El mercado confía en que el default será transitorio
La racionalidad les indica a los inversores que una cesación de pagos prolongada traería más costos que beneficios
Un mercado local no apto para inversores cardíacos fue el que se configuró en las últimas ruedas. Cualquier proyección de volatilidad que se pudiera haber hecho quedó corta. Nada parece haber quedado afuera esta semana: rumores de todo tipo y tenor, fuertes discursos, posibles acuerdos que aparecen y desaparecen, reuniones varias, viajes relámpago y hasta una audiencia de "urgencia" el viernes del juez americano y las partes involucradas. Incluso se suman trascendidos que ya no sólo apuntan a cruces mediáticos entre el Gobierno y los buitres, sino que incluyen crudos desencuentros internos -léase Kicillof vs. Fábrega-, y hasta una declaración contundente de default -primero por las calificadoras, y segundo por la Asociación Internacional de Swaps y Derivados- que va en contra de la posición que intenta instalar el Gobierno.
Ahora bien, el mercado leyó todo este combo de información como volatilidad plena. Para ser más gráficos, la volatilidad a 10 días del Merval se disparó arriba del 75% anual, casi ocho veces el nivel promedio que presentan los índices americanos. En tanto que en los bonos en dólares más largos, la volatilidad a 30 días alcanza niveles que no se observaban desde hacía bastante tiempo, superando en promedio el 60%. Un mercado ideal para el trading de corto, pero claramente no para cualquier tipo de inversor. No obstante, el balance semanal no fue tan negativo, al menos para el que supo mantener cierta frialdad ante la seguidilla de acontecimientos. El mercado reflejó cómo con un acuerdo puede dispararse 15-20% casi de forma inmediata, y que con la falta de ello, puede caer de la misma forma y en la misma magnitud.
El viernes se cerró con varios rumores que deberán ir encontrando algún tipo de definición o sustento concreto en las próximas horas y que, según se resuelvan o no, se "pricearan" en las cotizaciones de los activos. Uno de ellos es, sin dudas, las expectativas de que aún podría existir un acuerdo entre bancos extranjeros y buitres para comprar parte de la deuda en default. Una expectativa que ya a estas alturas debe estar centrada en el ámbito privado, porque nadie espera un cambio de la estrategia por parte del Gobierno.
Tecnicismos legales
Por otro lado, a medida que el tiempo corra, habrá que prestar atención a otros tecnicismos legales; las cláusulas de aceleración y de cross default se sumarán a las ya famosas RUFO. Cualquiera de ellas que gatille podría llevar el problema actual a una escala aún mayor de complicaciones. También es real que otra posibilidad sería que Griesa finalmente terminara destrabando parte de los fondos hoy bloqueados y resolviendo sobre el resto, dando así una nueva posibilidad de salida y de estirar los plazos hasta enero al Gobierno.
Hay varias posibilidades con mayor o menor probabilidad, pero ninguna confirmada, que en realidad deberán ir definiendo a qué tipo de default vamos; a uno breve y que sólo será una triste anécdota, o a uno largo con consecuencias de relevancia en las variables clave de la economía. Y lo importante a tener presente es que, por ahora, el mercado sigue apostando a la primera opción; los precios de los activos -a pesar de la volatilidad mediante- siguen mostrando que el mercado confía en que el default va a ser transitorio y que la probabilidad de un arreglo sigue siendo alta. ¿Por qué? Porque la racionalidad indicaría que los costos de un default prolongado son mucho más elevados que los beneficios y es a eso a lo que apuestan los inversores.
Por Sabrina Corujo