Ariel Aguilar: “Necesitamos una ley que incentive la industrialización de los cueros en la Argentina”
El presidente de la Cámara Industrial de Manufacturas de Cuero y Afines condena la falta de un marco comercial que permita la convivencia de los productos nacionales con las importaciones; considera indispensable trabajar más en la cadena de valor
El cuero rioplatense fue una de las primeras exportaciones de nuestro país. En la época de la colonia se faenaba el ganado en el medio de la pampa para enviar el cuero a la metrópoli, abandonando la mayor parte del animal para que se pudriera a cielo abierto. Con el tiempo apareció la tecnología de refrigeración y esa relación se invirtió, convirtiendo al cuero en un subproducto y supeditando las curtiembres a los avatares de la industria cárnica. Al final de esa ramificación productiva están los fabricantes de las prendas y los accesorios que despiertan el deseo de clientes de todo el mundo, sobre todo cuando visitan el país, ya que es difícil encontrar marroquinería argentina en el exterior.
Es que los marroquineros argentinos, pymes en su mayoría, actualmente son el eslabón más débil en relación al comercio exterior, a pesar de ser los que producen más valor agregado de toda la cadena. “Un kilo de cuero procesado se exporta a 20 dólares: un kilo de carteras o zapatos se exporta a 60 dólares”, dice Ariel Aguilar, presidente de la Cámara Industrial de Manufacturas de Cuero y Afines (CIMA), “y el empleo se puede multiplicar por cinco”. El kilo de bife de Cuota Hilton, quizás obtenido de la misma vaca, ronda los 13 dólares.
Además de conducir CIMA, Aguilar es directivo de la Confederación General Empresaria de la República Argentina (Cgera) y uno de los más activos voceros de un sector de pequeñas y medianas industrias que encuentra dificultades para adaptarse a la nueva política económica.
–Ya han transcurrido varios meses de apertura comercial, ¿qué balance hacen desde la Cgera?
–Tenemos que tener claro que en un mundo que está mucho más “vendedor” que “comprador”, esta apertura perjudica a los sectores productivos de nuestro país, ya que no han bajado los precios ni hemos ganado en competitividad. Una “apertura boba”, como la llamamos (20% de suba de importación de productos terminados en el primer año y más en 2017), para nosotros no es una buena noticia ni para el país, porque no logró bajar los precios, que era una de las razones que se daba para importar más, y además generó cierre de fábricas y pérdida de puestos de trabajo, en sectores intensivos en mano de obra, sobre todo.
–¿Cómo se sale de esta situación, donde nadie quiere que se pierdan empleos, pero a la vez hay una diferencia de precios muy marcada con el exterior que genera el fenómeno de los tours de compras?
–No podemos discutir esto sin ver todo el panorama, del inicio al final de la cadena de valor. Las fábricas argentinas, hasta la puerta de la fábrica, son competitivas, aun con Oriente, con salarios mucho más altos. El problema es hasta que llegan a las vidrieras. Es una discusión que debemos dar sobre la formación de precios en nuestro país. Cuando mirás las vidrieras en Chile, en los shoppings, no vas a ver ningún calco de ningún descuento. En Chile se compra en un pago, sin descuentos; la financiación se la da después el banco al cliente. Una parte que juega mucho acá en la formación de precios es la bancaria, y es la única que el Gobierno no ha tocado. El comerciante argentino tarda 18 días hábiles en recibir el dinero de la venta con tarjeta.
–¿Con la importación no bajan los precios entonces?
–Mirá el calzado, 25% de aumento de importación en 2016 respecto de 2015; marroquinería, 31%; textil, 35 o 40%; muebles, 66%... Hubo suba de importaciones: yo cuento las unidades (o kilos en el textil) de los despachos de importación. Y la inflación igual fue del 40%. Se lo está quedando el sector importador. Aunque el fabricante resigne rentabilidad, el problema lo tenés en la cadena comercial. En una zona céntrica se paga de alquiler de 50 a 80 mil pesos, en un shopping se pagan 250 mil pesos de alquiler. Un fabricante vende una cartera de cuero al comercio en 800 pesos y llega a la vidriera en $ 3000, porque todo el resto de la cadena es carísimo, y eso es igual para el producto importado. Pero con el importado destruís la industria y el empleo: no es casualidad el escenario de las 50 fábricas que cerraron y los más de 1400 empleos que se perdieron. Nos perdimos la posibilidad de discutir cómo se forman los precios en la Argentina. Vamos al inicio de la cadena de valor: cemento, aluminio, acero, cuero... Está concentrado según el caso en una o dos empresas; son cinco en el caso del cuero. Entonces tenés un precio que no es competitivo para la pyme, que está cautiva en el extremo del insumo básico y en el otro, por los bancos y demás. En el medio hay muchas cosas que se podrían hacer.
–Desde ese punto de vista, entonces, se podría argumentar la necesidad de abrir o facilitar la importación de insumos...
