El dólar, un dolor de cabeza
Cristina podría minimizar los saltos del blue sólo si se ocupara de defender el valor del peso; pero eso quedará para quien la suceda
Parece mentira que Axel Kicillof haya puesto en duda en pleno barrio de Caballito, emblemático de la clase media porteña, que la cotización del dólar paralelo afecte la vida cotidiana de mucha gente. No tanto porque remite a la perimida pregunta del general Perón en los años 50 ("¿Quién ha visto un dólar?"), sino porque la realidad y hasta las estadísticas oficiales indican lo contrario. Por la desconfianza en el peso, los argentinos en condiciones de ahorrar atesoran desde hace décadas moneda estadounidense como reserva de valor, en gran medida por fuera del circuito económico formal. Y ni siquiera el blanqueo gratuito, con sucesivas prórrogas desde mediados de 2013, pudo convencerlos de declarar esas tenencias, que, según distintas estimaciones, se ubicarían entre 180.000 y casi 300.000 millones de dólares en el país y en el exterior.
En campaña como candidato a diputado nacional, Kicillof no tendría por qué hacerse cargo de la historia económica, pese a conocerla como docente universitario. Pero habrá que convenir que, como ministro de Economía, hizo mucho más por empujar la demanda que la oferta de dólares. Sobre todo, al inundar la economía de pesos mientras el mercado oficial ("único y libre") sigue anémico de divisas contantes y sonantes.
Aunque el gobierno de Cristina Kirchner minimiza cada salto de las cotizaciones paralelas - como el de las últimas semanas- y los atribuye a incomprobables conspiraciones, el comportamiento del dólar sigue siendo un recurrente dolor de cabeza, económico y político.
De otro modo, no se explicaría por qué, con el medio aguinaldo, baten récords en julio las ventas de dólar ahorro con permiso previo de la AFIP (un invento de Kicillof para abastecer indirectamente al mercado blue), aunque con una brecha cambiaria de casi 60% constituyen una virtual bonificación para ahorristas de ingresos medios altos, al igual que para el turismo al exterior. Ni que hayan aumentado las dosis de anestesia sobre el dólar contado con liquidación (que marca el piso del paralelo), mediante la venta a granel de bonos dolarizados de la Anses. Tampoco la última suba de las tasas de interés de plazos fijos "para estimular el ahorro en pesos" de particulares y empresas. Y que, en realidad, es un precario parche para tratar de extender la "bicicleta" tasas dólar armada por el Gobierno y que últimamente pasó a circular en dirección del peso hacia el dólar ante la mayor incertidumbre política y económica poselectoral.
La sobreactuada indiferencia oficial ante el dólar oculta además errores no forzados que empujaron las subas. Como la inclusión de los "golpes de mercado" en el espionaje de la Agencia de Inteligencia (AFI) y la intención del fiscal antilavado (Carlos Gonella, titular de la Procelac) de que se declaren ilegales las operaciones en blanco con el dólar contado con liquidación (CCL), aunque no afectan las reservas del BCRA. Si bien la rápida decisión de la Corte Suprema de desestimarla fue como convalidar la ley de gravedad, no disipó totalmente la desconfianza de los operadores en medio de presiones oficiales y controles policiales.
Así el plan de Kicillof, que apuntaba a llegar a las elecciones de octubre sin sobresaltos cambiarios, pasó a tener como objetivo inmediato "planchar" el dólar, por lo menos hasta las PASO del 9 de agosto, aun a riesgo de mayor volatilidad posterior en los mercados.
De hecho, la última suba del salario mínimo vital eleva a partir del mes próximo de $ 9432 a 11.177 el piso de la AFIP para autorizar ventas de dólar ahorro y puede restar oferta al paralelo. Y el plazo de 90 días para obtener 2 puntos extra en la tasa de interés (25,6% anual) coincide con la fecha de las elecciones presidenciales.
Más allá de estas medidas de cortísimo plazo, la actual desconfianza sólo está contenida por las expectativas de un cambio de política económica por parte del próximo gobierno. Sólo en los últimos 30 días, el blue subió casi 10% pese al retroceso de las últimas tres jornadas, aunque, con marcados altibajos, en el último año acumuló menos de 20% entre puntas. La virtual "tablita" oficial, en la que el dólar oficial es ajustado a la mitad de la inflación, hace descontar una devaluación en 2016; pero la propia brecha cambiaria también le impone un techo.
Por ahora, a falta de señales claras para el futuro, predominan las del presente. La inflación está reprimida artificialmente con las "anclas" cambiaria y tarifaria, que no son sustentables. Las reservas "récord" del BCRA (US$ 33.900 millones) se mantienen gracias a los swaps chinos, pero menos de la mitad son de libre disponibilidad y superadas por los pagos externos pendientes. El deterioro cambiario real derrumba la competitividad de las exportaciones, al igual que la apreciación del peso frente a otras monedas (como el real y el euro) devaluadas frente al dólar. El superávit comercial de 2015 apunta a ser el más bajo de la era K, pese al racionamiento de importaciones. Y el cepo cambiario no sólo frena la salida, sino el ingreso de divisas, agravado por el default parcial de la deuda. El desborde de gasto público y emisión para apuntalar el consumo hace que el déficit fiscal apunte a 7% del PBI y la cantidad de dinero se expanda por encima del 35% anual que augura futuras presiones inflacionarias y cambiarias.
Durante la gestión de Kicillof, el precio del dólar pasó de $ 6,04 a 9,18 en el mercado oficial y, con este encarecimiento del 52%, el peso perdió casi el 35% de su valor en dólares. Pero la mayor inflación anuló toda mejora del tipo de cambio real. El economista Enrique Szewach sostiene que "el cepo actúa como un gran «corralito» para evitar que los pesos que el Gobierno emite para financiar el gasto público se transformen en demanda de dólares del BCRA". De ahí que sin cepo, no se hubieran podido emitir tantos pesos sin que el BCRA se quedara sin reservas, o sin tener que devaluar mucho más para desalentar la demanda de dólares. "Por lo tanto -añade-, gracias al cepo el Gobierno encuentra un coto de caza en el que pocos pueden escapar de su ambición recaudadora del impuesto inflacionario." Su conclusión es que "la vocación dolarizadora de los ahorristas es la contracara de la vocación de los funcionarios de erosionar el poder de compra del peso".
Todos estos desequilibrios tienen corrección, por las buenas o por las malas, según el grado de pericia técnica y política que se aplique. Pero ésa ya será tarea del próximo gobierno.