Cambios. Los negocios ya no se rigen bajo las mismas reglas
Las tensiones entre los principales actores del comercio internacional y el avance de los intangibles modifican el panorama
El mundo de los negocios internacionales se encuentra en una nueva era. En primer lugar, los países ya no cooperan sino que compiten. Por ello, invierten menos en instituciones multilaterales globales e implementan decisiones para lograr ventajas individuales. En esto están incluidos desde el alza de aranceles de EE.UU. contra China o Europa hasta la sucesión de reformas impositivas que está produciéndose en el planeta para mejorar las condiciones de acción de las empresas, reformas que han generado que el promedio de la alícuota de impuesto corporativo en el mundo se haya reducido en un 40% desde el inicio del siglo; mientras la tasa promedio era en 1980 de 40,3% hoy lo es de 24,1%.
Esta competencia lleva a una segunda condición en la que las instancias multilaterales de resolución de conflictos se debilitan (el tribunal respectivo de la OMC, por caso, está quedando inerte; mientras los nuevos foros para tratar los problemas del cambio climático pueden empezar a funcionar). Para el Foro Económico Mundial, se produce ahora una mezcla de conflictos y de generación de bolsones de acuerdos entre países que se eligen entre ellos (con discrecionalidad) a través de acuerdos económicos internacionales selectivos (EE.UU. se enfrenta a China pero firma un nuevo pacto con México y Canadá, y ofrece a la vez un acuerdo amplio al Reino Unido post Brexit; mientras que Brasil reniega del Mercosur pero inicia conversaciones con China, la Unión Europea celebra acuerdos con Canadá y Japón -y el Mercosur- mientras tensa vínculos con EE.UU.).
Por eso, hay vigentes hoy en el mundo unos 300 acuerdos de apertura recíproca entre países que deciden asociarse (eligen los ámbitos de internacionalidad sin que ello lleve a una indiscriminada globalidad): el 50% del comercio mundial total (US$26 billones en 2018) se produce entre países que han decidido asociarse a través de pactos de apertura recíproca en los cuales no solo rebajan aranceles al comercio, sino que avanzan hacia confluencias regulatorias que permiten reducir el principal costo de la internacionalidad económica, que es el de adaptación de productos, empresas y prácticas al ingreso a mercados diversos en los que normas, pautas, requisitos y exigencias son complejas. El reciente acuerdo de libre comercio entre más de 40 países africanos es un ejemplo de ello; y el aun inmaduro acuerdo Mercosur - Unión Europea también.
Esto produce una gran politización (el comercio y las inversiones transfronterizas se utilizan como campo de disputa de otros asuntos, como ocurre con la suba de aranceles entre EE.UU. y China, que es consecuencia de sus diferencias relativas al liderazgo tecnológico mundial) y un debilitamiento del sistema de normas: los procesos de prevalencia de fuerzas económicas o políticas superan a los de vigencia de reglas (las amenazas al Mercosur de Bolsonaro, el Brexit y el debilitamiento de la OMC son ejemplos de ello). Pero estas referidas circunstancias políticas se deben completar con otras de tenor diferente: la economía mundial se encuentra en medio de un inusitado proceso de reformas de la matriz productiva (tecnológica); la globalización ya no tiene el motor mayor en el alza de intercambio de bienes físicos sino en la generación de intangibles globales. Así, el mundo está dando un gran salto invisible: intangibles como invenciones, conocimiento apropiado y aplicado, licencias y patentes, know-how, ideas, la ingeniería como insumo, marcas comerciales, organización funcional, diseño, sistemas de comunicación económica en cadenas y procesos integrados trasfronterizos de creación de valor, estándares certificados y el talento en la producción son los que impulsan la nueva economía. A tal punto que el profesor Baruch Lev reclama desde la NYU que se redefinan patrones de medida económica de los activos de las empresas, porque se está infracomputando el valor de los intangibles.
Por eso, dice Jonathan Haskel (en "Capitalism without capital"), es que en el mundo por cada dólar que se invierte hoy en tangibles se está invirtiendo 1,2 en intangibles. Y McKinsey señala que el valor generado a través de intangibles duplica al generado por los tradicionales tangibles. En los últimos 40 años, según el Foro Económico Mundial, en el mundo la tasa de inversión en activos físicos (como fábricas) cayó 35%, mientras que el ratio de inversión en intangibles creció casi 60%.
Por ende, hoy las empresas líderes no son solo globales porque son "multipaís" sino que lo son por su condición de "multiindustria" (en varios sectores) y "multicompañía" (en red) como enseña un paper de la Universidad de Wharton. Y una cualidad de la época es, consecuentemente, que están licuándose los límites entre las disciplinas. La medicina se mezcla con la producción de alimentación, lo jurídico con la economía, la que cada vez más se relaciona con la ingeniería; la arquitectura con la psicología; las ciencias duras con la administración de equipos humanos.
Las empresas ya no prevalecen por productos sino por prestaciones. Dice Rita Gunther McGrath (en The end of competitive advantage) que los que tienen éxito en el mundo ya no lo hacen por sus productos -cuyo ciclo de vida de acorta más y más- sino por sus empresas, que logran el mejor atributo en la capacidad de entender que las ventajas en un mercado son siempre transitorias por el evolucionismo tecnológico sorpresivo imparable, y en la consecuente adaptabilidad al cambio permanente.
Por ello, ya no se trata meramente de exportar, invertir o comerciar, sino de hacer negocios integrales internacionales. Muchos hablan ya de convertir a las pymes en micromultinacionales, un juego distinto para el que hay que prepararse con nuevos atributos.