Entender cómo funciona el balance de los nutrientes del cultivo permite adaptarse a cada suelo; el protagonismo que volvieron a tener los cereales es beneficioso
A nivel académico se discute hace años si el balance de nitrógeno del sistema agropecuario argentino es sustentable o no. La extensa dominancia de la soja, en el tiempo de la rotación y en extensión geográfica, indudablemente resulta en insoslayable impacto. Puede pensarse que como la soja "fija" nitrógeno para sus necesidades, el balance debería ser al menos neutro. Sin embargo, el proceso es mucho más complejo, más allá que los cereales, maíz y trigo principalmente, sean suficientemente fertilizados con nitrógeno, caso también discutible.
Biológicamente el balance del carbono y del nitrógeno a nivel del suelo y dentro de las plantas con simbiosis -leguminosa-rizobios- es muy delicado. Una soja no puede fijar más Nitrógeno si no tiene suficiente carbono, en forma de productos de fotosíntesis, para alimentar la "fábrica" de Nitrógeno en las raíces. Por otra parte, una soja con excelentes condiciones ambientales con agua y luz en amplitud puede quedarse "corta" del nitrógeno proveniente de la fijación precisando tomar un adicional desde el suelo. A la inversa, con un estrés hídrico aún temporario, la soja desprende sus nódulos para limitar el aporte de nitrógeno desde el suelo y ahorrar azúcares para su supervivencia.
A su vez, suelos degradados pierden relativamente más carbono que nitrógeno. En la práctica, el productor sabe que una soja sembrada sobre un rastrojo de maíz, que le dejó más carbono al suelo, rinde más que otra -que se sembró sobre rastrojo de soja. Es una maquinaria muy ajustada. La soja sobre el maíz tiene en el suelo un ambiente con una rizósfera más amigable, más rica en carbono, y los rizobios fijadores de N proliferan y entregan más N a la planta de soja, facilitando plantas más vigorosas que fotosintetizan más, por más tiempo y mejor en cantidad y calidad, dando como último resultado más quintales por hectárea.
La dinámica impresa a la canasta de cultivos en los últimos dos años afortunadamente logró recuperar el protagonismo de los cereales como para balancear y equilibrar el carbono del suelo. A una escala geográficamente mayor, la soja todavía prevalece significativamente sobre los cereales en una gran superficie y da como resultado suelos más pobres en carbono, y por lo explicado, con menos chances de obtener buenos rendimientos. Aún con suficiente fósforo y azufre como fertilizante.
En casi cada estado del corn belt en EE.UU. hay aproximadamente la misma área de soja que de maíz, como resultado del Farm Bill y sus políticas, al productor le resulta casi neutro económicamente definir el área de cada cultivo. En la medida que la producción de maíz se integre con las cadenas de producción de carnes, probablemente el área con soja disminuirá a expensas de más maíz, contribuyendo a equilibrar el balance de carbono y de nitrógeno en nuestros suelos.
Aprovechar las ventajas de los materiales genéticos avanzados implicará superar el balance negativo de fósforo que muestran muchas regiones. Extensas áreas de producción reciben nutrientes por fertilización en cantidad apenas suficiente para mantener los niveles de fósforo en el suelo y rendimientos satisfactorios.
Ricardo Melgar
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