Machinea: "Todos deberían poner algo en una situación complicada de la Argentina"
El exministro de Economía José Luis Machinea admite que el país vive momentos muy difíciles, pero confía en que quedarán atrás. En diálogo con LA NACION, en una oficina amplia y luminosa cercana a la City, esa que lo tuvo a maltraer en sus días de funcionario, apoyó las medidas anunciadas ayer por el Gobierno, aunque dijo que no estuvieron bien comunicadas y son sesgadas. Estimó además que las necesidades financieras del país no son tan grandes como para provocar una gran crisis y señaló que, más allá del contagio turco, que él también padeció en 2001, la Argentina tiene sus propios problemas.
–Qué opina de las medidas anunciadas por el Gobierno?
–Creo que algunas cosas había que haberlas hecho hace rato, presentándolas en el contexto de un esfuerzo compartido. Ese esfuerzo compartido también tiene que ver con el sector de la energía donde ahora están viendo cuál va a ser el aumento de tarifas. Todos deberían poner algo en una situación complicada de la Argentina. Es decir, moderar los ajustes esperados inicialmente. Me parece que hasta ahora esto está un poco sesgado en contra del sector industrial. No solo bajan los reembolsos a las exportaciones industriales, sino que en el caso de la soja dejan de disminuir en la parte que tiene algún proceso industrial, como el aceite. El sector agropecuario parece poner poco y nada.
-¿No son medidas aisladas?
-Sería bueno tener una idea más de programa pero la prioridad en estos días es generar credibilidad y parte de eso pasa por convencer al mercado de que el Gobierno va a cumplir con las metas del Fondo. Más allá de que discutamos o no las metas, es lo que toca, hay que cumplir porque a eso están atados los desembolsos. Si uno convence a los mercados de que van a estar todos los desembolsos del Fondo se reducen fuertemente las necesidades financieras. Depende cómo le vaya al Gobierno con las Letes, pero estamos hablando de 10.000 millones de dólares de ahora hasta fines del año que viene.
-¿Esto le faltaría conseguir al Gobierno fuera del acuerdo con el FMI?
-Sí. Depende cuál sea la renovación o no de Letes, pero suponiendo que sea la mitad aproximadamente, estamos en torno de 10.000 millones de dólares. Que un país tenga un problema serio por esta cifra me parece muy difícil. Creo que alguna solución va a haber. Distinto es si tuviéramos un problema de 40.000 millones de dólares.
-¿Hay un sobrerreacción de los mercados con la Argentina?
-Sí, están castigando demasiado, además la Argentina tiene un apoyo internacional considerable, del mundo desarrollado, y me cuesta pensar que si hay una cuestión crítica no van a ayudar con algún financiamiento adicional, por ejemplo. En el interín el Gobierno tiene que demostrar que hace los deberes.
-Da la impresión de que habrá desvío de las metas
-Bueno, hay dos cosas. Una es que se iban a cambiar las letras intransferibles. Eso va a quedar para otro momento y bienvenido sea porque eso no es hoy prioridad. Me parece bien que se arregle en algún momento pero yo no pondría hoy esfuerzo en eso. Y de las metas de inflación me parece complicado el límite de 32% de este año pero me preocupa más el otro, el de 17% a 21% [la meta de 2019], que no me parece que sea cumplible. No hay que cometer el mismo error de ser demasiado optimista. La prioridad hoy día es conseguir financiamiento, regularizar la situación, generar más credibilidad.
-¿El Fondo va a ser duro si el país se ve obligado a un waiver [perdón]?
-Fue cambiando con el tiempo. El Fondo era mucho más duro en el pasado y flexibilizó su política con la crisis de 2008; ahí los países desarrollados se juntaron, pusieron mucha más plata en el organismo y le exigieron que flexibilizara las condicionalidades, que diera préstamos más flexibles, más rápidos, etc. etc. Eso salió del acuerdo de G-20 inicial. Para poner un ejemplo, durante décadas una de las condicionalidades era que los países no podían poner restricciones al movimiento de capitales. En 2010 empezaron a sacar artículos diciendo que eso estaba bien y por qué había que poner restricciones al movimiento de capitales. Se determinó además que el Fondo tiene que servir para los momentos de emergencia.
-Usted habla de credibilidad, ¿las marchas y contramarchas del Gobierno con algunas medidas no la dañan?
-Depende de cómo se anuncien. Si usted dice: acá tenemos un problema grave, vamos a necesitar el esfuerzo de los distintos sectores, y ciertas cosas que íbamos a hacer las vamos a hacer pero simplemente las vamos a demorar porque la prioridad es esta, está bien. Explicado de esa manera, a alguna gente no le puede gustar, pero suena menos como una cosa suelta y el énfasis se pone en el esfuerzo compartido. Eso no lo está haciendo el Gobierno. La comunicación me parece mala.
