El acceso a agua segura y potable para el consumo humano es una responsabilidad que le compete tanto a gobiernos como a industrias y agricultores. La Argentina presenta varias regiones con elevadas concentraciones de arsénico en agua y contaminación por nitratos, relacionado con diversos procesos antrópicos que afectan las napas. Esta situación empieza en gran medida con la mala gestión de los efluentes cloacales y agroindustriales.
El impacto es enorme. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, sólo la quinta parte de su superficie tiene agua subterránea que cumple actualmente con la norma de potabilidad. La exposición a la ingesta prolongada de arsénico pone en riesgo a las poblaciones residentes de padecer enfermedades cardiovasculares, dermatológicas, neurológicas y diversas formas de cáncer con localización cutánea, respiratoria, digestiva y urinaria.
Los efluentes cloacales no tratados debidamente generan un aumento de nutrientes (nitratos y fosfatos especialmente). Eso causa un enriquecimiento cada vez mayor en algas que, a su vez, disminuye el oxígeno disuelto en el agua, entre otras consecuencias que implican no solo un deterioro en cuanto a olor y sabor, sino además un riesgo para la vida humana y animal. Para empeorar la situación, dependiendo de las zonas, las dos cuestiones, nitratos y arsénico, se combinan e implican mayor riesgo para la sociedad expuesta.
Según el Censo Nacional Agropecuario, en los últimos 20 años, mientras la producción de leche tuvo una suba, por el contrario, hubo una reducción de tambos que son hoy menos de la mitad. Esto se tradujo en un aumento en la cantidad de efluentes vertidos en cada uno de estos lugares, que además en muchos casos terminan contaminándose a sí mismos dado el deficiente manejo de sus vertidos.
Desde la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Aacrea) informan que se vierte por año una cantidad de efluentes desde estas industrias equivalente a la que produce solamente toda la población de la Ciudad de Buenos Aires en la misma cantidad de tiempo. El agua y productos como la leche que llegan al consumo humano corren así el riesgo de perder calidad y transformarse en un peligro para la salud.
Desde la misma institución, instan no solo a implementar una correcta gestión de efluentes, sino además de sus nutrientes y otros contenidos que pueden aprovecharse para la fertilización del suelo. En este sentido, existen soluciones de tratamiento que se pueden instalar inmediatamente, son adaptables al tamaño del lugar y a sus requerimientos, se pueden operar fácilmente e incluso se pueden obtener por un período limitado, lo que resulta mucho menos costoso que instalar una planta, adecuándose así a la disponibilidad de capital del productor.
En esta materia hay experiencias que están marcando precedente. Por ejemplo, recientemente se anunció el desarrollo de la mayor planta de efluentes y (además) biogás de Sudamérica, en uno de los frigoríficos más importantes de la Argentina (Gorina), que decidió apostar por la economía circular.
La nueva planta, que logró el aval del programa RenovAr, tratará 5000 m3 de efluentes diariamente y estará diseñada para una futura expansión hasta 7000 m3/día. El reactor anaeróbico procesará diariamente hasta 200 m3 de residuos (lodos flotados, lodos biológicos y subproductos del proceso cárnico) y generará 14.000 Nm3/día de biogás. Una unidad de cogeneración de 1,5 MW se alimentará con biogás producido por el reactor.
Entre otros beneficios, esta innovación permitirá producir energía renovable inyectando electricidad a la red eléctrica nacional (36 MWh/día, reduciendo el consumo de energías que emanan gases de efecto invernadero), cumplir límites de vuelco con un proceso altamente eficiente y proteger las fuentes de agua para consumo humano que, actualmente, escasean. Con la planta de biogás se producirá energía eléctrica en forma continua e independiente del clima.
De esta manera, se marca un nuevo hito en la historia de la industria frigorífica y ganadera de la región. A fines de 2017, otro frigorífico (ArreBeef) ya había dado un paso importante al convertirse en la primera planta en invertir en tecnología anaeróbica de nivel industrial.
Pero este año se dio un paso más con este otro frigorífico que se convierte en el primero que transformará su planta de tratamiento completa -aeróbica y anaeróbica- para adaptarla al estado del arte internacional, redoblando la apuesta por el biogás y por la cogeneración eléctrica-térmica.
Por consiguiente, la tecnología para el manejo adecuado de los efluentes existe. Resta la responsabilidad de aplicarla por parte del productor y de controlarlo por parte del Estado, cumpliendo de esta manera con su compromiso asumido como miembro de la ONU: garantizar la disponibilidad, la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por la organización internacional.
Al respecto, otro hito reciente fue la aprobación de nuevo un reglamento europeo para la reutilización de agua en la agricultura. Este tendrá como finalidad garantizar que las aguas residuales tratadas sean reusadas de manera más amplia minimizando el uso de cuerpos de agua y aguas subterráneas. Así se lograría disminuir la caída de los niveles de aguas subterráneas, debido principalmente a su empleo en el riego agrícola.
Con esta nueva normativa, Europa podría reutilizar hasta 6600 millones de metros cúbicos de agua en 2025, seis veces más de lo que, aproximadamente, consumimos los argentinos como agua potable en un año. De estas experiencias podemos aprender para discutir aspectos que podrían ser extrapolados a las realidades de América Latina, la productora principal de los alimentos en el mundo.
Cabe destacar que Mendoza promueve desde hace décadas para su actividad agrícola el reúso de los efluentes que provienen de plantas de tratamiento de líquidos cloacales, en lo que se conoce como Áreas de Cultivos Restringidos Especiales (ACRES). Por su parte, en Patagonia, ciudades como Puerto Madryn reutilizan el 100% de los cloacales tratados para hacer irrigación forestal. Pero aún queda mucho por recorrer para hacer un uso responsable del agua.
El autor es Business Development Manager de Fluence Sudamérica para Argentina
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