El Hemisferio Norte está sembrando la nueva campaña 2018/19. Estados Unidos -como siempre- es el gran jugador desde la oferta. El 2017 se caracterizó por ser un año de precios relativamente bajos a nivel internacional para la plaza granaria y ello hizo que los márgenes de los farmers se redujeran. De tal manera, es que por primera vez en años el área sembrada en soja y en maíz en EE.UU. caería en forma conjunta.
Según los últimos datos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, en sus siglas en inglés) la superficie destinada a la soja sería de 36 millones de hectáreas (500.000 menos que en el ciclo previo) y la de maíz a 35,60 millones hectáreas (900.000 ha por debajo del año pasado). La pregunta es sí Estados Unidos se puede dar el lujo de caer en área en un año en donde Sudamérica tuvo considerables pérdidas productivas tanto en maíz como en soja.
La producción argentina de soja aún continúa siendo incierta. Ya muchos hablan de 36 millones de toneladas. Si así fuera, la merma podría significar un recorte superior a las 20 millones de toneladas con respecto a las estimaciones iniciales realizadas por el USDA para nuestro país.
Parte de esa pérdida es compensada por la gran producción de Brasil, pero no alcanza. Así las cosas, lo cierto es que la estructura del mercado de la soja no da lugar para este tipo de tropiezos productivos, toda vez que la oleaginosa es el producto con mayor crecimiento en su demanda. El incremento anual promedio de su consumo es de aproximadamente el 5,2 por ciento. En términos absolutos significa que todos los años se consumen algo más de 15 millones de toneladas adicionales de soja.
En semejante contexto, Estados Unidos está casi obligado a tener una nueva cosecha récord en el ciclo que está en trámite. Teniendo en cuenta que la superficie cae, el rendimiento deberá compensar. Y ello depende, en gran medida, de los avatares climáticos en el cinturón sojero en dicha nación en los próximos 90 días. El factor bajista en este escenario es que los ‘fondos especulativos’ ya ostentan una posición ‘sobrecomprada’ importante en el mercado de Chicago.
Ahora bien, por nuestros pagos la historia es algo diferente. La escasez de soja para alimentar a la industria aceitera se está haciendo sentir.
En el caso del maíz, tendemos a pensar que la situación global del forrajero no pareciera estar reflejada por Chicago en toda su magnitud. El USDA señala en sus últimas cifras que esa nación cae en su relación stock/consumo desde 14,8% en el ciclo 2017/18 (uno de los mejores ratios de los últimos 10 años) a 11,5% en la campaña 2018/19. Ello, a pesar de proyectar un rinde por hectárea de 10916 kg/ha en 32,7 millones de hectáreas cosechadas, el segundo más alto de la historia.
Pero, además, el USDA proyecta una caída interanual en las exportaciones de maíz de EE.UU. desde 56 a 53 millones de toneladas para el nuevo ciclo. Tal circunstancia pareciera ser algo optimista, debido a que EE.UU. deberá exportar más para compensar las pérdidas sudamericanas. De allí que las proyecciones de oferta y demanda de maíz den pie para una expectativa más sólida en lo que a precios se refiere. La principal amenaza para los precios del forrajero es que EE.UU. se despache con un nuevo récord productivo. Si así fuera, la posición "sobrecomprada" de los ‘fondos especulativos’ podría liquidarse rápidamente.
A nivel local, es probable que la cosecha termine siendo menor a las estimaciones actuales (Bolsa de Cereales de Buenos Aires en 32 millones de toneladas). De ser sí, la plaza maicera se verá obligada a que tanto la demanda de exportación como el consumo interno muestren un importante nivel de racionamiento. En consecuencia y como los tiempos de intervención oficial sobre los mercados agrícolas han sido superados, es probable que la plaza maicera repita lo que está sucediendo en la triguera. Esto es, racionamiento vía precios.
El autor es consultor en Nóvitas SA
Fidel María Poehls
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