Mercosur: ¿socios o rivales?
El Arancel Externo Común, motivo de disputa entre los miembros, duplica y hasta triplica al de otros bloques
El 30 aniversario de la firma del Tratado de Asunción, que dio pie a la conformación del Mercosur, encuentra al bloque con una nota baja en materia de resultados concretos en los últimos años. Mientras que las exportaciones representan el 15% del PBI del bloque, un contraste notable con más el doble que obtienen otros acuerdos, el comercio intrabloque también es escaso, de solo un 13%, según estimaciones privadas. En 2020 desde el Mercosur salieron exportaciones por US$250.000 millones, mientras que en 2019 fueron por US$272.000 millones y en 2011, por US$300.000 millones.
Los problemas que hoy tiene el Mercosur se pueden resumir en: un alto Arancel Externo Común (AEC), del 14%, que duplica y hasta triplica el de otros bloques; flexibilizar una política por la cual no se pueden hacer acuerdos por fuera del Mercosur, y los elevados costos, entre ellos los de la logística que le restan competitividad a los productos, entre otros.
¿Qué deja en claro la reunión virtual entre los presidentes de los países del Mercosur? Que es más lo que desune que lo que une. Fueron ellos mismos quienes no lo pudieron disimular. En un encuentro tan importante como el aniversario número 30 del Mercado Común del Sur, con tantas miradas puestas sobre los primeros mandatarios, hubo algunos reclamos y un ríspido ida y vuelta entre los presidentes de Uruguay y de la Argentina, lejos de los caminos de la diplomacia. En el marco de un paso para atrás en el acuerdo con la Unión Europea, donde hay 27 países que deben ratificarlo pero no parecen tener muchas ganas de darle luz verde, la imagen que dejó el encuentro como un todo no fue la mejor.
Comenzó con las palabras del presidente argentino, con una ponencia mesurada, con llamados a la unidad, a la concordia, aunque bastante tajante (por la negativa) en cuanto a uno de los temas sensibles del Mercosur, que es el elevado Arancel Externo Común que el resto de los países quiere bajar. Este inicio tuvo un giro de 180° con su respuesta al presidente uruguayo Luis Lacalle Pou, a quien conminó a “bajarse del barco” por haber hecho referencia a que el Mercosur no debe ser un “lastre”, o un “corset” que impida el crecimiento de los países que lo conforman.
Alberto Fernández, en su discurso, habló de un compromiso con la democracia como “condición fundamental de la vida de los pueblos”, palabras que llaman la atención en un momento en que en la Argentina se están cuestionando valores republicanos fundamentales como la independencia del poder judicial. En este escenario propuso un Observatorio de la Calidad de la Democracia, “un esfuerzo común orientado a comprometerse con la promoción de la democracia, la libertad y la paz en la región”. Una carta que puede llevar a múltiples interpretaciones.
Además de sugerir un segundo Observatorio, destinado a la prevención de la violencia de género en el Mercosur, habló de la creación de un tercer Observatorio, esta vez del Medioambiente, ¿un mensaje para Bolsonaro y los reclamos a nivel mundial sobre la gestión del Amazonas? Es éste, precisamente, uno de los temas que traban el acuerdo con la Unión Europea.
Arancel Externo Común
A la hora de hablar sobre el AEC, el presidente argentino admitió que “debemos lograr mayor competitividad” e hizo referencia al “perfeccionamiento del arancel externo común, algo en lo que están trabajando los cuatro países. No creemos que una reducción del Arancel Externo Común para todo el universo arancelario, sea el mejor instrumento frente a la posibilidad de nuevos acuerdos con otros países”, disparó.
En este sentido, mientras que la Argentina intenta pisar el freno, el resto de sus socios ya tomaron una velocidad imparable. Fernández dijo que prefiere continuar en el grupo conformado para trabajar en esta materia, quizás siguiendo los lineamientos de una frase atribuida a Juan Domingo Perón: “para que algo no funcione nada mejor que formar una comisión”. En este marco, pidió “darnos los tiempos de implementación necesarios a fin de no erosionar nuestras estructuras productivas”. Aspira a alcanzar el consenso con los socios al fin de la presidencia Pro Tempore, a mediados de junio “para que esté alineado con los intereses de todos y sea posible su aplicación en el futuro próximo”.
Sin embargo, los tiempos de los otros mandatarios no parecen coincidir.
Bolsonaro, sin estridencias, en una ponencia corta y concreta, defendió la actualización de los aranceles externos y destacó la reunión de abril como un espacio de toma de decisiones. Habló de celeridad y de la necesidad de inversiones externas, especialmente en este momento pospandemia.
También instó a mejorar las reglas que valoren el ambiente de negocios, superar las brechas en el sector automotriz y de azúcar, y “alinear las normativas vigentes a las mejores prácticas y patrones internacionales”. Pidió así llegar a mercaderías de menor valor y de mejor calidad para todos los consumidores y también el apoyo a los empresarios.
En cuanto a la flexibilidad para que los países negocien con terceros, algo que la Argentina quiere negociar paso a paso, dijo que “la regla del consenso no puede ser transformada en una herramienta de veto permanente. El principio de la flexibilidad está escrito en el Tratado de Asunción”.
A pesar de distintos desacuerdos explícitos con su par brasileño durante el año pasado, fueron las palabras de Lacalle Pou, al frente de un país de 3.5 millones de habitantes, las que crisparon a Alberto Fernández, que no pudo seguir el camino de la diplomacia y creyó conveniente responder de manera tajante.
Para el uruguayo Luis Lacalle Pou, “el pueblo exige oportunidades de progreso. Pidió profundizar la zona de libre comercio, rever el AEC, y avanzar en negociaciones con otros bloques. “No estamos conformes”, aseguró, y agregó que el Mercosur “no debe ser un lastre, no debe ser un corset en el cual nuestro país no se pueda mover. Por eso hemos hablado de flexibilización. Uruguay necesita avanzar. Se debe discutir el tema de la flexibilización. No hay tiempo para grandes diálogos y grandes comisiones. Hay que actuar.”
“Si somos un lastre, que tomen otro barco”, chicaneó el presidente argentino.
Mario Abdo Benítez, el primer mandatario de Paraguay, quizás haciendo gala de un lenguaje más fraternal, hizo referencia también a que las políticas del Mercosur no deben ser una barrera que obstruya el desarrollo de cada una de las economías.
Los expertos aseguran que a nadie le conviene que se rompa el Mercosur, pero sí que los países deben hacer algunos “deberes”.
En el plano local, está claro que ya no hay tiempo para posponer medidas que dejan de lado el proteccionismo del Mercosur, y que hay que acelerar el camino de la competitividad, bajando costos laborales atrayendo inversiones, con seguridad jurídica y costos de la logística acordes a la necesidad del país. Tal como afirma la UIA, la Argentina pretende exportar impuestos, y el resto de los países ya no están dispuestos a tolerarlo.