–Ni la Cgera ni las cámaras como CIMA, de calzado o las textiles, tuvieron nunca una actitud antiimportadora. No estamos en contra de la importación de insumos para la fabricación nacional, al contrario, pero siempre dentro de un marco de comercio administrado para que pudieran convivir el nacional y el importado. El libre comercio sólo favorece a las grandes empresas, esto hay que tenerlo claro.
–El cuero argentino tiene una calidad reconocida internacionalmente, pero la marroquinería exporta cada vez menos. ¿Por qué?
–Nuestro sector fue históricamente exportador; en 2008 el sector llegó a exportar 100 millones de dólares en carteras, ropa de cuero, cinturones... El año pasado no llegamos a los 15 millones. El problema es que a partir de la crisis de 2008, al mundo le sobran productos. Por otro lado dejamos de ser competitivos por costos internos; no estoy hablando de salarios solamente, también por los impuestos y los fletes. Cuando se devalúa ganamos una competitividad coyuntural que sólo sirve mientras dura ese valor del dólar. Hay que trabajar muchísimo más en la cadena de valor. Le presentamos al gobierno actual un proyecto de ley de promoción con incentivos como descuentos de impuestos para los que tomen personal, para quienes fabriquen productos de cuero para el exterior. Lo presentamos hace un año, pero hasta ahora no ha tenido tratamiento.
–¿No hay una debilidad también en el desarrollo comercial? Prácticamente no hay marcas fuertes de marroquinería que tengan una buena red de puntos de venta dentro del país, y creo que ninguna cruza la frontera con locales propios.
–Sí, hay marcas que se han desarrollado en el mercado latinoamericano. A veces no estamos competitivos, pero hay muchos fabricantes que exportan en diferentes épocas. Uno de los desafíos que nos planteamos como cámara es volver a ganar los mercados de América del Sur, Chile en primera instancia. Para eso necesitamos una ley que incentive la industrialización de los cueros en la Argentina. No es sólo una decisión empresaria ganar mercados, también hay una decisión política de apoyo, como hacen los europeos con su sector agropecuario.
–¿Qué se debería hacer para que las empresas argentinas de indumentaria y marroquinería puedan competir con el producto extranjero tanto en el mercado local como en el exterior?
–En primer lugar, tener una política de industrialización. Nosotros no estamos viendo una política de industrialización que apunte a que haya más manufacturas en nuestro país. Segundo: tenemos que ganar una competitividad que no sea sólo vía precios, pero no es fácil competir con salarios de Medio Oriente. Cuando a nuestro sector le plantean competitividad, estamos de acuerdo, y podemos competir en igualdad de condiciones, con ocho horas de trabajo, no doce o trece, y con salarios similares... Tenemos la materia prima, tenemos el diseño, de los mejores, tenemos decisión y cabeza empresaria para ir a ganar mercados. Lo que pasa es que la competencia se debe dar en igualdad de condiciones, y hoy ese marco no se da, en un mundo donde sobran productos y van a parar a los mercados que se abren ingenuamente.
–¿Cómo ven la negociación con la Unión Europea desde el sector marroquinero y desde la industria nacional agrupada en la Cgera?
–El Gobierno está decidido a ir a un acuerdo a cualquier precio, y eso significa que nos plantean una baja de aranceles en nuestros productos industriales. No queremos que bajen los aranceles, porque de alguna manera es lo que nos permite competir y proteger nuestras industrias, como ellos lo hacen con su sector agropecuario. Hemos dicho que nuestro sector no puede bajar ningún arancel porque bajar el arancel a la mitad significa que muchas fábricas dejen de producir. Y esto no es un proteccionismo absurdo, es el mismo que Europa ejerce con sus productos del agro, o Estados Unidos con la mayoría de su industria. Por eso, una negociación que signifique resignar parte de nuestra industria para poder vender más productos agropecuarios no nos parece un buen acuerdo. Nos reunimos con el Gobierno, después es una decisión política. Nosotros planteamos trabajar con otros países, pero bilateralmente, con los que tengamos economías complementarias. Los TLC pueden ser muy bonitos como palabras, pero tenemos que ver qué significan hacia adentro, en la redistribución de ingresos. Un proyecto de menos industria nos lleva a más desigualdad y más conflicto social, un país en el que creo que la mayoría no queremos vivir.
–En pocas semanas, Buenos Aires recibirá la conferencia anual de la Organización Mundial del Comercio (OMC), y unos meses después la cumbre del G-20...
–Venimos siguiendo muy atentamente las reuniones de la OMC porque creemos que se van a definir muchas cosas. Si somos invitados al foro empresario iremos, pero no creemos que para tener una inserción inteligente en el mundo tengamos que resignar industrias, abrir fronteras ingenuamente o ser un país de servicios. Se puede tener una inserción inteligente, pero tiene que ser con productos industriales, no puede ser sólo con un país agroexportador y de servicios.