Coronavirus: El ahorro es salud
La improvisación y diversidad en las estrategias para la mitigación sanitaria de la pandemia es la norma en el mundo.
Sin embargo, la estrategia económica, así como las espaldas institucionales, con que se han enfrentado los efectos económicos de la pandemia diferenciarán a los países que podrán generar una reactivación económica con mayor velocidad y profundidad a la salida de la cuarentena de aquellos que no toman en cuenta el bienestar de las futuras generaciones.
Una característica fundamental para determinar la fortaleza macroeconómica para el día después es qué hizo cada país durante el auge previo a la crisis. En el caso de América Latina, aquellos países que hayan ahorrado y acrecentado su fortaleza fiscal y monetaria durante el auge de las commodities tendrían una mejor poscrisis.
El mundo está afrontando el efecto de la crisis del coronavirus con un importante aumento en la demanda precautoria de activos líquidos y seguros ante la incertidumbre de la duración del distanciamiento social.
En los países desarrollados, la preferencia por liquidez se canalizó a través de sus propias monedas y de bonos del Tesoro de los Estados Unidos. En las economías emergentes, mediante una huida hacia activos más seguros (flight to quality) y las salidas repentinas de capitales (sudden stops) de considerable magnitud. A nivel local, por la desconfianza en el peso argentino, la mayor preferencia por liquidez de los argentinos se manifiesta en un aumento en la demanda precautoria de dólares que se agrega a la ya acrecentada compra de divisas como reserva de valor por la corrida bancaria contra los depósitos durante las PASO.
La demanda precautoria de dólares la realizan tanto los hogares argentinos con ingresos estables a los fines de proteger sus ahorros contra la inflación durante y poscuarentena como por parte de las empresas que necesitan proteger su capital de trabajo para pagar impuestos y sueldos frente a la incertidumbre acerca del costo de reposición futuro de insumos y mercadería.
No obstante, estos efectos negativos, la mayoría de los países de América Latina han afrontado la crisis económica de la pandemia con devaluaciones reales de sus monedas domésticas como reacción a la apreciación del dólar y la caída de los precios de las commodities sin mayores consecuencias inflacionarias, gracias al ahorro, prudencia fiscal y reservas y reputación de los bancos centrales independientes ganada durante el auge de las commodities.
Para compensar los efectos negativos del lock down de los sectores "esenciales" durante la pandemia, la región ha implementado rápidamente importantes paquetes fiscales financiados con deuda pública, sin recurrir a mayores impuestos y en varios países con reducciones compensatorias en el gasto público "no esencial" gracias a la prudencia fiscal.
De acuerdo con el FMI, hasta la primera semana de abril, la Argentina es el país de la región de Sudamérica que menos ha invertido en ayuda fiscal a hogares y empresas. De acuerdo con cálculos propios, hoy los desembolsos del gobierno argentino para hacer frente a la crisis rozan el 3% del PBI, y aún sigue muy por debajo de lo que ya han invertido Perú (con el 12%), Brasil (10%) y Chile (7 por ciento).
La Argentina, por su propia historia, se encuentra desmarcada de la normalidad de la región. Nuestro país afronta la crisis del coronavirus con "vacas flacas", cuando aún no había terminado de procesar su propia crisis de fin de ciclo del auge de las commodities, como consecuencia de no haber ahorrado durante la época de "vacas gordas".
Nuestro país, si no se cuenta a Venezuela, es el único de la región que afronta la crisis del coronavirus con casi nulas reservas netas en el Banco Central, virtual default e inflación persistente de dos dígitos anuales durante casi dos décadas. Las devaluaciones reales de las monedas domésticas de nuestros vecinos, sin consecuencias inflacionarias, nos dejan descolocados para competir en el comercio internacional a la salida de la pandemia.
La Argentina comparte con América Latina la importante informalidad de gran parte de sus sectores productivos, lo que genera dudas sobre la implementación y alcance de los paquetes fiscales de ayuda.
Sin embargo, en nuestro país, por las propias imposibilidades del pasado de generar ahorro público e incentivar el ahorro privado en moneda doméstica, no solo está bajo cuestionamiento la magnitud, implementación y alcance del paquete fiscal adoptado que pone en riesgo el tejido productivo pyme, sino también las consecuencias del financiamiento del paquete de ayuda fiscal vía impuesto inflacionario. Aun cuando se esterilice la emisión monetaria, se generaría un costo recesivo adicional dada la necesaria suba de tasa de interés para desincentivar la demanda de dólares.
Más aún, las ayudas anunciadas para el sector privado se contraponen con los planes para incrementar la presión fiscal: el impuesto solidario a los bienes personales y el proyecto para anular la actualización por inflación de los balances y de esa manera aumentar artificialmente la base imponible del impuesto a las ganancias generan un claro sesgo antiinversión que atenta contra una reactivación económica exitosa pospandemia.
La orfandad de un plan de estabilización y crecimiento y de un ministro de Economía con poder real sobre las decisiones de gasto y financiamiento del sector público que sirva de fusible protegiendo la figura del presidente ante los costos políticos resultan ahora aún más imperativo para que la recuperación económica a la salida de la pandemia sea posible.
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