A partir de la salida de la convertibilidad, las carnes argentinas ganaron competitividad en el mercado internacional, pero la consolidación definitiva del sector se logrará con una mayor capacidad de producción
La ganadería argentina ha estado históricamente sometida a ciclos de crisis y de bonanza económica a causa de la variación en los precios de la carne. A partir de la salida de la convertibilidad, las carnes argentinas ganaron competitividad en el mercado internacional.
Mientras el precio de la tonelada disminuía en el mercado externo en valor dólar, el interno registraba importantes aumentos del kilo vivo obtenido en pesos por el productor. Esto hizo que a pesar de la menor rentabilidad que ofrecía comparativamente con la agricultura durante el boom de la soja, la ganadería vacuna nacional no se viese cuantitativamente afectada.
Si bien el stock fue mantenido, la menor disponibilidad de superficie y consecuentemente de pastos hizo que su productividad se viese en muchos casos disminuida. No obstante ello, las cifras que arrojan la producción y las exportaciones del último año, tanto en volumen como en dólares, significan un record para las últimas décadas. Esto, sumado a la reciente apertura de nuevos mercados y a la reapertura de los que se habían perdido con el brote de aftosa hace que hoy se genere una gran expectativa sobre las excelentes oportunidades que se le presentarían al sector en el corto y mediano plazo.
El reconocimiento de la Argentina por la OIE (Oficina Internacional de Epizootias) como país libre de BSE (Encefalopatía Espongiforme Bovina, según sus siglas en inglés) y recientemente también libre de aftosa con vacunación, hace que se avance hacia un status sanitario adecuado a las exigencias del mercado del circuito no aftósico, es decir el de la carne de mayor valor. Sin dudas que ello invita a ser optimista, pero lo que debe analizarse es la sustentabilidad que la Argentina puede ofrecer en dicho mercado en función de su oferta posible.
No hay dudas sobre el potencial productivo que tiene la Argentina para la producción de carnes, pero también es sabido que existen ciertos condicionantes. Las posibilidades de venta al exterior dependerán de la capacidad de producción de carne y de las posibilidades de abastecimiento del mercado interno ya que históricamente fue la demanda interna la que definió las posibilidades de exportación. Cada vez que aumentó la exportación, se observaron constricciones evidentes del consumo interno, es decir, se podía exportar porque los altos precios de la carne restringían el consumo interno. Esto es precisamente lo que ocurrió en 2002-2003. Hoy, con un consumo de carne firme, los incrementos en las exportaciones dependerán de los aumentos de producción que logre el sector.
Para analizar con objetividad la alta producción de carne lograda en 2004 no se debería hacer la comparación con la de los últimos años ya que el cierre y pérdida de mercados a partir del brote de aftosa de 2001 hizo que esos años no fuesen normales para la exportación. Una comparación objetiva surgiría del cotejo con el año 2000, que fue el último en que el país tuvo acceso a mercados del circuito no aftósico.
Descapitalización
En el último año la producción de carne fue un 12% superior (320.000 toneladas) a la de 2000. Pero analizando la composición de la faena vemos que el incremento de producción no fue causa de un incremento en la productividad, sino de una real descapitalización del stock. El incremento de la faena respecto de 2000 fue del 16% (1.950.000 cabezas), pero no fueron novillos precisamente los que alimentaron esta cifra. Mientras la faena de novillitos y novillos aumentó un 11 y 2%, respectivamente, la faena de terneras, vaquillonas y vacas se incrementó en un 31, 19 y 31% respectivamente. Es decir que de los casi dos millones más de cabezas faenadas, 1.372.000 fueron hembras. Obviamente la cifra que más preocupa es la de las 372.000 terneras extras que fueron faenadas en este ejercicio, ya que ello contribuye a disminuir el peso de faena y atenta contra el stock de futuros vientres.
Si analizamos las causas de este incremento de faena, vemos que a diferencia de otros períodos de liquidación de vientres, ahora su origen no se basa en un desestímulo de la actividad ganadera, sino en la imposibilidad de mantener el alto stock ganadero con que hoy cuenta el país.
Hay que considerar que en los últimos años a causa del crecimiento de la soja, la ganadería cedió a la agricultura más de 4 millones de hectáreas sin reducir su stock. Esto hizo que la sobrecarga de hacienda afectase los parámetros productivos y el productor en su intención de achicar sus rodeos, destinase las terneras a un engorde a corral que le asegura alta conversión de alimento en carne y muy buenos precios de mercado. Este mayor incremento en la faena de terneras se ve en las estadísticas sobre engorde a corral, donde el 55% de los animales faenados provenientes de estos sistemas corresponde a la categoría terneras/terneros.
El problema de un peso de faena promedio excesivamente bajo podría resolverse a medida que se abran los mercados, ya que el aumento en el precio del novillo pesado demandado por la exportación traccionaría el negocio hacia la producción de animales de mayor peso. No ocurre lo mismo con las terneras, ya que la necesidad de aumentar la producción de carne a corto plazo para que no se afecte al abastecimiento local o para evitar un aumento descontrolado de precios exigiría detener la faena excesiva de los futuros vientres.
El actual stock de vientres es de 21.000.000 de cabezas que producen al año unos 6.000.000 terneras al año. La reposición mínima necesaria para mantener el actual stock sería de 5.200.000 terneras (25%). En el último ejercicio se faenaron 1.572.000 terneras lo que dejaría un remanente de 4.428.000 para reposición, es decir faltarían 772.000 terneras para mantener el stock. Ello sin tener en cuenta que en el último año la faena de vacas fue superior al promedio de años anteriores.
Como consecuencia de la reducción de la superficie ganadera, el haber mantenido el stock nacional inalterado provocó subalimentación de los rodeos lo que se tradujo en una disminución en los índices de preñez del último servicio. Las vacas vacías fueron engordadas y faenadas, lo que hizo que en el último año se faenen unas 611.000 vacas más que en 2000. Esta mayor faena de vacas exige una mayor retención de terneras para mantener el stock. Si bien se sabe que el aumento de producción de carne en la Argentina se dará mediante el aumento de la tasa de destete, también es importante mantener el stock actual de vientres.
Maximizar la rentabilidad
El objetivo no es discutir sistemas de alimentación ni pesos de faena de las hembras sino impedir que se descapitalice el sector, justamente en momentos en que la ganadería comienza a tener un panorama alentador.
La ganadería como toda actividad comercial tiene como principal objetivo maximizar rentabilidad. En los últimos años la posibilidad de convertir grano en carne con un animal muy eficiente como la ternera permitió mejorar el "negocio" de la carne. La preocupación es que ante la inminencia de un maíz a bajo precio y un mercado firme para los terneros y terneras livianas este negocio se expanda y termine por atentar contra el gran negocio que se le puede presentar al país en el corto plazo accediendo a mercados de alto valor y de alta demanda.
Este país es capaz de ofrecer el tipo de carne que se le demande. Garantizar un status sanitario que permita acceso irrestricto a los buenos mercados es indispensable, pero también lo es tener una producción que asegure el abastecimiento de éstos sin afectar al mercado local.
Sin dudas serán los precios los que estimularán al productor a crecer y faenar animales más pesados, pero para ello es preciso contar con una provisión de terneros que asegure sustentabilidad a la cadena. Y para que ello ocurra, hay que tener vacas; pero primero hay que tener terneras.
El autor es director de Ganadería - Sagpya
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