Las historias desconocidas detrás del paro de pilotos en Aeroparque y Ezeiza
Rubén Roig se levantó a las tres de la madrugada. Se puso un pantalón y un chaleco color caqui, una gorra, calzado cómodo y a las cuatro ya estaba en Aeroparque esperando para abordar un vuelo a Florianópolis junto a su familia. Poco después de llegar le avisaron que su viaje, pautado para las 7, se postergaba a las 9. Luego, que embarcaría a las 9.45. Finalmente, que se cancelaba. Ahora, cerca del mediodía, hace fila junto a su yerno en el puesto de Atención al Cliente de Aerolíneas Argentinas, donde espera que le digan cuándo podrá viajar. "Por lo pronto, ya perdemos la primera noche de hotel. Y, la verdad, la bronca que siento supera por lejos al cansancio de tantas horas de espera", dice a LA NACION.
Rubén y su familia son apenas un ejemplo de los más de 10.000 pasajeros afectados esta mañana por un conflicto gremial que terminó con 56 vuelos cancelados y 21 reprogramaciones solo en Aerolíneas Argentinas y Austral.
Si bien el Ministerio de Transporte se apuró a intervenir para desactivar el paro que anunciaron ayer los pilotos y evitar problemas en pleno recambio vacacional (derogó, tal como le pedían los gremios de pilotos APLA y UALA, un mecanismo para agilizar la reválida de licencias a pilotos extranjeros), no pudo evitar el descalabro. Los pilotos levantaron la medida de fuerza, pero realizaron una asamblea en las primeras horas de la mañana que alteró toda la grilla de vuelos.
Mientras se realizaba la asamblea, los pasajeros se fueron acumulando en una fila que creció y creció hasta atravesar por completo el aeropuerto. Marta, Mari y Susana Peralta, tres hermanas jubiladas, son quienes pasada las 9.30 están en el último lugar, casi contra la pared del estacionamiento sur. "Supuestamente nuestro vuelo sale en horario, pero mirá todo los que tenemos que avanzar todavía", dice Marta, que compró hace más de seis meses el pasaje y ahora mira hacia el horizonte de los mostradores con los ojos achinados, como quien no alcanza a ver.
La fila es tan larga que es difícil para quienes esperan saber lo que está pasando en la zona del check-in. En el fondo ni siquiera hay pantallas informativas. Por eso, cuando sale algún vuelo, los empleados de las aerolíneas caminan a lo largo de toda la fila anunciando el destino a viva voz. También buscan pasajeros con bebés y los derivan a otra cola "de prioridad" que es casi tan larga como la que abandonan.
La sala de atenciones especiales, donde hay asientos para ancianos, personas con movilidad reducida y mujeres embarazadas está abarrotada. Hay sillas de ruedas por todos lados y gente sentada en el piso.
Las quejas y los reclamos se escuchan en varios idiomas. La presencia de extranjeros se destaca entre los viajeros que van y vienen. En menos de 20 metros de fila es posible encontrar, por ejemplo, un grupo de 24 chinos que esperan para embarcar a Ushuaia, dos suecas que tienen pasajes a Iguazú, cuatro amigas israelíes que viajan a Bariloche y una familia de cinco brasileños que aguardan novedades sobre su vuelo a Mendoza.
"Estoy furiosa; no voy a volver a votar nunca más. Tengo 78 años y siempre me han engañado", lanza Sara González Arigós, que tiene pasajes a Bariloche, donde se encontrará con dos hijos y una nieta. Está junto a su marido, de 83, empujando de a pequeños trancos el carrito en que lleva su equipaje. "Nunca antes me había pasado, lo veía por la tele. Ahora que soy yo la que está acá, tomo dimensión de lo frustrante que es", dice.
Si bien los vuelos más afectados fueron los de Aerolíneas Argentinas, también hubo cancelaciones en otras líneas, como Avianca y Latam. Adrián Iglesias tenía planeado iniciar sus vacaciones viajando con su mujer y su hija a Iguazú vía Latam. Ahora está solo en el último lugar de la fila hacia los mostradores de esa aerolínea, que se forma en una dirección contraria a la de Aerolíneas Argentinas y toca, casi, el confín norte del aeropuerto. Ya sabe que su vuelo está cancelado, pero igual debe cargar las valijas a lo largo de toda la serpentina para que en el mostrador le informen para cuándo podrían reprogramar su vuelo. "Terrible. Es arrancar las vacaciones con el pie izquierdo", se queja.
Cerca suyo, una pareja de jóvenes parece ser la única ajena de preocupación. "Nosotros zafamos por que viajamos en Norwegian", dice Natalia Díaz, de 27 años, y sacude satisfecha sus pasaje. Su vuelo sale en 30 minutos y ya despachó las valijas. "Tuvimos suerte de sacar estos pasajes, aunque ya se sabe que Aerolíneas Argentinas siempre tiene problemas", agrega Luciano Pachou, su novio.
Pasadas las 11 de la mañana, la imagen es la de una paulatina descompresión. Ya las filas para embarcar no llegan hasta los extremos del lugar y los pasillos comienzan a dejar lugar a algunos claros. "Ya está todo ok. La gran mayoría de los vuelos están demorados, pero van a salir. Y los cancelados se van a reprogramar para hoy o mañana", dice la chica de Informes a este diario. "Ya está todo ok", repite, y se da vuelta para atender a la larga fila de pasajeros con dudas.
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