Historias y personajes / De mis pagos. Osvaldo Iriarte, un hacedor de campeones
Este cabañero es integrante de una estirpe de ganaderos con más de un siglo en Olavarría
OLAVARRIA.- Cuando sus hijos, Osvaldo y Bernardo, tenían tres y dos años, respectivamente, Osvaldo Iriarte fundó para ellos una cabaña de Polled Hereford, a la que llamaron Los Bascos (así, con "B"). Ese acto quizá pinte con mayor nitidez que mil palabras la pasión que este hombre tiene por la ganadería.
Osvaldo Iriarte nació en Olavarría hace 72 años, luce la estampa y la mirada del hombre de campo conocedor, ha dedicado su vida entera a la actividad de cabañero y es palabra autorizada en esta ciudad, ubicada en el corazón ganadero de la provincia de Buenos Aires.
"Es un verdadero cabañero, que trabaja incansablemente por conseguir un animal perfecto, más allá del rédito económico que eso le proporcione. Tiene una tendencia amorosa hacia la creación y su fin es lograr un ejemplar con las líneas más puras", comentó Nilda Hoffmann, su esposa desde 1973.
Don Osvaldo es un eslabón fundamental en una estirpe de criadores que comenzó con su abuelo y su padre y que se perpetúa con sus hijos, hoy de 30 y 29 años. "Para mí, esto es un gusto y una pasión que me inculcaron mi padre, Antonio, y mi abuelo, Juan, por el que siempre sentí una profunda admiración", contó el cabañero.
A fines del siglo XIX, su abuelo abandonó su Navarra natal, en España, y recaló en la ciudad de Dolores, donde trabajó durante un tiempo en un almacén de ramos generales. Después compró una parcela de tierra en Olavarría e instaló un tambo. Finalmente, en 1902, dio los primeros pasos como cabañero al fundar la cabaña San Juan, a la que nutrió con animales Shorthorn (los mejores por esos tiempos).
Posteriormente, el padre de Osvaldo tomó la posta, siempre con la misma raza, hasta que en 1963 vendió todos esos animales y comenzó a trabajar con ejemplares Aberdeen Angus (una raza que comenzó a "pisar fuerte" en el país a partir de 1955).
Marca registrada
Es así como nace la cabaña Guantay (hoja seca en lengua guaraní), que se convertiría en toda una institución para la familia Iriarte. En 1964 Antonio cedió la dirección a sus hijos, Osvaldo y Juan Jerónimo. A partir de allí los dos hermanos comenzaron a renovar permanentemente los planteles y a comprar sangre importada para mejorar los reproductores.
"El objetivo que siempre me planteé fue actualizarme constantemente y tratar de lograr un animal más completo; es decir, más pesado y con mucha carne en los cuartos, que es lo que requieren nuestros clientes", explicó el cabañero.
En su opinión, en esta actividad no existe otro secreto que el de emplear el criterio más adecuado para conseguir el mejoramiento buscado en la raza. Pero aunque él nunca lo reconozca sus hijos señalan otro punto esencial que explicaría el éxito alcanzado en todo este tiempo: su buen ojo. "En las exposiciones, mira a los animales y luego confronta su opinión con la nuestra. Generalmente su veredicto coincide con lo que poco más tarde resultará en la premiación y el remate. Esa es una virtud que hasta hoy conserva", destacó el mayor de sus hijos.
Guantay ya es una marca registrada en este lugar. Siempre funcionó en el campo de la familia, llamado El Mojón, en virtud de que en 1882 Dardo Rocha ubicó en esas tierras la señal que indica el centro exacto de la provincia de Buenos Aires, en el límite entre los partidos de Olavarría y Azul.
Durante toda su trayectoria, el mayor orgullo para él fue el respaldo de la gente. "Obtuvimos varios premios en todas las exposiciones en las que participamos, pero para mí lo más satisfactorio es la buena respuesta que siempre tuvimos en las ventas y que nos llevó a alcanzar varios récords."
Siempre presente
Según refirió la presidenta de la Sociedad Rural de Olavarría, Norma Urruty, don Iriarte es de esos cabañeros de ley que dicen presente en toda época. "En las buenas y en las malas, él siempre trae sus animales a la exposición", subrayó.
Además, fuera de la muestra anual, la cabaña llegó a utilizar las instalaciones del predio de la Sociedad Rural para realizar sus subastas. "Nosotros organizamos muchos remates especiales allí durante treinta años, pero hoy sólo hacemos ventas particulares. Lo bueno es que mantuvimos los clientes fieles de aquellos tiempos, que siguen buscando la sangre de nuestros animales", acotó Iriarte, que al hablar siempre utiliza la primera persona del plural, porque incluye a sus hijos, como alguna vez lo hizo con su abuelo, su padre y su hermano.
Un eslabón más de una estirpe de criadores, así es como le gusta ser catalogado a don Iriarte. Ni más ni menos. Un engranaje dentro de una familia que ya lleva cuatro generaciones y más de cien años en el mejoramiento de las razas ganaderas.
Sin embargo, su esposa tiene reservada otra definición para él: "Es por sobre todas las cosas un creador, que observa, modela, aprehende las armonías que la naturaleza le ofrece para cumplir su función zootécnica. Su fin es lograr el animal perfecto, que habrá nacido por él y que será el asombro de los otros. En definitiva, se trata de un verdadero hacedor de campeones".
lanacionar