Invento cordobés. Un poco de imaginación a la hora de fertilizar
El estudiante Santiago Prandi, de 25 años, acaba de patentar un sistema de aplicación de agroquímicos para equipos de riego que él mismo ideó y construyó
CORDOBA.- "La cuestión no pasa por esperar que venga de afuera, sino plantearse que nosotros también lo podemos hacer y ser innovadores", define Santiago Miguel Prandi, un joven de 25 años que acaba de patentar un sistema de aplicación de agroquímicos para equipos de riego conforme a un diseño que él mismo desarrolló y que está teniendo una incipiente respuesta por parte de las grandes empresas fabricantes del rubro.
Hace tiempo que se vislumbraba que era posible hacer los tratamientos aprovechando las estructuras de los pivotes o los mecanismos de avance frontal.
Pero del dicho al hecho quedaba un trecho. El modelo ideado por Prandi ha sido probado en el Módulo de Riego del INTA Manfredi demostrando que es eficiente para pulverizaciones de fungicidas, herbicidas, insecticidas e, incluso, fertilizantes líquidos.
"Lo que conocemos en esta materia son desarrollos experimentales en los Estados Unidos y esto que ha hecho Santiago no tendría precedentes en la materia", comentó el responsable de la unidad de irrigación, ingeniero Eduardo Martellotto, que acompañó la iniciativa facilitando que el novel inventor montara su sistema en el pivote del campo experimental y brindándole la orientación agronómica que requería.
El problema
El joven es estudiante a punto de diplomarse con un promedio general de 8 en la carrera de Ingeniería Electrónica de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba. El Sistema de Aplicación de Agroquímicos para Equipos de Riego (Saaer), que ha patentado se ha constituido en su tesis final.
Pero en realidad, la historia tiene un punto de partida que no estuvo directamente vinculado con los estudios universitarios. Santiago le contó a La Nación que hace un tiempo, en una plantación de durazneros en el cinturón verde de Córdoba donde trabaja su familia, se emprendió la instalación de un equipo de riego y se encontró con algunos problemas e interrogantes que lo motivaron a profundizar su conocimiento.
Por caso, la aplicación de fertilizantes o agroquímicos. En los lotes con riego suplementario -y en los que no- los tratamientos se realizan con pulverizadoras terrestres con caudales que varían de 70 a 150 litros de mezcla agroquímica por hectárea o avión de 4 a 15 litros. Una estructura regante a su máxima velocidad pone 30.000 litros de agua por hectárea.
Pensar en una solución mediante el equipo de riego demandaba tener en cuenta entre numerosos factores el número de impactos por centímetro cuadrado desde el centro del pivote hasta el extremo del brazo, las compensaciones de velocidad entre un punto y otro y los tiempos de avance y detenimiento.
Una solución
Santiago se zambulló entonces en consultas y lecturas de libros que lo condujeron a idear un sistema cuyas características resumidas y funciones son las siguientes:
- Una estación de bombeo colocada a la salida del depósito en la que se coloca la mezcla química, con una bomba centrífuga común a la que se acoplan válvulas hidráulicas que proveen una presión constante independiente del caudal.
- La línea principal del equipo regador sirve de transporte de la solución química. Una línea secundaria, entre torre y torre, distribuye a las boquillas que expelen el líquido.
- El sistema de control, montado sobre una de las torres, que comprende los sensores de movimiento, el grupo de microcontroladores y toda la electrónica asociada para su funcionamiento.
El conjunto de dispositivos calcula los desplazamientos de cada tramo del pivote y la transmisión de los pulsos que van accionando el sistema para la aplicación del agroquímico que se haya dispuesto, desde 150 litros por hectárea.
Martellotto señala que, entre otras ventajas, el modelo evita el pisoteo del terreno por las pulverizadoras y tractores con el consiguiente ahorro de energía, reemplaza a los banderilleros humanos de esa peligrosa labor y mejora los niveles de prevención de contaminación. Para un pivote como el del INTA Manfredi, de 300 metros de largo, el costo total del aplicador se ubica en los 9000 pesos más IVA, apunta Santiago.
El joven confiesa que le incomodaban opiniones de amigos que cuando él les comentaba lo que quería hacer le decían que "era absurdo pensar una cosa así, porque si en los Estados Unidos no lo habían inventado era porque no se podía o no tenía sentido encararlo".
"Yo pienso -agrega- que la única diferencia entre la Argentina y los Estados Unidos es que cuando ellos se fijan una meta o la solución de un problema, se ponen a trabajar para alcanzarla o resolverla. Por eso llegaron a la Luna. Nosotros, muchas veces, nos quedamos en el preámbulo."