El incremento de las tasas de interés que dispuso el Banco Central (BCRA) para la producción agrícola fue la contracara de la ventana que abrió el Gobierno con un tipo de cambio diferencial para la soja a $200 hasta fin de este mes.
Pese al malestar del secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, con la medida del BCRA, la decisión enturbió lo que parecía haberse transformado en un nuevo vínculo con el agro. Pese al reclamo de las entidades rurales, al cierre de esta edición, las autoridades económicas no habían dado marcha atrás con la medida.
“Esta medida es totalmente discriminatoria y distorsiva y atenta contra el normal desarrollo de las actividades productivas, poniendo en riesgo no solo posibles inversiones del sector sino también el acceso al capital de trabajo que este año será muy necesario debido a la severa sequía que está poniendo en riesgo a la producción de la próxima campaña”, dijeron las bolsas de cereales y comercio en un comunicado.
“Consideramos que el crédito es fundamental para el desarrollo de la actividad productiva y discriminar a un sector dinámico sin dudas tendrá impacto en el potencial de producción”, dijo, a su vez, la Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (Acsoja). “Por lo tanto, solicitamos al Gobierno revertir esta medida que perjudica el desarrollo del interior y el aumento del flujo de exportaciones”, añadió.
Ese desfase entre una medida y otra también impacta en otro sector clave de la producción agroindustrial: las economías regionales. Un caso que sirve para ilustrar el panorama que atraviesa este sector es el de la vitivinicultura. Se supone que es una de las principales actividades que genera divisas, inversiones y empleo con exportaciones de valor agregado, que incluyen la marca país. Sin embargo, enfrenta un problema de competitividad, tanto por el atraso del tipo de cambio como por el proteccionismo de la economía argentina, que le están haciendo perder mercados en el exterior. La Argentina del malbec está en retroceso.
“Proyectamos una caída de 10% en nuestras exportaciones”, advierte Francisco Do Pico, vicepresidente primero de Bodegas de Argentina, entidad que agrupa a 250 bodegas grandes, pequeñas y medianas.
Señala que la actividad tributa 4,5% por derechos de exportación, que tienen nulo impacto fiscal. “Enfrentamos una inflación en dólares que provoca el aumento de los costos de producción internos”, añade. “No pedimos un dólar malbec, como se ha dicho, porque implica una desigualdad frente a otros sectores, como se hizo con la soja, pero sí un tipo de cambio competitivo”, añade.
Para las exportaciones de vino en botella, el contexto internacional es crítico. “La libra y el euro, mercados que representan casi el 40% de las exportaciones argentinas, se han devaluado; en Estados Unidos, el consumo ha caído en un 15%”, sostiene.
A ese escenario se agrega que las bodegas argentinas ingresan en los mercados internacionales con un arancel promedio de 5%, mientras que sus competidoras de Chile lo hacen con el cero por ciento por los acuerdos de libre comercio que ha firmado el país trasandino. “En mercados como México y China tenemos un arancel de 14%”, añade Do Pico. Prácticamente ya no pueden entrar.
La desventaja frente a países competidores en el mundo del vino también se presenta con el presupuesto para promoción. En la industria calculan que la Cancillería apenas dispone de US$500.000 anuales para este rubro, que parecen insignificantes frente a los US$7 millones que gasta Chile por año para promocionar sus vinos en el exterior.
A este panorama adverso se agregan las restricciones cambiarias que impone el Banco Central que, entre otras cosas, a las bodegas se les hace muy difícil concretar pagos de publicidad o marketing en el exterior.
El vicepresidente de Bodegas de Argentina señala, además, que la pérdida de posiciones del vino argentino en el exterior ocurre en el segmento de mayor consumo como el de etiquetas de hasta seis dólares. En el tope de la gama el impacto es menor, reconoce.
“Desde 2010 estamos estancados en 220 millones de litros de exportación”, advierte Do Pico.
Si hay un sector de la agroindustria que debería ser emblema de cualquier proyecto productivo de la Argentina es el vitivinícola. Sin embargo, el orden de prioridades del Gobierno pasa en la actualidad por resolver las urgencias como el aumento de las reservas del Banco Central. Sin embargo, las economías regionales necesitan también de medidas que les devuelvan la competitividad.