En el sector agropecuario. No sólo hay que ser, sino parecer y poder demostrarlo
Primero fue el terremoto; después, las especulaciones, que ya llevan diez días desde que el laboratorio de referencia mundial de encefalopatía espongiforme bovina (EEB) en Weybridge, Inglaterra, confirmó la infección de una vaca Holstein en el estado de Washington, Estados Unidos.
El tema es excluyente, y casi no se habla de otra cosa fuera de los límites que impone la "vaca loca". ¿Nos perjudica? ¿Cuáles son las oportunidades y los riesgos de esta nueva situación?
Hasta la mismísima soja, que desde hace un buen tiempo acapara todos los debates, quedó relegada a un segundo plano. A la hora de hacer un ranking, la aparición de un caso de "vaca loca" en los Estados Unidos fue la noticia agropecuaria más impactante del 2003. Un solo golpe, una sola vaca enferma, a pocos segundos de terminar el round o el año, bastó para que el gigante norteamericano de la carne vacuna se cayera hasta apilarse sin forma en el suelo.
Por ahora sólo puede escuchar "groggi" como se le cierran las puertas de más de 30 mercados que le compraban carne vacuna pero que también le adquirían semen, embriones y animales en pie. El que hoy está en el suelo es una de las cadenas agroalimentarias más profesionales y eficaces del mundo.
Hace menos de tres años, en una gira por siete estados, observando lo que se hacía en los frigoríficos, feedlots, universidades, centros de inseminación, cámaras de exportación, asociaciones de productores y el gobierno federal, no pude menos que sorprenderme por la aceitada maquinaria que habían desarrollado. Este sector se había organizado como para poder influir tanto en el consumo interno como en los mercados de exportación utilizando indistintamente herramientas comerciales, de marketing, operaciones de prensa o desarrollo de nuevos productos.
Hoy, todo ese trabajo acumulado durante años sufre una devaluación peor que la de la Argentina. Se estiman pérdidas cercanas a los 2000 millones de dólares para el próximo año y una caída del 25% en los precios. Pero esto puede empeorar, máxime si, como muchos piensan, la vaca Holstein, de Washington, es sólo la punta de un iceberg. Hay razones que generan esta inquietud.
A la hora de las conjeturas sobre lo que enfrentará el negocio de las carnes en la Argentina, se debería tener en cuenta en primer lugar la magnitud del problema que excede ampliamente el análisis económico de pérdidas y ganancias de corto plazo.
Según los especialistas, es inevitablemente un fuerte ajuste en las exigencias que garanticen la seguridad alimentaria de las carnes vacunas. Esto significa un profundo replanteo sobre los sistemas actuales que permiten un espacio demasiado peligroso para la marginalidad. Actualmente, la Argentina cuenta con una posición de privilegio al ser considerada recientemente por los expertos de la Unión Europea libre de la enfermedad de la vaca loca y con la mejor clasificación, Nivel 1, en cuanto a riesgo.
Nadie quiere perder este status. El Instituto de Promoción de la Carne Vacuna pidió que se intensificaran los controles de fiscalización. "Para garantizar la condición de país libre, no sólo basta con producir animales en el sistema pastoril extensivo", afirmaron esta semana. Por su parte, la Sociedad Rural Argentina reclamó que se prohibiera la producción de harinas de carne como una forma de asegurar que no se empleen en la suplementación de rumiantes.
El tamaño del problema descubierto en Washington obliga a que no sólo hay que ser, sino parecer y poder demostrarlo.
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