Importaciones: la otra mitad del comercio exterior que hace crecer la inversión
El comercio exterior tiene dos caras. Una de ellas son las importaciones, que resultan críticas para los procesos productivos. Y -contrariamente a lo que en muchas ocasiones se cree- son eslabones fundamentales del crecimiento económico. En algún caso porque se incorporan en esos procesos productivos como insumos o bienes de capital; pero en todos los casos porque el propio proceso de importación supone la existencia de servicios y actividades de soporte que el propio proceso requiere y que generan valor económico.
Como en todo el mundo (donde las importaciones totales equivalen al 30% del producto planetario, porcentaje que duplica al que se observa en Argentina), en nuestro país las importaciones incluyen rubros que son requisito para la producción local, entre los que están insumos para la producción (bienes intermedios), bienes de capital (equipos para producir), las complementarias piezas, accesorios y partes de bienes de capital (que complementan -para el armado o reposición de los equipos- a lo anterior); los vehículos de pasajeros, los combustibles y lubricantes y los propios bienes de consumo.
Pues dentro de todo ello hay un aspecto especifico significativo: las importaciones son críticas en los procesos de inversión. Fuentes privadas reflejan que la participación de la inversión en el PBI en Argentina viene en descenso (desde niveles bajísimos) pasando de 15,2% (en 2017), a 14,7% (2018); luego descendiendo a 13,5% (2019); y cayendo más aun a 12,6% (primer trimestre 2020) y hasta a 9,5% (segundo trimestre 2020). Es decir, en los últimos años siempre por debajo del 16%, que es la tasa que se entiende que se requiere para mantener capital (por debajo de esa tasa se produce destrucción del capital). El promedio mundial ronda 24% del producto global.
No pocas importaciones de bienes de capital y de accesorios y partes -de y para esos bienes de capital-, equipos, máquinas y herramientas y tecnología física, alimentan la inversión. Por diversas razones en nuestro país las importaciones en general caen desde hace varios años (recesión, malfuncionamiento económico, regulaciones restrictivas, altos aranceles, lineamientos políticos generales). Y en particular caen en la última década: en 2020 las importaciones fueron nominalmente 42% más bajas que diez años antes (en 2011). Aunque más relevante aun es que -en particular- las importaciones dirigidas a la inversión cayeron en ese decenio 48,2%. Y si se consideran específicamente los bienes de capital (que se dirigen a la nueva inversión) la diferencia entre los resultados del 2011 y los de 2020 (un decenio de diferencia temporal) es de casi 50% (49,21%).
Así, el porcentaje de las importaciones dirigido a inversión en 2020 fue el más bajo de la década. Y había sido también muy débil en 2019 y en 2018. El porcentaje de importaciones para inversión en 2020 es el más bajo desde la década de los años 80 del siglo pasado. La participación de la inversión en las importaciones superó 40% en los registros en los años transcurridos a partir de 1995 y hasta 2010; pero cayó a menos de 40% desde 2011. Se recuperó aquel nivel por encima de 40% puntualmente en 2015, 2016 y 2017 y desde allí ha descendido y llegó al bajísimo nivel de 35,3% de 2020.
Si se hubiese continuado con cifras de importaciones dirigidas a la inversión en los niveles de 2011 en cada uno de esos años posteriores la Argentina hubiese invertido a través de importaciones en todos estos años un importe acumulado de US$41.219 millones de dólares adicionales. Una economía cerrada se desacopla de la evolución tecnológica. Y los efectos de ello se padecen después por mucho tiempo.
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