¿Una nueva etapa para la estrategia comercial externa?
El 2017 ha puesto de manifiesto que una etapa del sistema mundial del comercio internacional está llegando a su fin. Es la iniciada al concluir la Segunda Guerra Mundial y que dio origen, con la creación del GATT y luego de la OMC, a las actuales instituciones y reglas del juego multilaterales de alcance global. Es también la que se inició con distintas modalidades de experiencias regionales, con incidencia en el comercio y las inversiones transnacionales, como la de la integración europea y luego la latinoamericana.
Al menos tres factores explican la transición hacia una nueva etapa que ahora estaría emergiendo. Uno es el poblacional. No sólo el mundo tiene más gente, sino que el crecimiento demográfico y las pirámides de edades generan un mapeo poblacional con diferencias de los del pasado. Es claro en el caso de Asia, pero también de África y de América latina. Las tres regiones tienden a adquirir un protagonismo creciente en las relaciones comerciales internacionales. Se destacan, por lo demás, por un fenómeno con incidencia en comportamientos sociales, expectativas de vida y niveles de consumo. Es el del crecimiento de la clase media urbana, con una capacidad de consumo, un nivel de información sobre sus opciones y, por ende, un empoderamiento relativo, imposibles de ignorar en las estrategias de inserción en el mundo de un país, cualquiera que sea su dimensión y su grado de desarrollo.
Otro factor es el de la conectividad entre naciones y mercados. Por los cambios tecnológicos, el mundo está más conectado. La conexión es física y digital, pero también económica y cultural. Bienes y servicios, ideas y valores, costumbres y pautas de consumo tienden a asimilarse, pero a la vez a diferenciarse. Es un mundo más similar en muchos aspectos y más diferenciado en prioridades y expectativas. Entenderlo es una necesidad para quienes intenten competir por los mercados mundiales.
Y un tercer factor es el que todos los protagonistas –naciones o regiones, consumidores o productores, empresas o ciudadanos– tienen múltiples opciones para lograr los objetivos en sus estrategias de inserción en el comercio mundial. Entender la dinámica de tales opciones será en adelante una condición necesaria para competir y negociar con éxito. Implica saber qué quiere obtener un país en su inserción comercial en el mundo, pero sobre todo saber qué puede obtener. Y esto depende del conocimiento que un país tenga de su valor relativo para aquellos con los cuales le interesa interactuar. El mundo de los próximos años será dinámico, complejo e impredecible. Quizá más que en los últimos años. Ello repercutirá en las relaciones comerciales internacionales. Todos los países, incluso el nuestro, tendrán que tener la habilidad de identificar y valorar todas las opciones factibles para su estrategia de inserción comercial internacional. Requerirá algo que no siempre ha abundado en nuestra forma de imaginar la inserción internacional del país. Esto es, la necesidad de conciliar, en forma simultánea, visiones e intereses de corto plazo con los del muy largo plazo. Pero también requerirá la capacidad de prever y captar a tiempo los que probablemente serán continuos desplazamientos de ventajas competitivas entre naciones y empresas, originados en cambios tecnológicos, en variaciones del poder relativo de los protagonistas, o en transformaciones culturales que incidan en valores y prioridades de los consumidores.
Al menos en tres planos 2018 plantea desafíos para una estrategia comercial internacional inteligente de los argentinos. Requerirán acentuar la eficiencia de diagnósticos de calidad sobre los cambios profundos, y no sólo los coyunturales, que se operen en los distintos países. Uno es el plano del sistema multilateral del comercio mundial. Las instituciones y reglas existentes –que provienen de iniciativas impulsadas en su momento por los EE.UU.–, que algunos consideran hoy que han quedado obsoletas, requerirán un esfuerzo de rediseño no fácil de concretar. Nuestro país, por presidir este mes la Conferencia Ministerial de la OMC y ahora el G-20, cuya cumbre se realizará el año próximo, tendrá la oportunidad de poner de manifiesto su capacidad para facilitar la concertación de intereses y visiones, por momentos divergentes, que se observan entre los muchos países con capacidad de incidir en el diseño de reglas de la gobernanza comercial global que aspiren a tener efectividad, eficacia y legitimidad. Otro es el plano interregional. En la etapa que ha comenzado a desarrollarse en las relaciones comerciales entre las naciones, la inserción asertiva en la creciente red de acuerdos interregionales será fundamental para la proyección al mundo de lo que el país puede ofrecer a los otros mercados. Lo que se ha observado este año en algunos de los principales nodos de esta red indica la necesidad de abordar la cuestión de las negociaciones que, a partir del Mercosur, se puedan desarrollar con otros países y con otros acuerdos regionales. Al respecto cabe tener presente que tanto el Nafta como la UE enfrentan crisis metodológicas, que por momentos parecen ser existenciales. Se encuentran entonces en una transición hacia algo que probablemente será diferente con respecto a lo que ha existido hasta ahora.
Y el tercero es el plano regional latinoamericano. Tras sesenta años de distintas iniciativas orientadas a la integración económica, a la conexión física y a la articulación productiva entre países de la región, se observa un reconocimiento de que se requieren enfoques y métodos de trabajo diferentes de los empleados hasta el presente. El propio Mercosur está necesitando una puesta al día, que puede implicar cambios metodológicos significativos, sin perjuicio de preservar las razones fundamentales que llevaron a sus países fundadores a optar por trabajar juntos en el plano de sus objetivos de desarrollo económico y social, en un contexto de paz y estabilidad política del “barrio”.
El futuro del comercio
Un reciente “hecho cargado de futuro” ilustra sobre los cambios que se están produciendo en el comercio de bienes y de servicios. Es lo que ocurrió en la celebración del Día del Soltero en China. El 11 de noviembre, en sólo 24 horas, las compras online de consumidores chinos fueron del orden de los US$ 23.000 millones. Comercio digital, estrategias de “internacionalización de nicho”, generalización del Exporta Simple, conexión directa transfronteriza entre productores y consumidores, son conceptos que tal hecho está indicando como factibles y que la estrategia argentina de inserción internacional inteligente deberá tomar en cuenta. Ello implicará acentuar mucho los esfuerzos de renovación de conceptos, paradigmas, diagnósticos e instrumentos con los que los argentinos procuremos acrecentar y diversificar la proyección al mundo de lo que podemos hacer, entre otros factores, por nuestra creatividad, dotación de recursos y entorno regional.
El autor es Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la UNTREF
Más leídas de Economía
“Kilómetro cero”. Impuso un novedoso concepto de gastronomía que hoy es furor en selectos restaurantes
Oficial. Qué grupo de jubilados recibirá en mayo un bono de hasta $70.000 y cómo quedarán los ingresos
"No es pura licuadora". Ante inversores en Washington, Caputo defendió la estrategia fiscal y reafirmó el compromiso para levantar el cepo