Un cambio de mentalidad en las pymes exportadoras puede tener un efecto contagio
Arroz, langostinos, peonías y otros productos que distan de ser envíos considerados tradicionales demuestran que en el país algunas empresas logran superar las dificultades económicas
Avanza 2019 y hay varias notas a destacar. La Argentina exporta café… ¡y eso que no producimos café! La Argentina exporta arroz a Japón, que está mucho más cerca de todos los grandes productores del mundo; las exportaciones de langostinos llegan a niveles sorprendentes, hace poco se han exportado peonías (son unas flores hermosas), maderas, y varios otros productos que están lejos de ser considerados tradicionales. Las exportaciones de garbanzos y porotos gozan de buena salud. Amigo lector: relea este párrafo y piense en las consecuencias y las razones de estos logros.
Son pequeños pasos para la balanza comercial, pero gigantescos saltos para las empresas que lo lograron. No nos equivoquemos: esto no es resultado del tipo de cambio, aunque ciertamente ayuda. Para lograr exportar se requiere un buen producto que un cliente esté dispuesto a comprar, un precio mejor al de la competencia, logística, permisos y mucho más que no se logra ni se coordina en un día. ¡Las exportaciones no son fruto de la devaluación! Es la iniciativa y el ingenio los que han logrado que esos productos lleguen a los mercados del mundo. Un país de solo 46 millones de habitantes necesita venderle al mundo para lograr empresas más eficientes y mayor nivel de empleo.
El tipo de cambio no es el mejor ni el único mecanismo para lograr exportar. Por el contrario, si el mismo se atrasa considerablemente con respecto a los costos internos, entonces sí es un impedimento para lograr exportar. Esto debiera ser claro: no por mucho devaluar se logra exportar, pero si el tipo de cambio no es razonable, es imposible hacerlo. Un tipo de cambio adecuado es una condición necesaria, pero no suficiente para mejorar las exportaciones. Al fin y al cabo, el tipo de cambio es el mismo para todas las industrias, y sobre todo para todas las empresas dentro de un mismo sector, y son muy pocas las que logran exportar. ¡Que conste mi admiración hacia ellas! La esencia son la productividad y creatividad, que no están atadas al dólar.
Si entendemos que el dólar no es la única herramienta para exportar, evitaríamos tantos vaivenes económicos que nos impiden crecer y tristemente deshacen el esfuerzo de años. Históricamente, cada vez que hay una devaluación el poder de compra de los salarios se ve notablemente deteriorado: los bienes transables se vuelven más caros para el salario (que en términos nominales aumenta muy poco y con rezago). En nuestro país la mayoría de los bienes exportables son alimentos y energía, lo que amplifica ese efecto y afecta desproporcionadamente la canasta de consumo, con lo cual se terminan fogoneando los precios.
Erróneamente, se cree que el Gobierno genera una devaluación para mejorar sus ingresos y favorecer a los exportadores, y eso está lejos de la realidad. Las devaluaciones no son decisión del gobierno de turno. Es más, la financiación –sobre todo del Estado– suele estar en dólares, por lo que una devaluación hace aún más difícil cumplir con los compromisos. Las devaluaciones ocurren por tener un fuerte desbalance fiscal y monetario, no porque a los ministros les guste.
Para paliar los efectos negativos de una devaluación se imponen retenciones, tanto para compensar los efectos nefastos sobre el salario real como para recaudar más. Ya dijimos que si hay devaluación, los costos aumentan, y si hay retenciones los exportadores no se benefician de la devaluación. Tenemos los costos casi sin beneficios. Perdemos todos menos los que tengan dólares en el colchón… o disfruten de una economía cerrada. La inflación pronto "come" los pocos beneficios de la devaluación, y volvemos al círculo vicioso.
¿Qué pasaría si no hubiera retenciones? Tampoco crecerían instantáneamente las exportaciones. Este efecto no es solo en la Argentina. En la literatura económica se lo conoce como el efecto "J", (perdón por el tecnicismo: la "J" describe la evolución temporal de los efectos de una depreciación real de la moneda nacional en la balanza comercial de un país en una economía abierta. Hay una demora importante hasta que las exportaciones comienzan a crecer).
Recordemos que nuestras exportaciones tienen un gran componente biológico: las vacas no engordan más rápido ni el trigo crecerá en verano porque se haya devaluado. Las industrias no tendrán un tercer turno ya entrenado trabajando y sobre todo, el resto del mundo no sabrá que alguna empresa argentina es confiable para comprarle un producto de calidad.
En los últimos meses de 2018, el salto en el tipo de cambio mejoró la balanza comercial por caída de las importaciones, ya que las exportaciones no aumentaron en volumen. Como la energía tiene costos internacionales (casi siempre...) tuvo un impacto instantáneo en costos.
En 2019 hay efectos positivos. Una prueba es la pequeña lista de exportaciones no tradicionales que mencioné, que seguramente trabajaron desde mucho antes de la devaluación, mejorando procesos y abriendo mercados. Los productores pequeños pueden probar con Exporta Simple, que con o sin defectos es infinitamente mejor que no tenerlo. Desde 2016 se está mejorando la infraestructura, y falta muchísimo, pero es mejor que antes.
Claro, hay cientos de ejemplos de dificultades de todo tipo. Aun así, algunas empresas ya están logrando superarlas y es posible que muchas más puedan seguirlas. Si hay más exportaciones podremos tener más importaciones, indispensables para ganar productividad. Ese sí es un camino de crecimiento seguro. Claro, preferiríamos eliminar los problemas en lugar de ir mejorando lentamente. Pero –insisto– hay muchos ejemplos de empresas que lo están logrando. No hace falta ser exportador para beneficiarse, basta con concentrase en ser proveedor de quienes exportan.
Quien se quede quejándose de la macro, quejándose de sindicatos, patrones, competencia y gobierno, es decir quejándose de "los otros", quejándose por no poder ir más rápido, perderá la oportunidad. Ganarán quienes entiendan que solamente exportando la Argentina tiene futuro.