El eje se afirma en el Pacífico
La alianza integrada por México, Colombia, Perú y Chile avanza rápido y deja en evidencia el letargo que afecta a los países que integran el Mercosur
Hace ya algunos años, especialmente desde la irrupción de China en el comercio mundial, que el eje del comercio internacional se ha trasladado desde el Atlántico al Pacífico. Específicamente desde el Atlántico norte, donde Estados Unidos y Europa occidental acaparaban lo principal del intercambio mundial, al inmenso océano Pacífico.
El descenso europeo actual, después de todo, era previsible. Es el destino de los gigantes con pies de barro: un continente que depende casi totalmente de la importación de energía (gas desde Rusia y petróleo desde los países árabes) y que apela al Estado de Bienestar permanente y sin financiamiento suficiente, tarde o temprano tiene que entrar en crisis.
La aparición de China en el primer plano mundial se explica principalmente por su asociación con los Estados Unidos, su principal cliente. China, además, se convirtió en el principal tenedor de bonos del Tesoro norteamericano.
Es en las orillas del gran océano donde ocurren las cosas actualmente y donde tienen costas importantes países como Estados Unidos, Canadá, México, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Corea y los del sudeste asiático, sin olvidar la cercanía de la India. Todos ellos países de importante participación en el comercio internacional.
Desplazamiento
El eje del Atlántico sur, constituido básicamente por Argentina y Brasil, está sufriendo lenta pero firmemente un desplazamiento hacia el Pacífico: la aparición de la Alianza del Pacífico (que reúne a Chile, Perú, Colombia y México) comenzó a inquietar a los hasta ahora líderes del Mercosur.
Los países de la Alianza incluyen un tercio de la población y del PBI de América latina. Han comenzado a funcionar hace alrededor de un año y lo han hecho hasta ahora en buena forma. Algo que, por otra parte, siempre ha ocurrido en nuestro continente: buenos fueron los principios de la Alalc, del Mercado Común Centroamericano, del Grupo Andino, de la Aladi y del Mercosur.
Los buenos comienzos luego, por diversos motivos, se desbarrancaron.
Quizá esta ley inexorable no se cumpla con los países de la nueva Alianza, que ya cuentan con quince países observadores, entre ellos España, Japón, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Francia y algunos latinoamericanos como Costa Rica, Ecuador y Paraguay.
La participación de México en esta alianza debe destacarse. México se volcó, desde su integración al Nafta en 1994, al comercio con América del Norte y prescindió de su participación en la integración de América latina. La importante novedad de su reaparición implica un contrapeso a la predominancia política y económica de Brasil en el proceso global de integración por parte del único país que por su población, comercio y peso específico puede significar un desafío de liderazgo para nuestro vecino norteño.
La Alianza del Pacífico tiene propósitos claros y prácticos: incrementar el intercambio entre sus participantes y, al mismo tiempo, tomar ventaja de su situación de ribereños del océano donde ocurren las cosas en el comercio internacional actual.
Los pujantes e innovadores países asiáticos son una tentación demasiado fuerte como para despreciarla.
En la reciente reunión de Cali, Colombia, los integrantes de la Alianza decidieron eliminar los aranceles del 90% de sus productos y llegaron a un acuerdo para que al 30 de este mes se agregue el 10% restante. Pero los acuerdos alcanzados van más allá de las desgravaciones arancelarias: se acordó sobre el comercio de servicios, inversiones y compras de los gobiernos.
Esperamos que esta importante novedad despierte a los países del Mercosur del letargo en el que se han sumido desde hace bastantes años y que lo ha convertido en un amable e inocuo club de amigos.