Condenado al consenso
Néstor Carlos Kirchner será el primer presidente argentino del siglo XXI elegido por los votos. Aunque no sean tantos. Su antecesor, Eduardo Duhalde, surgió del Congreso y, al igual que en todo sistema parlamentarista, pudo controlar al poder del que emanó su mandato.
El gobernador de Santa Cruz, en cambio, se enfrentará a un Poder Legislativo fuerte, como en la mayoría de los países presidencialistas. Además, los senadores y diputados saben que el nuevo presidente no nace fortalecido por las urnas y por eso le demostrarán su supremacía, según analiza un influyente empresario del sector alimentario.
"Estamos convencidos de que la gobernabilidad se conseguirá mediante consenso: con el Congreso, los industriales, la banca, los servicios, las Fuerzas Armadas, los sindicatos, los marginados", opina el vicepresidente primero de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez. "Kirchner ha sido electo legítimamente y tendrá todas las facultades de presidente", destaca el titular de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), Carlos de la Vega.
Existe un antecedente de un Congreso dividido que pudo ser domado, recuerda De la Vega. En 1989, Carlos Menem asumió cinco meses antes de que el Parlamento se renovara y el radicalismo perdiera su poderío en Diputados, pero igual logró apoyo para leyes clave. "Los políticos fueron capaces de ponerse de acuerdo y espero que vuelvan a hacerlo", auguró el presidente de CAC.
Un colega suyo enumera escollos en la relación del futuro presidente con un Congreso al que conoce poco: "El Legislativo está fragmentado, sus miembros tienen elecciones por delante y el Gobierno les pedirá leyes complicadas. Lo escucharán, pero ellos tendrán el poder". Por los recintos circulan desde hace meses tres cuestiones económicas que Duhalde dejó de herencia a Kirchner: el aumento de las tarifas de servicios públicos, la compensación a los bancos por la pesificación asimétrica y la polémica por la falta de ajuste por inflación del impuesto a las ganancias.
Kirchner deberá asumir esas cuestiones con un Congreso que se renovará en siete meses. La compensación no sólo es reclamada por los bancos sino también por los sectores productivos, que ansían el resurgimiento del crédito. Una recomposición del patrimonio de las entidades financieras resulta necesaria para que vuelvan a prestar los depósitos que comenzaron a recuperar, según un alto dirigente de la UIA. Una medida así, en favor del sector financiero que tanto criticó Kirchner, conllevará un costo político que Duhalde prefirió sortear.
Más impopular resultará un incremento de las tarifas para mejorar la situación de las empresas privatizadas, que prácticamente congelaron sus inversiones desde enero de 2002. Duhalde decretó un alza a fines del año pasado, pero la Justicia lo frenó porque contradecía su ley de emergencia económica, que delega en el Congreso la facultad de legislar sobre el asunto. La congelación de los precios irritó a uno de los sectores que más inversión extranjera directa atrajo en los noventa.
"No habrá inversión con Kirchner", sentenció el director de una empresa de energía. "Habrá si responde a las urgencias", se corrigió después. La economía crecerá este año el 4%, pero la expansión sólo se sostendrá si regresan las inversiones en bienes de capital, según admite un economista del Gobierno. Sin crecimiento, la gobernabilidad será difícil.
En una reciente reunión del Consejo de las Américas, que reúne en Washington a líderes políticos y económicos del continente, llegaron a una conclusión sobre la Argentina: los inversores esperarán un año, hasta que se despejen las incertidumbres. "Las inversiones que vengan buscarán oportunidades", alertó el director de un grupo local.
Uno de los máximos representantes del sector de la construcción, que se beneficiará con el plan de obras públicas de Kirchner, confía. "No le doy importancia a que no haya habido ballottage porque Kirchner iba a ganar con votos prestados. Si él ataca de entrada los problemas más urgentes para la sociedad, como empleo, seguridad y hambre, logrará la gobernabilidad", destacó el ejecutivo, que confía en el futuro gobierno por la presencia del ministro de Economía, Roberto Lavagna, y el vicepresidente electo, Daniel Scioli.
El constructor considera que la gobernabilidad se pondrá en juego en los primeros 60 días de presidencia. "Primero tendrá que ganarse la confianza de la gente. ¿Cómo? Creando empleo con su plan de obras, tomando medidas en serio contra la inseguridad y poniendo plata para alimentos. Con el tiempo habrá que reformar el sistema financiero, subir las tarifas y negociar la deuda externa, pero no de inmediato porque debe dar tranquilidad a la población. Eso sí, el Congreso deberá estar bien dispuesto a aprobarle lo que sea necesario o se lo comerá el pueblo."
La pata judicial
La relación de Kirchner con la Corte, que aún debe fallar sobre la pesificación de los depósitos en dólares, es otro eje de la gobernabilidad. El director de un grupo alimentario extranjero también mencionó la importancia del vínculo con los medios y el empresariado: "El discurso de Kirchner contra las corporaciones se refiere a unos sectores determinados. A ellos les quiso mostrar que él es más fuerte. Busca identificar enemigos para fortalecerse, pero cuando los grupos de poder no encuentran eco en el Ejecutivo, van al Legislativo".
De la Vega, que en su cámara nuclea a empresas de servicios públicos, considera que el empresariado debe darle tiempo a Kirchner para que aplique su programa de gobierno. "Si es efectivo, se facilitará su gestión y no habrá crisis de gobernabilidad. Para crear condiciones de confianza, debe asegurar una política económica de mediano y largo plazo, que cuenten con una aprobación generalizada. Tenemos experiencia de negocios exitosos que después son castigados simplemente porque ganan. Debe haber reglas de juego claras y estables en materia impositiva, arancelaria, de libre mercado. Transmitir que la ruptura de contratos no se volverá a repetir", expone el presidente de CAC.
El gerente de relaciones institucionales de Arcor, Adrián Kaufmann, considera que Kirchner deberá perseguir consensos y ejercer la autoridad. "Necesitamos buena onda, un buen clima", opina Méndez, industrial del plástico, días después del discurso de Kirchner que disgustó al establishment. "Necesitamos sentido común del Presidente y de todos los sectores. No hay margen para que el país pierda de vuelta", invoca el directivo de la UIA, mientras otros empresarios mantienen sus recelos hacia al santacruceño.