-¿Por qué la vulnerabilidad de la Argentina es superior a la de otros emergentes a pesar del acuerdo con el Fondo?
-Básicamente por el déficit de cuenta corriente, que es muy grande. El déficit de cuenta corriente es la plata que los países necesitan. En la comparación internacional, Turquía y la Argentina sobresalen. Puede haber otros factores que siempre están jugando, pero el déficit de cuenta corriente es lo primero que miran los mercados. Es un tema que este Gobierno subestimó absolutamente. Cuando el déficit de cuenta corriente llega a 5 puntos del producto entramos en zona de turbulencia. Se lo dije a alguna gente del Gobierno y me dijeron que no, que no era verdad porque ahora teníamos tipo de cambio flexible. Tener un tipo de cambio flotante o libre es mejor que uno fijo; ahora, si lo dejo atrasar mucho y en un momento el salto es del 30% en un país como la Argentina se produce una reacción en cadena.
-El Gobierno dice que la devaluación no se va a trasladar plenamente a los precios por la recesión, ¿Es así?
-Creo que es cierto. El extremo de eso fue el 2002, la devaluación fue extraordinaria y el pass trough fue casi nada porque la economía tenía un colapso del producto, el desempleo era muy grande y la caída del salario real había sido del 30%. En ese contexto hay poco traslado a precios. En otros países de la región hay poco pass trough porque tienen poca inflación y la gente un poco se olvida, comillas, del tipo de cambio. No es el caso de la Argentina. Nosotros hemos vuelto a inflaciones altas en los últimos diez años, por lo tanto la lógica del tipo de cambio como una variable a observar todo el tiempo aparece claramente.
-¿Estamos ante un escenario de estanflación similar al de los 70 o los 80?
-Depende qué pase en los próximos meses, pero si el Gobierno logra recuperar mínimamente la confianza y dejar claro que va a cumplir el acuerdo con el Fondo volverá a conseguir financiamiento lentamente. En ese contexto me resulta difícil pensar que estamos con un problema de estanflación de largo plazo. Puede ser algo de seis o nueve meses.
-¿Se parecen las crisis turca y argentina de 2001 y las actuales?
- En 2001 lo que había era un sistema de tipo de cambio en los dos países similares. En la Argentina era la convertibilidad, en Turquía era que habían fijado el tipo de cambio como parte de su programa antiinflacionario. Cuando se salen de eso el contagio fue más rápido para la Argentina. Los contagios siempre han existido. Recuerdo el problema en Asia a fines de los 90, después fue Rusia. Antes pasó con la crisis en México, el Tequila.
-¿Cuánto es de Turquía y cuánto nuestro?
-Siempre hay factores internos, como también los hubo en 2001. Turquía ayudó a que la gente mirara más a la Argentina, pero aquí había problemas porque había tensiones muy grandes dentro de la coaliación de gobierno, Turquía no era el único problema en 2001 y tampoco lo es ahora. Tenemos un déficit de cuenta corriente muy grande, necesitamos financiamiento externo y eso en una situación donde suben las tasas de interés internacionales, es malo.
-¿El Gobierno hizo un mal diagnóstico cuando asumió?
-Bueno, tiene que ver con la estrategia gradualista. Yo sigo pensando que era la única posible desde el punto de vista político, pero que tenía riesgos los tenía. Nosotros aumentamos los riesgos por ejemplo atrasando el tipo de cambio y haciendo que el déficit en cuenta corriente aumentara. No estuve de acuerdo en que hubiera una estrategia distinta en Hacienda que en el Banco Central. Eramos gradualistas desde el punto de vista fiscal y queríamos hacer una reducción de la inflación demasiado rápida. Esa falta de coordinación fue un problema de la política económica de ese momento. El segundo tema son los amigos del shock, los que decían tenemos que hacer un shock. ¿Era posible políticamente? Si cuando hubo que cambiar el índice de movilidad de las jubilaciones que a la larga no disminuye los ingresos de los jubilados, pero sí en el corto plazo, que implicó un ahorro de 0,3 puntos del producto, se armó la batahola que se armó. El shock hubiera generado tensiones casi imposibles de manejar.
-Ahora hay que hacer el ajuste igual...
-Ahora tenés que hacerlo pero con el diario del lunes todo es más sencillo. Lo más razonable en ese momento era hacerlo en forma gradualista. El Gobierno podría haber acelerado un poquito, pero la cosa gradualista era la más razonable. La otra alternativa podría haber terminado con el experimento casi inmediatamente.
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