El combate de fondo sigue pendiente
Esos problemas de fondo son los que explican por qué el vendaval que llegó desde Turquía a todos los mercados emergentes golpeó más fuerte aquí. La "huida" de los fondos de inversión hacia plazas más seguras es común a todas esas plazas, pero es más violenta en aquellos países que, como la Argentina, son más dependientes del financiamiento externo: tienen alto déficit fiscal, un mercado financiero interno muy chico (el nuestro apenas ronda el 14% del PBI, frente al 120% en Chile) y poca capacidad de generar los dólares necesarios en su actividad económica (bajo nivel de exportaciones).
El problema, una vez más en las recurrentes crisis argentinas, es por los tiempos: los plazos que necesita la economía para normalizarse dan espacio para frenar las reformas en medio de las urgencias. Y eso impacta también en la actividad económica.
Adicionalmente, lo que hasta 2001 no pasaba de ser una crisis cambiaria más, desde entonces, cada vez que el dólar se dispara, la piel sensible de los argentinos hace que aparezcan los fantasmas del corralito bancario y del cepo cambiario (una sofisticación del kirchnerismo desde 2011 hasta el final de ese mandato).
Nada más lejos de suceder en este cuadro de situación. Respecto de los bancos, en aquel momento había un altísimo grado de descalce de monedas, es decir, deudas tomadas en dólares que, ante la devaluación inminente, podían tornarse impagables. Pero además, las entidades tenían un grado de iliquidez que las obligó a "sentarse" literalmente sobre los depósitos. La situación hoy es inversa.
"En 2011 el contexto internacional tuvo poco que ver con la corrida local al dólar. Había 'déficits gemelos', pero de menor magnitud. El rojo fiscal fue aquel año de 1,8 puntos del PBI y el de cuenta corriente del balance de pagos, de 1,1 puntos. Pero el año electoral atrasó un 12% el tipo de cambio en términos reales y hubo un crescendo de incertidumbre asociada al 'día después' de los comicios. Con medidas convencionales, la encrucijada podría haberse resuelto, ya que el déficit de cuenta corriente de entonces representaba apenas el 6,7% de las exportaciones", recuerda el economista Jorge Vasconcelos, del Ieral, en un reciente artículo, en el que destaca la inutilidad de los cepos, una referencia extremadamente útil para saber lo que NO hay que hacer", porque no se solucionó el problema externo, sino que "hubo implosión de las exportaciones, que pasaron de 83.000 a 56.800 millones de dólares entre 2011 y 2015. Tampoco se detuvo la sangría de reservas, que terminaron 2015 en terreno negativo".
De todas formas, aclara que el nivel formal de déficit externo no era del todo real, ya que había "una brecha cambiaria del orden del 50% y porque una parte de la deuda externa seguía en default".
Más allá del temblor de estos días, varios analistas coinciden en que al tener un tipo de cambio real más atractivo, los exportadores comiencen a expandir su actividad, lo que podría impactar en las economías regionales. "Con un tipo de cambio más alto, el consumo seguirá siendo la variable menos dinámica, pero la inflación podría comenzar a desacelerarse luego de un pico de dos o tres meses: la emisión monetaria tendrá menores requerimientos de origen fiscal", señala el artículo de Vasconcelos.
Del mismo modo, se podría revertir el déficit en turismo, ya que un dólar más alto implica menor salida de argentinos al exterior (que ahora gastarían en el país) y un mayor ingreso de extranjeros. "La transición no habrá de ser sencilla ni exenta de dificultades, pero ya sabemos que la otra opción no llevó a ningún lado", agrega el especialista.
Variable clave a seguir hoy: precio y volumen de demanda en la licitación de dólares del BCRA, para evaluar cómo sigue el clima.