Capitanich supo aprovechar las altas tarifas provinciales
El Gobierno ha cambiado algunas caras, pero su capacidad para gestionar, por ahora, parece no haber mejorado ni un poco. Una semana después hay pocas certezas. Una, anunciada, es que se quiere aplicar un impuestazo a los automóviles , motos y otros vehículos, con el poco sostenible argumento de que sólo afectará a los de lujo. Otra, negada en público y aplicada implacablemente, es que la devaluación del peso frente al dólar oficial se aceleró a un ritmo que, de sostenerse, sería de más del doble de la inflación que miden las consultoras privadas. Axel Kicillof, dicen varios empresarios, abrigaría el sueño de que llevando el dólar oficial a $ 7 logrará achicar la brecha con el blue. Hasta ahora, parece imposible de lograr.
Las medidas anunciadas por Jorge Capitanich para los automóviles son, en palabras de Daniel Artana, sólo cosméticas. Habrá que ver si detrás no se esconde un fuerte ajuste de las tarifas por quita de subsidios, con epicentro en el esquivo electorado porteño.
Capitanich se quejó en público de cuánto más cara es la electricidad en su provincia en comparación con el área metropolitana que abastecen las privadas Edenor y Edesur. "El Coqui" no dijo que, parafraseando a sor Juana Inés de la Cruz, él es la causa de lo mismo que acusa. El sistema tarifario que surgió tras las privatizaciones de Segba y Agua y Energía es nacional sólo para el mercado mayorista. El gobierno de Cristina Kirchner sólo puede regular las tarifas al consumidor en Edenor y Edesur.
El resto está librado a los gobernadores. Las empresas provinciales de electricidad son excelentes cajas para recaudar. Se ponen tarifas altas que duplican a las porteñas, mientras se recibe energía del mercado mayorista subsidiada por el Estado nacional. La diferencia grosera es en beneficio del intermediario, que no es otro que una provincial y monopólica empresa distribuidora. En algunos casos son empresas privadas, también monopólicas. En el pasado fueron vendidas con cuadros tarifarios altísimos para que los interesados pagaran más a los tesoros provinciales por quedarse con ellas.
Capitanich lanza así el vetusto discurso porteños vs. provincianos. Las distribuidoras estatales del interior recaudan con tarifas caras para sostener el ineficiente gasto público, sin que el servicio sea mejor. Capitanich padeció el papelón de un corte de luz que dejó sin servicio a la selección argentina de fútbol cuando debía jugar un partido nocturno en su provincia, en 2012.
Las distribuidoras capitalinas han sido llevadas al borde de la quiebra al obligarlas a mantener tarifas muy bajas. Y también está quebrada la administradora del mercado mayorista, que necesita permanentes aportes del Tesoro. A los habitantes del interior, en muchos casos, no les llega el beneficio porque hay gobernadores que aprovechan para hacer la diferencia. Fue por eso que en la anterior ronda de reducciones de subsidios en 2012 Julio De Vido advirtió a los cuatro vientos que si algún mandatario provincial aumentaba la electricidad por las suyas, aprovechando que la culpa recaería en Cristina, le quitarían totalmente los beneficios.
Toda la diatriba contra los autos importados también resultó producto de un análisis liviano o interesado. Los cañones estaban apuntados a los autos de lujo, para los que se pedía un dólar diferencial, más caro. En realidad, ya existe. Se llaman aranceles de importación. Para los vehículos producidos fuera del Mercosur o México es del 35%. Lo cual aumenta enormemente la carga impositiva sobre los automóviles, que ya es muy alta. De manera que si un auto alemán o italiano se vende aquí al mismo precio que en sus países de origen, como ocurre, el gran negocio es del Estado. Los fabricantes ganan aquí mucho menos y los compradores pagan tributos mucho más altos que los consumidores de países mucho más ricos.
Y si Guillermo Moreno exigía que por el ingreso de autos de lujo se exportara por el mismo monto, ¿dónde está la pérdida de dólares? Algunas terminales e importadores terminaron exportando arroz, cueros, vinos, en muchos casos, pagando comisiones a los productores. ¿El sistema no funcionaba? ¿Era una mentira de Moreno que enriquecía a sus amigos? Algo de eso hay. No hace mucho se descubrió que la misma producción exportable era "vendida" varias veces a distintas empresas, que no lo sabían, para compensar importaciones. Y los que controlaban las planillas hacían la vista gorda. Quizás hay más cosas ocultas que las que hasta ahora se saben detrás del cambio de ministros, que parece no haber concluido.