Cómo salir de una charla aburrida de manera elegante y sin dejar una mala impresión
Si el que le habla es su jefe en el trabajo, ¿cómo se libera de él sin sufrir consecuencias?
Hay gente que simplemente no entiende cuando uno le tira una indirecta. Tiene la mirada perdida, sus respuestas son monosilábicas... pero siguen hablando. Es bastante incómodo cuando se trata de un extraño en un evento social, pero cuando es su jefe en el trabajo, ¿cómo se libera sin dar mala impresión?
El psicólogo Art Markman brinda consejos para manejar esta situación complicada ante la siguiente consulta: "Hay una persona en la oficina, no es mi jefe directo, pero está varios escalones más arriba. Cuando lo encuentro en el pasillo o en la cocina el simple «cómo anda» se convierte en un monólogo de 20 minutos. Siempre es aburrido y a veces difícil de seguir y no puedo decir una palabra. No sé cómo hacer para que deje de hablar y no quiero que tenga una mala impresión de mí, dado que ocupa una posición importante. La situación se puso tan mal que el otro día me oculté tras una columna cuando lo vi venir. ¡Auxilio!".
Todos tenemos colegas con los que es imposible tener una conversación breve. Algunos, al menos, son entretenidos o graciosos, por lo que la experiencia es disfrutable, aunque le quite tiempo de otras cosas que tiene que hacer. Pero la gente como la que se describe no presta atención a las normas sociales. No advierten cómo el público recibe sus historias. No son capaces de ver los indicios de los demás que dan señal que tienen que seguir de largo. Por lo general tiene escasa capacidad en lo que llamamos inteligencia emotiva.
Es posible que el motivo por el que este colega habla tanto sea que no le presta atención a usted. Es decir, está tan absorbido por su propia historia que no piensa en otra cosa. Eso significa que el costo de excusarse cuando inicia otro monólogo probablemente sea bajo. Cuando advierte las señales de que comienza otra conversación de 20 minutos, puede echar una mirada al reloj y excusarse diciendo que tiene una tarea que cumplir. Si está parado en la cocina esperando que se caliente algo, puede dar un indicio de su tiempo al inicio de la conversación. Tiene que irse en cuanto esté listo su almuerzo o su café.
Si se excusa de esta conversación, el colega probablemente encuentre otro con quien hablar. La mayoría de las personas se siente incómoda defendiendo su tiempo por temor a ofender a los demás. Pero está en el trabajo y hay que cumplir las tareas. Por incómodo que pueda ser decir algo, no le hace ningún favor a la compañía manteniendo la sonrisa mientras el otro habla.
Si considera que esta persona es alguien que tiene que llegar a conocer, entonces busque un momento en el que le resulte conveniente hablar. De todos modos el encuentro puede resultar interminable, pero al menos en ese caso usted controla los tiempos. Pero sólo arme un encuentro así si considera que crear una relación con este colega es importante. No lo haga sintiéndose culpable de haber protegido su tiempo de trabajo.
Si tiene un mentor en el que confía, pídale consejo. Es posible que este colega sea conocido por sus monólogos y que la gente tenga buenas estrategias para manejar los encuentros con él. Su mentor también puede ayudarlo a decidir si este colega es una persona importante para su futuro.
Finalmente, los colegas como éste aportan una lección. Algunas personas tienen baja inteligencia emotiva. Nunca supieron juzgar el impacto que tienen en los demás. Pero otra gente cambia al escalar en la jerarquía. Cuanto más elevado su rango, más consideran que deben hablar en vez de escuchar. Es un patrón peligroso. No importa quién es, siempre será mejor líder si escucha al menos tanto como habla. Por lo que cuando vea ese colega en el pasillo, recuerde que si pierde la disposición a escuchar a los demás, algún día podría ser la persona que la gente evita.
Art Markman
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