El paro / Un cultivo en el ojo de la tormenta. Unidos no sólo por la soja
El principal cultivo del país fue el blanco favorito del Gobierno para aplicar su nuevo esquema de retenciones a las exportaciones; la gente del campo reaccionó, y sus dirigentes organizaron el paro más largo de la historia; tras 21 días de lucha se forjó un inédito clima de unidad en el sector
La soja pasó de salvadora a mártir. Su pecado fue ser el cultivo que más ingresos le deja al país. Todo el complejo, que incluye porotos, harina y aceites, en 2007 significó ingresos por 13.465 millones de dólares en exportaciones. Por eso los cañones de la política fiscal le apuntaron directo para asegurar un blindaje financiero a la gestión de Cristina Kirchner y le aplicó un esquema móvil de retenciones. El campo reaccionó y llamó a un paro histórico contra esa medida y ante la falta de políticas para el sector. No torció el rumbo, pero tras 21 días aceptó, sin renunciar a sus reclamos, suspender la protesta para volver a dialogar con el Gobierno y no desabastecer a la población. Sin debilitarse, el agro también se aseguró un blindaje: el de la unidad.
* * *
Disparen contra la reina soja
El cultivo más extendido y principal producto de exportación del país quedó en el centro de la puja entre el sector agropecuario y el Gobierno; los productores, molestos con expresiones de la Presidenta
En el fragor de la puja con el campo, el Gobierno salió a pegarle como nunca antes a la soja, el cultivo más extendido en el país y principal producto de exportación argentino. Así, la oleaginosa pasó de grano salvador (por la exportación del complejo sojero ingresaron en 2007 US$ 13.465 millones) a chivo expiatorio, acusado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de provocar, entre otras cosas, la concentración de la riqueza.
Entre los productores agropecuarios que protagonizaron el mayor paro rural de la historia, el discurso que la Presidenta pronunció el lunes -cuando se esbozó una serie de medidas para paliar el fuerte aumento de las retenciones- cayó mal. Pero no tanto por los adjetivos con los que la mandataria los calificó sino por el desconocimiento que, según ellos, evidenció al referirse en varios párrafos a la soja.
"El otro día alguien me decía que la soja es, en términos científicos, prácticamente un yuyo que crece sin ningún tipo de cuidados especiales. Para que ustedes tengan una idea, argentinos y argentinas, el glifosato -que es algo con lo que se bombardean las plantaciones de coca en Colombia o en la frontera con Ecuador para destruirlas- a la soja no le hace nada. Es más, le hace bien porque le mata todos los yuyos que están alrededor", improvisó la Presidenta.
Y la respuesta no tardó en llegar. Ese mismo día, el presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Mario Llambías, le explicó que "la única soja que resiste el glifosato [herbicida] es la que está genéticamente modificada", todas las demás mueren junto con los yuyos. Un día después, la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja) difundió un comunicado muy concreto: "La soja no es un yuyo", se tituló. Allí, los diversos actores que intervienen en la producción, comercialización e industrialziación de la oleaginosa, resumieron un trabajo del especialista Eduardo Leguizamón, profesor de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) e investigador del Conicet.
"Si bien se pueden plantear sistemas autosostenibles y de bajos insumos en determinados sitios del planeta y en condiciones muy particulares, las plantas silvestres, vulgarmente llamadas ´malezas o ´yuyos no podrían ofrecer alimentos en la cantidad y con la calidad que hoy la humanidad necesita. Por lo tanto resulta poco feliz comparar a la soja actual con un yuyo, que es además el responsable de la más formidable revolución tecnológica que ha visto el país desde sus orígenes", explicó Leguizamón.
La soja -conocida en buena parte del mundo como soya- fue introducida en el país en la década del 20 con fines experimentales. Desde los años 70 viene revolucionando la agricultura local de la mano de la biotecnología, la incorporación de la siembra directa y de nuevas variedades. Actualmente, la soja argentina llega a más de 120 mercados, pero los principales son China (para el poroto), la Unión Europea (para la harina), y la India (el aceite).
"Ya no basta, siquiera, con las retenciones para contener los precios por la diferencia de los valores internacionales, además está el dinero que el Estado, que los argentinos estamos poniendo, en materia de compensaciones", señaló la Presidenta. En los piquetes, los productores pegaron un salto y recordaron que el sistema de compensaciones (subsidios cruzados de la exportación a la producción para mantener estables los valores de algunos alimentos) se financia con el aumento de 4 puntos en las retenciones anunciado en enero de 2007 por la ex ministra de Economía Felisa Miceli.
De hecho, en aquella oportunidad, el Gobierno se había comprometido a aportar US$ 100 millones para apuntalar los US$ 400 millones que esperaba recaudar con aquel incremento. Al final, ese aporte del fisco no se concretó porque no fue necesario: la fuerte suba del valor internacional de la oleaginosa aportó los US$ 100 millones.
"Esto no está mal, no estoy haciendo una crítica a la plantita que tiene un altísimo valor proteico, similar a la carne, pero que, reitero, no es del gusto ni de la dieta alimentaria de los argentinos", sostuvo Fernández de Kirchner luego de que el ministro de Economía, Martín Lousteau, anunciara un esquema de reintegros de retenciones para los productores más chicos. En realidad, aunque el aceite de soja es fuertemente demandado en todo el mundo y el grano también se usa como base para múltiples productos de consumo humano, el principal destino de la soja es la alimentación animal.
"Para qué nos sacan si después dicen que nos van a devolver, que no nos saquen más", le respondió el ahora famoso dirigente de la Federación Agraria, Alfredo de Angeli, durante el discurso que pronunció en el multitudinario acto que el campo hizo en Gualeguaychú, el miércoles pasado. Entre Ríos, tierra de De Angeli, está entre las zonas donde más se expandió el cultivo de soja, junto con el norte de Santa Fe, el oeste de Buenos Aires y Santiago del Estero.
Desde Acsoja reconocen que "en muchos lugares existe un monocultivo" y que eso es perjudicial para el suelo porque la soja es extractora de nutrientes. Esa situación se da en zonas de mayor vulnerabilidad del suelo, en la frontera agrícola donde los márgenes de rentabilidad son menores y mayor la necesidad de inversión en fertilización. El Gobierno habría reconocido tácitamente este hecho al dirigir los reintegros y los subsidios a los fletes a los productores de esas regiones, más necesitadas de fertilización para evitar que el suelo se degrade. En la misma Acsoja sostienen que "en una amplia región el cultivo de la oleaginosa se maneja adecuadamente, con siembra directa [sin roturar el suelo], uso de fertilizantes y cobertura de cultivos de invierno", según dijo a LA NACION, Rodolfo Rossi, presidente de la entidad.
En los últimos cuatro años, la superficie sembrada con soja creció sostenidamente. Fuentes ruralistas, que prefieren mantener un perfil bajo hasta que se concrete una nueva convocatoria del Gobierno para dialogar, consideran que las razones que impulsan ese crecimiento son: dentro de todas las opciones sigue siendo la que requiere una menor inversión; el precio internacional está sostenido y buena parte de los operadores de mercado creen que así seguirá; la demanda para biodiésel y para aceite crece; y es el cultivo menos susceptible a las adversidades climáticas. Además, al no ser consumido en el mercado interno, era el grano menos conflictivo políticamente. Al menos hasta ahora, cuando el Gobierno la puso en el centro de la pelea.
lanacionar