Este año se encamina a terminar con una inflación que hace poco parecía impensada
Por tercer mes consecutivo, la Argentina registra una inflación mensual por arriba del 3%, lo que seguramente se extienda a septiembre –algunos economistas proyectan un índice de precios (IPC) mayor al 4%– y a octubre, por el efecto del aumento de las tarifas de gas.
Estos meses de inflación alta, que comenzaron con la corrida cambiaria de mayo, se asemejan al período entre diciembre de 2013 y marzo de 2014, cuando el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, habilitó un aumento de tarifas –en ese momento congeladas– y devaluó la moneda un 33%. El precio del dólar saltó de $5 a $8.
Solo el mes pasado, el tipo de cambio escaló de $28 a $38, con una depreciación de la moneda del 37%, similar a los cuatro años y medio atrás. "La inflación mensual en diciembre de 2013 había sido 3,63%; en enero 2014, 5,22%, y en febrero, 4,24%", dice Fausto Spotorno, director del Centro de Estudios Orlando J. Ferreres & Asociados, que señala que las estimaciones de la consultora proyectaron una inflación de 3,6% para el mes pasado, mientras que en el análisis para la primera semana de septiembre, la variación sube a 4,4%.
"En este momento hay varios shocks incidiendo al mismo tiempo. Al aumento de las tarifas de la electricidad y el transporte en agosto, se le suma la devaluación. Sin embargo, el impacto mayor será en septiembre, mientras que en octubre está el incremento en las tarifas de gas", dice el economista, que coincide con las proyecciones oficiales de terminar el año con una inflación del 42%.
De esta manera, el índice de precios en 2018 sería aun superior al de 2016, donde si bien estaba el apagón estadístico –recién en mayo de ese año el Indec comenzó a publicar la inflación mensual, que había sido 4,2%–, el IPC de la Ciudad de Buenos Aires midió una suba de precios del 41%. Abril de ese año fue el mes con mayor inflación. "Ese abril, el IPC había sido 7,62%, por el efecto de la salida del cepo y por la corrección de tarifas", explica Spotorno.
La inflación es un tema central para el Gobierno, ya que después de prometer reiteradamente en campaña que la bajaría a un dígito, este año el índice de precios no solo sería mayor a la inflación anual de cuando asumió –en 2015 fue 26,9%, según el IPC CABA–, sino también por encima a la de 2014 (38,5%, según el índice que difundía el Congreso en ese entonces, ante la falta de datos oficiales creíbles).
En este tiempo, sin embargo, el Gobierno puede mostrar a su favor haber logrado una mayor normalización de los precios relativos de los servicios públicos, permitiendo que se asemejen las tarifas de electricidad, gas y transporte de la Ciudad y Gran Buenos con las del interior del país, luego de que durante años se mantuvieran congeladas, produciendo una mayor ineficiencia en los servicios y una nula inversión en el sector.
Pero el problema fue que en el afán por bajar además la inflación, el Banco Central ofreció durante todo 2017 deuda de corto plazo con tasas altas de interés ( Lebac ) para contrarrestar el efecto del alza de los precios regulados. Esto produjo el ingreso de capitales financieros internacionales, que llenaron el mercado cambiario de dólares y adormecieron la divisa durante todo el año, generando una ilusión ficticia de una inflación controlada.
Y así de rápido como llegaron, al primer ruido internacional (suba de tasa de interés en Estados Unidos y amenazas de guerra comercial), los capitales abandonaron el país, produciendo el salto brusco en el tipo de cambio, que impactó directamente en la tasa de inflación ya que, a diferencia de la mayoría de los países del mundo, la economía argentina intercambia pesos, pero toma sus decisiones en base al precio dólar.
Por eso, desde hace más de 50 años, el país no sale del círculo vicioso de que más inflación produce una menor confianza en el peso, lo que a su vez lleva a los argentinos a ahorrar en dólares y a basar sus costos en la divisa extranjera, pero que, de esta manera, cada vez que sube el tipo de cambio, aumenta la inflación.