Poemas populares que constituyen nuestro patrimonio espiritual
De las voces de campesinos "divorciados de la civilización materialista moderna, que siguen aferrados a su fe antigua", Juan Alfonso Carrizo recogió cantares que en estos días parecen arder de vitalidad.
Reconoció la penetración de la poesía española en la tradición oral de Catamarca, Tucumán, Salta, Jujuy y La Rioja, e inició, con la libertad del viaje permanente, una labor de estudio y recopilación.
Sabía que los miles de notas que acumulaba eran los únicos registros de historias que se extinguían.
"Pasan los años, y el que busca cantares tiene dos caminos distintos para llegar a ellos. Para hallar al poeta de ciudad, irá a la biblioteca, allí le entregarán el libro; y si va en pos del cantar popular, irá al guitarrero o a un manuscrito amarillento que se guarda con fervor de reliquia en alguna petaca centenaria", decía Carrizo.
"Los cantares de los paisanos nativos de los Valles Calchaquíes, los de los gauchos de la frontera de Salta, de los puneños, los de la Quebrada de Humahuaca, los del valle de Lerma, de las praderas tucumanas, y de las serranías de Catamarca, son trasunto del alma española de la época colonial; todos ellos revelan una tradición poética nacida al arrullo del romance clásico que los soldados y misioneros de la España grande de los siglos XVI y XVII trajeron al Nuevo Mundo", advertía Carrizo en "El cristianismo en los cantares populares".
Patrimonio espiritual
La intención de su búsqueda, según aclaraba, era científica. Le interesaba recoger el material en peligro de extinción, clasificarlo, determinar su probable origen, y estudiar el vínculo con los cantares españoles e hispanoamericanos.
Consideraba aquellos cantares como "patrimonio espiritual de nuestro pueblo". Por eso le urgía cazar al vuelo las historias que llegaban a su presente con la debilidad del eco y, gracias a su esfuerzo, contamos hoy con la más completa colección de cantares en español.
En estos días de vertiginoso presente, vale citar uno de los cantares que transcribió Carrizo de los papeles de don Isidro Alderete Norry, en Tucumán:
"Seca, peste, guerra y hambre
tenemos en lo presente
y una vida impenitente
con el descaro más grande.
La conciencia se acabó,
la caridad se ha perdido,
ya está en el mayor olvido
el santo temor de Dios.
Es preciso que el rigor
a nuestra dureza ablande,
pues es justo que nos mande
castigo de cuando en cuando,
como que ya está mandando
seca, peste, guerra y hambre.
Reinando está la codicia,
el lujo y la vanidad
y la más dura impiedad
con su hermana la malicia.
Aquí corre la impudicia,
la murmuración frecuente,
y de todo esto la fuente
es el ocio y el engaño,
y, por eso, el mayor daño
tenemos en lo presente.
La mala fe con el vicio
parece que han hecho alianza,
porque corre la venganza
en lamentable desquicio.
¡Oh, qué olvidado está el juicio
de ese Dios Omnipotente!
Si nos llama de repente
¿qué podremos alegar,
si es tanta nuestra maldad
y una vida impenitente?
Presto se pedirá cuenta
al que sabe y al que ignora,
porque en los tiempos de ahora
servir a Dios es afrenta.
Aquí su poder ostenta
el mundo, demonio y carne,
haciendo el mayor alarde
despreciamos entre tanto
a ese Dios inmenso y santo
con el descaro más grande".
Carrizo reconoció que tenía la esperanza "de que una nueva generación argentina recogiera otra vez este tesoro poético que he encontrado ya casi abandonado y reanude la honrosa tradición de cultura, varias veces secular, bruscamente interrumpida por la irrupción de una civilización tan puramente material que ha olvidado el significado esencial de la vida humana".
Su voz, como la de los paisanos que conoció, merece hoy que hagamos silencio para que su eco perviva.
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