El drama de las personas refugiadas y desplazadas
El último informe correspondiente al año 2016 de la Acnur, la Agencia de las Naciones Unidas para Refugiados (aquellas personas que se han visto obligadas a abandonar su país) y Desplazados (aquellos forzados a trasladarse dentro de su propias fronteras), muestra la magnitud de esta verdadera tragedia humana. Entre ambas categorías, a la fecha del reporte, el universo de esta población sumaba 52 millones de personas, que viven en condiciones infrahumanas, hacinadas en campamentos especiales y a las que les faltan las más elementales condiciones de seguridad, alimentación y salud.
Comenzando por los "refugiados", la cifra total alcanzó un nuevo récord del orden de los 16 millones. Son cuatro países (Siria, Afganistán, Somalia y Sudán del Sur) los que concentran un 65% de este universo de marginados. Sin embargo, y pese a la gravedad de este terrible drama humanitario, no todos los países tienen una política migratoria abierta. Es más, en lo que se refiere a los países desarrollados, la gran mayoría de ellos (salvo Alemania) rechaza abiertamente la posibilidad de nuevos refugiados.
De esta manera se agrava el problema, porque forzosamente los migrantes tienen que recalar en países como Turquía, Pakistán, el Líbano, Irán y Etiopía, que no reúnen las mínimas condiciones políticas, sociales y económicas necesarias como para brindar un adecuado servicio de asilo.
Respecto de los "desplazados", la situación también es dramática. En efecto, el total de este universo alcanza los 36 millones de personas, fuertemente concentradas en países de África y Medio Oriente (65% del total). Las condiciones de vida de estas personas también es paupérrima, pero está agravada, en este caso, por frecuentes y salvajes ataques tribales.
Un comentario final. Este drama humano no podrá detenerse sin primero solucionar, en los respectivos países de origen, las causas de los flujos migratorios. En efecto -mientras subsistan guerras, conflictos étnicos, hambrunas y condiciones infrahumanas de subsistencia- será inevitable que continúe el desplazamiento de estos grupos de migrantes famélicos. Se trata de personas que, con la esperanza de una mejora de sus condiciones de hábitat, no sólo están dispuestas a hacinarse en paupérrimos campamentos, sino que también están expuestas a arriesgar sus propias vidas. Es de esperar, entonces, que las Naciones Unidas, a través de sus organismos humanitarios, intervengan decididamente para -por lo menos- atenuar el sufrimiento de este ejército de desposeídos.
El autor es economista
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