La vorágine del día y las exigencias de un buen paladar se vuelven, muchas veces, incompatibles. En la pulseada, prima el cansancio y con él los malos hábitos ante preguntas recurrentes e inevitables como: "¿Qué comemos hoy?".
El resultado es casi un presagio. Cuando cae la noche, el "síndrome" delivery, las comidas recalentadas o los congelados con sabor uniforme compiten en hogares y heladeras de los argentinos y vencen a la cocina, al tiempo y a su mala prensa.
Atrapados en esta misma disyuntiva, dos veinteañeros empleados en empresas multinacionales afrontaron el reto de la propia rutina y encontraron una alternativa difícil de abandonar: una línea de comidas gourmet y envasadas al vacío, listas en 15 minutos en agua hirviendo.
"Nos dimos cuenta de que no éramos los únicos que vivíamos acelerados, a mil, y nos preguntábamos a diario qué comer. Desde el principio, buscamos ofrecer una solución y que se nos viera como la carta de un restaurante pero en el freezer", cuenta Tomas Iakub, co-fundador de Simpleat, una marca que desafió al mercado en apenas unos meses y ya tiene miles de seguidores.
Un chef en casa
Con una inversión inicial de 85.000 dólares y un modelo innovador, Simpleat se convirtió en un proyecto que les permitió a sus creadores destinar horas libres al descanso, deporte y amigos, y les dio en simultáneo la chance de comer berenjenas a la parmesana, pollo oriental a la naranja, sopa de zanahorias y curry o vacío con cremoso de papa, entre otras propuestas, a un precio accesible (cada plato en promedio ronda los 120 pesos).
La idea se gestó a fines de diciembre de 2015 en los cerebros de dos jóvenes emprendedores: un licenciado en Economía Empresarial de la Universidad Torcuato Di Tella y exempleado de una conocida cervecería, y su socio, Kenneth Sly, graduado en Administración de Empresas de la Universidad San Andrés y exejecutivo de una importante consultora. Sin embargo, tomó forma definitiva dos años después y desde allí hoy traza su futuro.
Al principio el cliente seleccionaba los platos en una plataforma on line y, finalizada la compra, llegaba a su casa una caja con los ingredientes necesarios para armarlos. El concepto era: "Nosotros te mandamos todo y vos cocinás", recuerda Tomás, enfocado en la gestión de ventas y marketing del negocio.
Buscamos ofrecer una solución y que se nos viera como la carta de un restaurante pero en el freezer
Tiempo después un estudio de mercado y el feedback sincero de familiares los llevó a cambiar la perspectiva y simplificar aún más los procesos. "Si intentábamos crear una solución para todos los días, la experiencia de cocción tenía que ser fácil y la gente tenía que pensar lo menos posible. Fue ahí cuando decidimos lanzar los productos congelados y logramos dar en la tecla", subraya.
Sin dudas, en la concepción del producto un paso clave fue el de contratar a una chef ejecutiva para diseñar los menúes y encontrar así la combinación perfecta entre la carne, el pollo y el pescado con sus acompañamientos, porque la premisa que recorrió siempre este proyecto fue que lo que hicieran tenía que rico y sabroso. Más tarde, incorporaron al equipo a una gerenta de felicidad, análoga a la figura de consumer centric de empresas tipo Amazon, cuya función es literalmente garantizar que el consumidor esté feliz con la experiencia y manejar los contratiempos.
La última instancia, tal vez la más complicada de resolver, se centró en la técnica y la respuesta vino de Europa. Enseguida, adoptaron el sous-vide o la cocción al vacío, un método francés con amplia trayectoria en el exterior y que en países como la Argentina recién empieza a implementarse. El éxito descansa en una ecuación entre tiempo y temperatura, que permite que aquello que se cocine, no se evapore y se preserven sus condimentos naturales, como ocurre con la bondiola con salsa teriyaki -una de las especialidades más solicitadas- en la que la cocción demora 12 horas en el centro de producción y sólo 15 minutos en la casa del cliente.
"La comida es congelada pero natural gracias a esta técnica. No tiene conservantes, ni ningún aditivo. Lo que más se valora es precisamente que la comida tenga gusto y que uno pueda alimentarse mejor", aseguran desde Simpleat.
Nuevos matices
Actualmente la carta se compone de 32 platos, que varían según las preferencias de los consumidores y la estacionalidad de los productos utilizados. Cualquiera de ellos se comercializa en forma de packs sueltos, semanales y quincenales, y una variedad de opciones gourmet, saludables y vegetarianas. A futuro, planean cubrir nuevas demandas, con otras líneas de negocio, algunas más de nicho, como fitness, y otras exclusivas para familias.
Por lo general, su público más fiel coincide con el que imaginaron desde el principio, cuando la idea no estaba materializada: la "generación sin tiempo", es decir, el grupo comprendido entre 22 y 45 años, solteros, en pareja o divorciados, que eligen no cocinar al terminar jornadas intensas de estudio y trabajo. Sin embargo, también emergen otros impensados y que generan un volumen importante de ventas: el sector que supera los 60 años y aquellas familias que dejaron de lado las idas al supermercado y se "stockean" cada vez más con sus propuestas.
De cara al futuro y pese a su corto recorrido, los creadores de Simpleat descubren -mientras revelan detalles del proyecto- su condición de emprendedores innatos, una característica que se reforzó después de consagrarse con el Potenciate Gastronómico, la distinción que otorga el gobierno de la Ciudad a proyectos innovadores para la industria.
En los próximos meses buscan darle nuevos matices a los logros y no confiarse demasiado de los beneficios que traen aparejados las buenas rachas. Por eso, ahora se encaminan a desarrollar cuatro puntos de venta en la Capital Federal y a abrir franquicias en el interior. En una segunda etapa no descartan cruzar la frontera y probar suerte en el exterior del país. "Le ponemos tanto foco a la marca que queremos que eso se refleje en lo que pasa. Primero apuntamos a estar fuertes acá, en Buenos Aires, luego en las provincias y, por último, afuera", sintetizan sin perder la ambición y las ganas de crecer en el negocio.
LA CARA SOCIAL Y SUSTENTABLE DEL PROYECTO. El proyecto se topó, en mayo pasado, con su cara más social y sustentable. Tomás y Kenneth, de Simpleat, se unieron a la organización Formar y a la reconocida chef y youtuber gastronómica Felicitas Pizarro para capacitar a mujeres del barrio Iapi, en Quilmes, elaborar en conjunto un menú de Carbonada y venderlo a través de su plataforma on line. ¿El resultado? Las ganancias se destinaron en su totalidad a esta comunidad con el fin de brindarles una mejora a su realidad económica. "Entendemos que este es un primer paso de un proyecto social mucho más grande, donde buscamos replicar esto mismo en más barrios y poder así generar un impacto a gran escala", enfatizan sus creadores.
Ficha técnica
- Inversión inicial: 85.000 dólares
- Capacidad de producción: 13.000 platos mensuales con una plataforma montada que tiene posibilidad de ampliación.
- Equipo: compuesto por personal de producción (5 personas) y personal de compras, administración y ventas (6 personas).
- Puntos de venta: 1 en el Mercado de Belgrano y 4 en lo que resta del año, con inversión una aproximada de 370.000 pesos (incluye el stock de productos).
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