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Está claro que los efectos de la pandemia y de la cuarentena significan un dramático colapso para la economía. Posiblemente más grave en la Argentina por su propia debilidad en la materia.
Reaparece sin embargo la alerta sanitaria otra vez por encima del drama económico entre los que gobiernan, sobre todo, el área metropolitana. Los contagios y las muertes se han duplicado. Los casos se multiplican sobre todo en los barrios de emergencia de Capital y el conurbano.
Después de casi 80 días de una cuarentena extrema, nadie garantiza que además del colapso económico, no haya también que lamentar una tragedia humanitaria, aún si no llegara a los números aterradores de los países que fueron más golpeados por el coronavirus.
Esa inquietud mayor en el conurbano sur y en los barrios vulnerables de la ciudad de Buenos Aires ha paralizado cualquier opción para seguir abriendo la cuarentena. Los anuncios que se formularán el jueves para la Capital y el conurbano serán, en el mejor de los casos, recreativos y muy acotados.
Oxigenar es el verbo elegido. Aliviar como para mostrar algo de piedad ante el encierro extremo. ¿Tomar oxígeno para empezar a salir o para volver a sumergirse?
La aceleración de los contagios combinados o también producto de la llegada del frío con una cuarentena saturada y difícil de administrar augura meses de incertidumbre y dificultades para autorizar la reapertura de la actividad.
La parálisis del Gobierno ante el temor sanitario en el corazón político que sostiene con los votos a la coalición gobernante impide también aliviar las cuarentenas donde se puede avanzar. Hay municipios como Tandil y otros, con 30 o 45 días sin contagios, que no reciben la autorización de La Plata para abrir con los protocolos sanitarios de rigor sus comercios y su actividad deportiva. Algunos anunciaron que avanzarán por su cuenta, haciendo valer el régimen republicano y federal de la Constitución.
Otra vez el Presidente tiene que arbitrar entre las posiciones extremas que en defensa propia exige Axel Kicillof y los reclamos de gobernadores peronistas e intendentes por el drama económico del encierro extremo en los principales centros urbanos.
La recaudación se sigue derrumbando y ya ni el Estado puede pagar sueldos y aguinaldos sin emitir. Ni hablar el sector privado. La asistencia estatal en los salarios no incluye los aportes a los sistemas de salud, con lo cual aumentarán las cuotas para los empleados o se van a desfinanciar las obras sociales.
Hay más optimismo en el mundo financiero que en la economía real. Los mercados internacionales ni se mosquearon por los gravísimos incidentes en Estados Unidos. Celebran el fin de las cuarentenas en el primer mundo y sobre todo, que se desinfle el temor a la llamada segunda ola de contagios, tal vez la mejor noticia desde que apareció la pesadilla del virus. Si efectivamente no hay segunda ola, no llegarán nuevas cuarentenas y la economía podría recuperar como ya se adivina.
También en la Argentina los mercados están más animados que los ciudadanos de a pie. Se mantiene la buena fe en la negociación para el canje de la deuda, y por más que se posterga y se posterga el acuerdo, hay esperanza en tanto se siga negociando y se vayan acercando las posiciones como efectivamente viene ocurriendo hasta ahora.
Al menos, si logra evitar y salir del default, tiene una chance el presidente Alberto Fernández para dar una buena noticia en medio de tanta pesadumbre. Será también una buena oportunidad para medir hasta dónde hay que temer la tan mentada radicalización del Presidente. El Alberto "cristinizado" que tanto inquieta al mundo económico estas semanas, además de la pandemia y los efectos de la cuarentena que, está visto, no se puede levantar.
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