kilos para el consumo o para desarrollar la actividad turística con un pesque y pague", sugirió.
En carpeta, el entrerriano ya imagina cerrar el circuito completo: "estamos probando el rendimiento de unos plásticos transparentes que aguantan 121 grados de temperatura. Ahí se cocina y se esteriliza el pescado o el pollo, es una comida lista, tiene que calentarse en microonda o a baño maría, la ventaja es que no necesita frío, sirve cualquier transporte y aguanta de 2 a 3 años".
Al contrario de la tendencia local a exportar materia prima en crudo, aquí nada sale sin elaboración, aunque las ideas se concreten gradualmente, sin apuro. En esta provincia arrocera y avicultora "probamos un arroz con leche con canela, en lata, y gustó mucho, y estamos mejorando un flan en lata", siguió Debeus, pero en verdad su plato fuerte es la creatividad.