El feriado cambiario y la incertidumbre sobre el valor de la moneda ponen la cadena de pagos al borde del completo colapso
SAN FRANCISCO, Córdoba.- El 25 de diciembre Juan Carlos Coronel no pasaba el día de descanso en paz. Le preocupaban los lotes de soja de su campo cercano a San Francisco, Córdoba, que debía pulverizar en los próximos días con herbicida, para evitar que las malezas compitan con el cultivo.
"Los distribuidores suspendieron la entrega, no hay precios, nadie sabe cuánto cobrar ni en qué condiciones deberá reponer lo que vendió", relata.
El tiempo apremia porque los yuyos pronto competían con las plantas de soja, robándoles la humedad del suelo y luego, si el tiempo sigue corriendo, ahogándolas al robarle el espacio y el aire.
"Hay buena humedad y buen sol, es el momento justo para hacer el tratamiento, si luego faltan las lluvias y las plantas entran en stress hídrico no se podrá pulverizar", dice.
El feriado bancario y cambiario lo complica todo. El miércoles 26 Coronel festeja. Consiguió el herbicida. Debió dejar un cheque con fecha de ese día. Si quería pagar a los 30 días, vencido el plazo debería ir con billetes de dólar. A noventa días, como hubiera sido normal hace poco, no hay operaciones.
Los importadores y distribuidores no saben qué pasará con su actividad. "Yo no los culpo, en el lugar de ellos también restringiría las entregas", dice Coronel, que cuenta que logró también que le vendieran insecticidas, que va a guardad "por las dudas".
A pocos kilómetros, en la localidad de Quebracho apareció una plaga de chinches verdes. Y también se han visto tucuras. "¿Qué pasa si hay que hacer tratamientos y no se consiguen los químicos?", dicen angustiados los responsables de los campos.
Los tamberos no están mejor. También necesitan insumos importados y, para colmo, con la leche a 12 centavos el litro para el productor, dicen que trabajan a pérdida.
En la zona está la cuenca lechera más grande de América latina, pero la actividad dejó de ser próspera -pese a la enorme inversión y tecnificación lograda- después de la devaluación de Brasil, en enero de 1999.
Recesión y desempleo
"Todavía no cobré la leche que entregué a precios ruinosos en octubre", se queja un tambero. A menos de 50 kilómetros de Santa Fe, en la localidad de San Jerónimo del Sauce el pueblo padece por la amenaza de cierre de una planta lechera. La situación es tan seria que los pocos empleos se cuentan de a uno. El intendente todavía lamenta el cierre de la estación de servicio local sobre la ruta nacional 19 que dejó a ocho personas en la calle.
El comercio también está en crisis. José González tiene una de las mejores joyerías y relojerías de San Francisco. También lo afecta la incertidumbre. "Vendo relojes importados, que hay que pagar en dólares, y cobro en bonos, Por ahora nos hemos defendido, pero hay que ver cómo siguen las cosas", sostiene.
También cree que una devalaución encarecerá las piezas de oro, que se popularizaron en los últimos tiempos por la baja de los valores del metal. "Volveremos a vivir de arreglar relojes", dice con ironía.