El director de la Escuela de Frontera N° 5 Capitán Pagé impulsó un programa de acciones para mejorar la producción y la salud, resolver el ordenamiento territorial y así evitar el éxodo y la deserción
Promover un programa de desarrollo local desde la escuela puede parecer, a simple vista, un desafío que excede las posibilidades del maestro y de la situación de la enseñanza. Sin embargo, si se parte del hecho de que la escuela debe ayudar al alumno a ubicarse en el mundo, es decir, a ensayar maneras de comprender la complejidad del contexto y estar en condiciones de intervenir en él, no resulta imposible la idea de intentar generar un cambio en el entorno próximo.
A esto se refirió Juan Carlos Lavaque, ex alumno y director de la escuela de frontera N° 5, Capitán Pagé, en el paraje El Quebracho, ubicado a 560 kilómetros de la capital de Formosa, durante la jornada sobre Liderazgo local, que organizó hace pocos días Aacrea y el Centro de Estudios e Investigación para la Dirigencia Agroindustrial, de la Sociedad Rural Argentina.
Desde la escuela, pensó Lavaque, hay que tratar de encontrar la manera de integrar pautas culturales tan diversas como la de los wichis y los criollos, impulsar la organización de los pobladores para superar problemas como la falta de acceso a la atención médica y al agua potable, promover la adopción de técnicas de manejo que eviten la degradación del ambiente y mejorar los índices de producción...
¿Acaso enseñar no supone una enorme responsabilidad social? Para Lavaque el alcance del concepto se extiende a la comunidad entera, no sólo a la matrícula escolar. Acaso lo asume así porque él nació y se crió en ese lugar y su vuelta como director lo compromete incluso más allá del patio de la escuela, hasta los puestos ganaderos más aislados.
En 1992 inició su gestión y leyó bien la cartografía social y económica de la región. En el departamento Ramón Lista, en las cercanías del límite con Salta y Paraguay, las tasas de pobreza y analfabetismo son las más altas de la provincia: la mitad de la población (600 personas en total) tiene necesidades básicas insatisfechas y un 23% no sabe leer ni escribir. La economía familiar, de subsistencia, se basa en la cría de cabras, vacas, cerdos, ovejas y aves de corral. Todavía hay quienes viven de la caza y de la pesca y en ciertas épocas del año recolectan frutos silvestres para alimentación propia y de sus animales.
En ese contexto la escuela se convirtió en el eje de un cambio. Primero se logró captar la señal de los canales de televisión y así los pobladores pudieron tener contacto con una realidad más amplia. Después se organizó un apiario didáctico, con la intención de demostrar la posibilidad de organizar, con cierto soporte tecnológico, una producción que hasta el momento era rudimentaria.
Para hacer frente a un problema no menor como la precariedad de las casas y la vulnerabilidad de las familias a contraer enfermedades como el chagas, se construyó en el predio de la escuela un prototipo de vivienda rural (ahora se prevé la construcción de 10 casas más con aportes del Estado provincial). Al mismo tiempo, con fondos privados se creó una sala de atención primaria de la salud.
En lo que se llamó "campo experimental y productivo", se ensaya la plantación de especies forestales nativas para su difusión en la zona y en los pueblos contiguos. El predio es también punto de partida de varios cultivos que después incorporarán los productores a su economía. Al mismo tiempo se inició la cría de pacú en la cañada que da nombre al paraje con el objetivo de mejorar la dieta de la población. Por otra parte, se consiguió financiamiento para la construcción de una fábrica de carne desecada (charque), la única en el país.
Otro eje de acción fue la sanidad animal -hay que recordar que en esa zona limítrofe surgió un brote de aftosa en 2001-, por lo que se gestionó la instalación de una oficina permanente del Senasa y se creó un botiquín veterinario.
Hace dos años se elaboró un plan que articula los objetivos de desarrollo comunitario hacia adelante: desde la mensura de las tierras al trazado y apertura de calles, la provisión de agua potable, el alambrado de los predios, la creación de un "centro de investigación y transferencia de tecnologías agropecuarias sustentables" y el diseño de un proyecto de turismo étnico, de aventura y ecológico. También allí se contempla el ordenamiento territorial. Según relata Lavaque, el Instituto de Colonización puso interés en la titularización de las tierras fiscales, ocupadas principalmente por criollos y se evalúa entregarlas en comodato hasta la regularización definitiva. El régimen consiste en la entrega de títulos de propiedad individual a través de la Asociación Quebracho de Pequeños Productores Agropecuarios. Por su parte, los aborígenes cuentan allí con una reserva de 5000 hectáreas.
A través de todas estas acciones en marcha, se frenó el desgranamiento escolar y empezó a recuperarse la matrícula. Al mismo tiempo se agregó el tercer ciclo de la EGB. La evaluación local indica una notable mejora en la comunicación oral y escrita de los chicos. Aquella confianza de los docentes en la posibilidad de modificar para bien la realidad circundante es hoy patrimonio de los pobladores organizados. "Hoy todos se sienten allí dueños de su destino", dice Lavaque.n "Hoy todos se sienten allí dueños de su destino"Lavaque
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