El desafío del trabajo para quienes estuvieron presos
En EE.UU. se demostró que, si consiguen empleo, reinciden menos; pocos empleadores aceptan
LA NACIONNUEVA YORK (The Economist).-Dion consiguió su primer trabajo pago a los 14, lo que sería admirable, salvo por el hecho de que se trataba de vender crack. Pasó gran parte de su juventud entre la prisión y las calles de Yonkers, en el estado de Nueva York. Pero pocos meses después de pasar un período de cuatro años tras la rejas, descubrió la panadería Greyston. Fundada por un ingeniero judío convertido a monje budista, Greyston practica el "no juzgar". Para conseguir empleo la gente sólo tiene que dar su nombre y número de teléfono y llegar cuando hay vacante.
La mayoría de las compañías son mucho más inquisitivas, en particular cuando se trata de gente como Dion. Quizás la mitad de los empleadores del sector privado de EE.UU. le piden a los solicitantes de empleo que declaren sus antecedentes criminales y dos tercios hacen verificaciones antes de tomar gente. Lo ven como algo imprescindible. Desgraciadamente, esas verificaciones que las firmas individuales creen que son prudentes son malas en términos colectivos para los 7 millones de estadounidenses que han pasado tiempo en la cárcel y los 70 millones con antecedentes criminales, cifras que pueden incrementarse si Jeff Sessions, el ministro de justicia de línea dura, impone sentencias más duras. Mantener a los ex convictos sin empleo también puede ser dañino para Estados Unidos.
Casi la mitad de todos los ex prisioneros vuelven a cometer crímenes dentro de los primeros 12 meses tras su liberación, proporción que podría ser menor si más de ellos pudieran encontrar un empleo honesto. El Centro para Oportunidades de Empleo, un ente de caridad, ubica a ex convictos en programas de trabajo por 75 días. A los participantes se les paga diariamente y reciben ayuda para encontrar empleo permanente. Una prueba al azar controlada, en la que 977 ex prisioneros que pasaron por las puertas del ente de caridad recibieron, alternativamente, el servicio completo o poco, indica que esa intervención reduce la proporción de los que vuelven a delinquir en un 19%.
En un esfuerzo por obligar a los empleadores a cambiar, las legislaturas de 26 estados y 150 municipalidades han adoptado legislación que prohíbe incluir la exigencia de declarar antecedentes criminales en las solicitudes de empleo. El 1° de abril pasado entró en vigor una orden ejecutiva de la administración Obama que lo prohíbe para todas las solicitudes de empleo en el estado federal, lo que el año pasado significó 250.000 puestos de trabajo.
Pero prohibirlo puede tener consecuencia desgraciadas. Dos académicas estadounidenses, Amanda Agan y Sonja Starr, han estudiado el efecto de esta decisión en Nueva Jersey y Nueva York. Crearon solicitantes de empleo inventados con nombres típicos de personas negras, como Jermaine y Malcolm, y registraron cómo respondieron empleadores a estos solicitantes comparado con otros solicitantes inventados con nombres típicos de personas blancas, tales como Cody y Scott. Encontraron que mientras hombres negros con antecedentes penales recibieron más respuestas de compañías después del cambio introducido en la ley, los hombres negros sin antecedentes recibieron menos respuestas. Presumiblemente, algunos empleadores comenzaron a interpretar nombres que suenan "negros" como señal de antecedentes de criminales.
Pero hay dos cosas que podrían persuadir a los empleadores a que cambien su postura. Primero, las demandas por contratación negligente, en la que se demanda a una firma por emplear a alguien que comete un crimen en el trabajo, son aterrorizantes, pero raras. Segundo, es posible que los ex convictos podrían ser más productivos que otros candidatos que soliciten un empleo en particular.
Devah Pager, socióloga de Harvard University, ha seguido el desempeño de 8000 ex convictos que ingresaron en el ejército de EE.UU. tras un proceso de selección entre 2002 y 2009. Encontró que los ex convictos eran ligeramente más proclives a ser indisciplinados, pero también se los promovió inusualmente rápido. ¿Es eso sólo algo atinente a la cultura militar? Valdría la pena averiguarlo.
Traducción Gabriela Zadunaisky
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