SAN ANDRES DE GILES.- La historia se repite todos los días. Cerdas en la dulce espera, madres con crías y lechones que luego del destete van a las salas de recría. Así es la vida cotidiana en el Frigorífico Costanzo, que desde San Andrés de Giles, a 100 kilómetros de la Capital Federal, proyecta los avances que el sector porcino desarrolla en producción y en genética.
Se trata de un emprendimiento que incluye la cría de cerdos, la faena en un frigorífico propio y el abastecimiento directo con productos a supermercados y carnicerías.
Los lechones que salen de allí aseguran el 15% de la mercadería que necesita el frigorífico, que es el principal faenador del país en este rubro. El 85% restante se compra en Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires.
Es un criadero mediano e intensivo, esto último, por el manejo y la tecnología aplicada y porque entre los 50 y 60 días las crías van a faena con 20-22 kilos. Nada de lo que se hace aquí tendría sentido sin los puntos clave de su proceso de producción. Tiene capacidad para 460 madres (el objetivo es llegar a las 750) y 2400 lechones. Las hembras y machos para reproducción son adquiridos a la empresa de genética Pig´s Ranch. En el criadero se realizan unos 24 servicios semanales. Si bien son naturales, ya se trabaja con inseminación artificial.
En la sala de gestación, las cerdas están en jaulas y comen dos veces por día. La alimentación (maíz, pellets de soja y trigo y núcleos vitamínicos) se regula con la utilización de un distribuidor automático.
El piso de cada celda es plástico y debajo tiene fosas donde se siembran bacterias que sirven para degradar la materia fecal, disminuir la producción de amoníaco y otros gases. Así se intenta lograr sanidad y limpieza.
Las hembras se utilizan hasta el séptimo parto. No obstante, si algunas tienen problemas se descartan antes.
Salas de parto
El criadero tiene ocho salas de parición; en algunas hay hasta 12 madres. Por semana ocurren entre 18 y 20 partos, en promedio. Las hembras tienen 12,5 lechones, en promedio, sobre una preñez de 114 días. La tasa de mortalidad predestete es de 9,2 por ciento.
Un aspecto muy importante es que en las salas de parto no haya humedad. Por eso, aquí también se utiliza un piso especial para que la superficie esté siempre seca.
"Las cerdas deben ingresar en las salas de parto con buen estado sanitario y de alimentación", explicó Alejandro Wüst, veterinario del establecimiento. Y aunque las salas no poseen ventilación mecánica (sólo es con ventanas) el criadero prevé una inversión para crear una corriente de aire forzada y reducir el calor en el verano. La temperatura ideal debe oscilar entre 18 y 22 grados.
Entre los 19 y 21 días, los lechones son destetados con un peso que fluctúa entre 5 y 6,5 kilos. En la recría se arman los lotes y se suministra una alimentación adecuada a ellos.
La ganancia diaria de peso por animal oscila en 420 gramos, en promedio. Y el costo de producción de los lotes es de 2,35 pesos por kilo de cerdo, para un lechón de 22 kilos.
Cuando llegan a los 20-22 kilos, entre los 50 y 60 días, los lechones son faenados en el frigorífico. A veces se realiza, según la época del año, el engorde de los que tienen más de cincuenta días. Esto suele hacerse en otro establecimiento.
"Con tecnología, genética y trabajo logramos obtener un lechón de muy buena calidad", comentó el presidente del establecimiento, José María Costanzo, que encarna la tercera generación de una actividad que inició su abuelo. El caso de este criadero muestra que, pese a las dificultades del sector porcino, como la importación de productos desde Brasil, aún se puede estar de pie sobre la base de genética, tecnología y visión del negocio.
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