Educación financiera, el desafío de dejar atrás el lenguaje bancario
La Argentina se encuentra entre los países con menos conocimiento y actitud financiera a nivel mundial; el trabajo pendiente para lograr la inclusión
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El 3 de octubre se celebra en la Argentina el Día de la Educación Financiera. De acuerdo con los resultados de una encuesta realizada por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y el Banco Central (BCRA), la Argentina se encuentra entre los países con menos conocimiento y actitud financiera a nivel mundial, ubicándose en el puesto 37 de 39 economías. Si bien la educación financiera es una materia pendiente para todos los sectores de la sociedad, son fundamentalmente las entidades financieras las que tienen que acercarse más a las personas.
Desde hace ya varias décadas, distintos actores de la sociedad empezaron a preguntarse qué pasaría si pudiéramos decidir cómo gestionar nuestro propio capital. Hoy en día, con la fuerte tendencia que hay entre los jóvenes a la autogestión y a ser autodidactas de sus propios intereses, las posibilidades de conocimiento se ampliaron por fuera de los límites esperados por las entidades bancarias. Y es muchas veces la demanda de la comunidad lo que empuja la innovación y la creación de nuevos productos y servicios financieros.
En este sentido, los bancos tienen un gran desafío no sólo al momento de digitalizar sus procesos, sino también de cuidar la comunicación con su comunidad de clientes y de potenciales usuarios. Por ejemplo, un lenguaje simple y fácil de entender es clave al momento de pensar en la experiencia de los usuarios, en especial de aquellos que por primera vez acceden a una herramienta financiera. Muchas veces las entidades bancarias utilizan un lenguaje formal, con palabras predeterminadas que, para quienes no están dentro del circuito financiero, resultan ajenas e incómodas. Para continuar impulsando la inclusión financiera de la población, todos los actores del sistema financiero tienen que aggiornarse, por un lado, a las demandas tecnológicas, pero también a las formas de comunicación e interacción de la sociedad. Recordemos que no hay inclusión financiera sin inclusión social. Pretender incluir a una persona financieramente sin ayudarla a entender conceptos básicos sobre finanzas resulta complejo. La inclusión financiera contempla mucho más que la apertura de una cuenta y esto es algo que las instituciones financieras deben considerar.
Por ejemplo, pensar en cómo llegar a cada público podría ser una forma pragmática de encarar el problema. Los usuarios más jóvenes valoran tener una atención digitalizada sin muchos pasos que dan como resultado barreras al momento de resolver dudas. Van a lo concreto y esperan una respuesta rápida. En cambio, otros públicos menos acostumbrados a resolver por vía digital sus trámites, requieren de una atención más personalizada, con un seguimiento sostenido en el tiempo y explicaciones desde cero para ciertos conceptos relacionados al crédito y a la inversión.
Siguiendo la definición del BCRA sobre inclusión financiera, la entidad entiende que se logrará la misma cuando todas las personas puedan tener acceso y hagan uso de servicios financieros de calidad, prestados de manera responsable y sostenible. Por supuesto, no estamos hablando de un desafío que se presenta únicamente a nivel nacional. Más de uno de los objetivos generales de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) -tales como poner fin a la pobreza, promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, promover la industrialización inclusiva y sostenible- destacan la necesidad de un acceso ampliado o universal a los servicios financieros.
Hoy más que nunca todos los actores del sistema financiero, pero también desde el ámbito tecnológico, tenemos que trabajar en conjunto para lograr soluciones digitales asequibles con foco en una usabilidad sencilla y amigable para cualquier persona. Estamos convencidos de que este es el camino para que cada vez sean más las personas que puedan acceder al manejo de sus finanzas de forma práctica e intuitiva y, como consecuencia, a una mejor gestión de su economía.
Por Marcelo Fondacaro, CCO de Veritran
LA NACION