El país genera un debate en el FMI
Dentro del Fondo Monetario Internacional (FMI) hay una división respecto de la receta que debería adoptar la Argentina en estos momentos de crisis económica, dijeron ayer a LA NACION fuentes confiables del organismo de crédito. Por un lado, el directorio que conduce Horst Köhler quiere que el país deje flotar el peso. Por el otro, el Departamento del Hemisferio Occidental que audita las cuentas argentinas teme que el abandono de la paridad entre el peso y el dólar provoque una hiperinflación.
Por esa razón -siempre según las mismas fuentes- se resignarían a aceptar el proceso de dolarización que se gesta en la Argentina, pero aclararon que el Gobierno no debe ser gradualista, sino apostar por la eliminación completa de la moneda nacional si quiere que la medida provoque resultados en términos de crecimiento económico.
El Tesoro de los Estados Unidos coincidiría con los líderes políticos del Fondo en el rechazo a la dolarización total de la economía nacional. Con respecto a las medidas adoptas por el Gobierno para limitar la extracción de dinero en efectivo de los bancos, un funcionario del FMI familiarizado con la situación argentino opinó que "son sólo una pausa para un tren que va camino a estrellarse" y recomendó: "la última apuesta que debe hacer el gobierno argentino antes de caer en una cesación de pagos es aplicar una fuerte quita en el proceso de reestructuración de la deuda global".
"No alcanza con una baja menor en el capital o los intereses, hay que ir a fondo con una quita porque, total, ya se perdió la virginidad", agregó el directivo desde Washington. La misma idea rige para el régimen de convertibilidad. "Sin quebrarla, se la ha doblado todo lo que se pudo", afirmó la fuente. Por esa razón, una parte del organismo espera (y pretende) algún cambio inmediato en el régimen monetario de la Argentina.
Según el vocero del Fondo, el organismo que conduce Paul O´Neill teme que -si el proceso de cambio monetario fracasa- el gobierno de Estados Unidos tenga que financiar las pérdidas del sector privado argentino. Por este motivo, se aclaró desde el edificio de las calles 19 y H, las declaraciones favorables del subsecretario del Tesoro, John Taylor, al paquete adoptado el fin de semana no deberían interpretarse linealmente como el anticipo de un apoyo explícito. Mientras el directorio del FMI se quejaba ayer en Washington ante el auditor Tomás Reichmann porque Cavallo no les había anticipado las últimas medidas adoptadas, en Buenos Aires los miembros del equipo económico debieron desmentir que el organismo condicione el desembolso de 1264 millones de dólares a que la Argentina devalúe, una versión que puso los nervios de punta en la Casa de Gobierno.
Si algo quedaba claro ayer en Economía era que el dinero en cuestión no está cerca de ser girado. El punto de conflicto pasa por la proyección fiscal para 2002: el Gobierno afirma que el superávit primario será de $ 7000 millones, Reichmann estima que apenas llegaría a la mitad.
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